La inmersión en Puglia de Dolce & Gabbana: la Alta Moda recupera oficios en extinción
El pueblo italiano de Alberobello se ha convertido en el protagonista de la nueva colección del dúo siciliano, que los diseñadores describen como “prendas para cocinar en versión costura”
La primera salida del desfile fue literal: una modelo bajaba la cuesta de Alberobello por una escalinata de piedra entre los trulli, las edificaciones medievales típicas de este pueblo italiano que se convertían en un enorme sombrero cónico que remataba un look de corsetería negro cubierto por un vestido de gasa. Lo habían anunciado la misma mañana de este domingo Domenico Dolce y Stefano Gabbana: la Alta Moda, la colección a medida de la marca italiana, era un homenaje a la región de Puglia, al pueblo de Alberobello. Sería más contenida que las que habían presentado en los 11 años anteriores: espectaculares producciones llenas de famosos, millonarios y vestidos de tafetán al viento en lugares monumentales como Venecia o Sicilia. Este año las actrices Helen Mirren y Angela Bassett, y Kris Jenner y una Kim Kardashian sofialorenizada acapararon la atención.
“Este lugar es muy especial, y este es el desfile más auténtico que hemos hecho en nuestra vida. Nos hemos inspirado en los orígenes de la villa. Queríamos celebrar algo real, la gente normal del pueblo, como si fuera una película, pero no es una pantomima, no es un teatro”, explicó esa mañana Stefano Gabbana, la mitad del dúo siciliano que recrea en cada colección un imaginario muy gráfico de la Italia más tradicional. Como otras veces, los vecinos de la zona participaron en el desfile escenificando los viejos oficios por las callejuelas del pueblo: la cestería, el bordado, la talla. “No se necesita el artificio. Como en Italia, que el alimento más importante es el pan. Con pan y aceite es suficiente”, dijo Domenico Dolce.
Precisamente por el camino a la plaza donde se celebró el desfile había puestos de mujeres amasando para hacer tarallis, los adictivos roscos de pan frito típicos de Puglia. Las referencias a los oficios no eran casuales. Esta región aún conserva técnicas artesanales de bordado con las que los diseñadores han trabajado en la colección. En una misma prenda emplearon diferentes técnicas y tejidos, no como si fuera un patchwork sino como una intarsia, todo entrelazado entre sí. La cestería, por ejemplo, sirve de base técnica para realizar trenzados con seda o mikados que se pueden ver después en vestidos semirígidos que parecen realizados con enea. ”Todo empezó con la cesta de pan”, aseguró Domenico. A partir de ahí la colección se desarrolla con tejidos riquísimos, trampantojos de los propios trulli bordados en faldas y vestidos, encajes realizados con lana. El crochet que se pudo ver en varios vestidos blancos fue tejido por habitantes de esta región del sur del país. El desfile ocupó el pueblo al completo: las modelos descendían por las escalinatas y desfilaban por una pasarela en el centro de la plaza, que iban rodeando los vecinos.
Las 87 salidas de la colección —no bastantes para abastecer a los 500 clientes que fueron hasta allí— alternaban el blanco, el negro y el beige, solo interrumpidas por los clásicos vestidos rojos y por una serie de piezas de noche en colores pastel o con apliques de flores monocromas en morado o fucsia vibrante. No había volantes apenas, no había tafetán ni terciopelo devoré o brocados barrocos. “Es ropa ordinaria pasada por las maneras de la Alta Moda”, decían los diseñadores, que describieron la ropa como prendas para cocinar en versión costura. Pudo verse algún delantal de seda anudado sobre vestidos de gasa transparente, pañuelos de seda en la cabeza y siempre, durante todo el desfile, zapatos planos que bajaban las prendas a su lado más pragmático.
