¿Se puede esquivar la flecha de Cupido? Cuánto hay de elección propia en el enamoramiento
Aquello que a cada cual le parece cautivador viene de algún tipo de aprendizaje, y lo que se aprende se puede desaprender. Además, hay una predisposición a dejarse llevar (o no) por la química del flechazo
![Enamoramiento parejas](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6FLC2HMCP5BNZH34SKHB3BV6YU.jpg?auth=6a34fc084b4aa096cf79dc65c0a78f2db879e5e003ec5fa9cef841d5d302e898&width=414)
“El corazón tiene razones que la razón no entiende”, decía el matemático y filósofo Blaise Pascal. Algo así parece suceder cuando invade el enamoramiento, para algunos un impulso arrollador que deja poco margen de decisión. “El amor es ciego” es otra frase popular que refuerza esta idea, porque si hubiera consciencia no nos enamoraríamos de según quién. Cupido lanza sus flechas y cuando alguna alcanza ya no se puede uno resistir. Todo parece decirnos que si aparece ese sentimiento maravilloso e intenso no hay escapatoria. Pero, ¿seguro que no hay razón en el enamoramiento? ¿Elegimos de quién nos enamoramos?
Para empezar, atracción y enamoramiento no son lo mismo. Según el catedrático de Psicología de la sexualidad de la Universidad de Salamanca Félix López Sánchez, la atracción “supone el deseo, hace referencia siempre a algo externo (una persona o parte de su cuerpo o conducta) que se ve, se oye, se toca, gusta, huele... a lo que atribuimos o investimos con un valor erótico.” Por otro lado, el enamoramiento es “un afecto referido a una persona concreta, y solo una, que es deseada, atrae y fascina, conmocionando de tal manera a la persona enamorada que activa todos sus sistemas y recursos (fisiológicos, mentales, afectivos y de conducta).” Lo segundo, más complejo, implica la primera, pero al revés no sucede necesariamente.
Cada cual tiene sus gustos, se dice, pero resulta que hay algunas características que se consideran comúnmente atractivas. “La historia de la humanidad ha hecho aprendizajes adaptativos para los hombres y las mujeres que se han incorporado a la especie y mantienen su influencia aún hoy”, señala López Sánchez. Caderas anchas en mujeres para un mejor parto o vigor físico en los hombres para asegurar la protección serían un par de ejemplos clásicos. Pero es obvio que esta selección natural tiene menos peso en las sociedades desarrolladas, donde toma mayor importancia la influencia cultural, con modelos que se interiorizan desde pequeños. El sexólogo John Money definió como Love Map al mapa cerebral personalizado, que se construye desde la infancia y se manifiesta por completo después de la pubertad, donde se van recogiendo las características de la persona que resulta atractiva. Así pues, aquello que a cada cual le parece cautivador viene de algún tipo de aprendizaje, y lo que se aprende se puede desaprender para dar paso a otro concepto o idea nueva. Qué nos atrae es entonces una decisión, aunque muchas veces sea inconsciente.
![El enamoramiento implica una constelación de factores simultáneamente presentes: la oportunidad, los obstáculos, el misterio, las semejanzas, un mapa del amor compatible, hasta los olores adecuados.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/KIO2V4RXN5DSLMDKHNGKV5GLXY.jpg?auth=69b9c43452369e0e7cb00afac2abd85377b8cb98781969a527efb967d4d1390d&width=414)
La atracción es la primera fase del enamoramiento y que sea correspondida sería la segunda. A partir de aquí, el enamoramiento implica “una constelación de factores simultáneamente presentes: la oportunidad, los obstáculos, el misterio, las semejanzas, un mapa del amor compatible, hasta los olores adecuados”, señala Helen Fisher en su libro Anatomía del amor libre. Y con todo ello, dejarse llevar. Así visto, el enamoramiento no parece algo tan sencillo y, sobre todo, tan impulsivo. Quizás de manera no intencionada, se están valorando una serie de aspectos para dar el siguiente paso: decidir si uno se deja llevar o no por ese huracán. El modelo de pareja monógamo da ejemplos de que hay una cierta determinación: cuántas veces se conoce a alguien que parece muy compatible, pero se descarta por estar ya en una relación. Y cuántas veces, también, no se descarta. En ese momento se está tomando una decisión. López Sánchez lo corrobora: “El enamoramiento es una pasión que nos impulsa hacia esa persona, a seducirla, desear su presencia y compartir una relación íntima, sexual y afectiva. La motivación es muy poderosa, pero no perdemos la libertad de decisión”.
El enamoramiento tiene una parte química, con la que se justifican esas actitudes obsesivas propias de ese estado. Cristina Guillén Mendoza, en su artículo La química del enamoramiento, explica de forma clara cómo la feniletilamina, la dopamina, la adrenalina, la oxitocina, la testosterona y las endorfinas inundan el cerebro de las personas afectadas. Parece difícil resistirse a ese chute de bienestar. De hecho, hay personas enganchadas a ese subidón, que van encadenando un enamoramiento tras otro. Y también hay otras que en un momento determinado, por ejemplo tras una separación, prefieren no sucumbir a esas sensaciones. Por lo tanto, hay una predisposición a dejarse llevar (o no) por esa química del enamoramiento.
![La feniletilamina, la dopamina, la adrenalina, la oxitocina, la testosterona y las endorfinas inundan el cerebro de los enamorados y hay personas enganchadas a ese subidón, que van encadenando un enamoramiento tras otro.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/LQVKFBYQRFBM7HHB2W4KO6K2IQ.jpg?auth=e67d3d41238c4af9e79e7772f5b821212754a22323c1d31e5496f4b26f68163b&width=414)
¿Por qué elegimos siempre el mismo tipo de pareja?
En el décimo episodio de la segunda temporada de Friends, Rachel Green presenta a un nuevo novio llamado Russ, que es físicamente igual a Ross, su amor-desamor durante toda la serie. Igual que el personaje interpretado por Jennifer Aniston, hay personas que eligen siempre el mismo tipo de pareja, aunque suponga tropezar dos o más veces con la misma piedra. La ciencia corrobora que este patrón en la elección de pareja se da con cierta frecuencia, haciendo que algunas personas estén buscando de forma reiterada unas mismas características (físicas, de personalidad), posiblemente sin darse cuenta. Quizás porque se tiende a buscar lo que es conocido (la zona de confort también aplica en las relaciones) o porque es habitual que resulten atractivas personas que se perciben como similares a cada cual. Dos matices a añadir a esto: para empezar, parece que esta tendencia a fijarse en clones es menos significativa en personas extrovertidas y abiertas a la experiencia. Es decir, con estos rasgos de personalidad hay menos probabilidades de tener una relación con alguien similar a la expareja. Y para continuar, esta selección es, al igual que hemos visto con la atracción, un aprendizaje inconsciente. En el momento en que se es consciente de ello, se puede revertir. Porque es igual o más importante decidir de quién no se quiere uno enamorar.
Justificar los impulsos, sean románticos o sexuales, como algo simplemente biológico, se queda corto. En la conducta humana hay influencia también social y psicológica en forma de aprendizajes realizados, de decisiones conscientes o inconscientes que se toman. Se puede esquivar, si se quiere, la flecha de Cupido.
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