“La Alta Moda no es solo ropa, es un modo de vida aristocrático. Se crea una relación con el comprador. Hay que esperar, hay que hacer pruebas. Nosotros hablamos. Y escuchamos. Es un proceso muy largo. Todo está hecho a mano”, explicaron después de bautizar con sorna a esta cita en Puglia como la “semana la moda de Dolce & Gabbana”. Pero los cientos de invitados que peleaban por WhatsApp en ese momento por tener uno de estos vestidos únicos no se alimentan con un desfile.
Los fastos comenzaron el viernes 7 de julio con una presentación del proyecto que la actriz Helen Mirren creó en Puglia para salvar a los olivos milenarios de una plaga de xylela que casi acaba con ellos. El sábado se daban cita los compradores de alta joyería, esas piezas con precios de siete dígitos de las que solo existe un ejemplar y que se mostraron en un campo de olivos. Siguió el domingo el desfile de Alta Moda y este lunes se celebró el desfile de Alta Sartoria en Ostuni donde, como explicó Domenico, “han organizado la cabalgata de Sant’Oronzo del 27 de agosto para nosotros”. “La reproducimos a la manera Dolce & Gabbana, porque siempre hay una manipulación”, reía Stefano, “pero respetando el espíritu y el carácter de la cabalgata”. La idea, contaron antes del desfile, es reinterpretar el ajuar de boda, pero para hombre: “Es más interesante ver algo muy femenino en un hombre. Todo es beis, blanco, un toque de marrón”.
Al atardecer del lunes, en una Piazza della Libertà —como había previsto Dolce— bañada en luz rosa y ante la mirada atenta de jinetes engalanados y caballos nerviosos, un pequeño ejército de modelos puso carne a la inspiración. Seguía ahí la sastrería barroca de otras temporadas, pero mandaban los bordados (muchos de ellos antiguos, de prendas y ajuares que los diseñadores han ido comprando), los pesos pluma y los cortes fluidos, entre monaguillo y príncipe persa. La temperatura subió desde las pulcras batas hechas con viejas sábanas rematadas a mano del principio: glamurosos cuerpos drapeados en beis, pliegues dorados, sugerentes armaduras hechas con piezas que parecían trozos de cerámica sobre el torso o magníficas casacas enjoyadas, culminaron un desfile perfecto para satisfacer las aspiraciones imperiales de quien pueda permitírselo (conviene añadir que muchas de estas prendas se agotan antes de abandonar la pasarela).
Dos lugares emblemáticos de Puglia reivindicados por una marca que se precia en recuperar viejos oficios de la zona: Ostuni, que gobierna desde lo alto y Alberobello, que se encuentra en una zona rural agrícola donde los paisajes se componen de viñedos, balas de paja, olivos milenarios y, al fondo y no siempre perceptible, el mar. Esta población concentra la mayor cantidad de trulli de la región, las edificaciones con una base cilíndrica y un tejado cónico construidas en piedra. ¿Su particularidad? Son casas fabricadas sin más estructura que el propio perímetro y un remate en lo más alto del tejado sin el que la vivienda no se sostiene. En el pasado esta pieza sirvió para dejar caer la edificación cuando llegaban los cobradores de impuestos. Después se volvían a levantar. En un momento en el que el turismo resulta a veces una nueva forma de colonización, sorprende ver el olfato del dúo de diseñadores para poner lugares precisos en el mapa. El año pasado el desfile de Alta Moda fue en Siracusa. Tres meses después se rodó allí la segunda temporada de White Lotus, de la que se sienten en parte responsables. Poco después, hace ahora un año, se encontraban en Alberobello “a 40º” y decidieron que querían dar a conocer este rincón de Italia tan diferente a Siracusa. Tan sencillo y poco monumental que empieza a asomar en las guías turísticas. Querían, además, involucrar al pueblo. “Les preguntamos si querían trabajar con nosotros para celebrar Alberobello y ninguno dijo que no”. El domingo, subiendo la cuesta tras el desfile, varios vecinos daban las gracias efusivamente por esta cita. Este pueblo ya sabe que si le piden más de lo que quiere dar solo tiene que quitar la pieza del techo de su trullo y todo volverá a empezar.
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