Lo que se bebe España en Semana Santa
La Pasión de Cristo ha animado a los españoles a toñarse durante siglos. Del zurracapote al resolí, repasamos el catálogo de bebidas 'made in Spain' que acompañan esta temporada de, ejem, recogimiento espiritual.
Charlton Heston vuelve a abrir las aguas del Mar Rojo en tu televisor. La manufactura de torrijas se intensifica en casa de tu abuela. Mantillas cortando el horizonte como Estrellas de la Muerte y pestiños y buñuelos cayendo del cielo. La Semana Santa no entiende de coronavirus y este año te tocará vivirla confinado, pero sabes qué: igualmente acabarás rindiéndote al punch espiritual del asunto, aunque seas más ateo que Willy Toledo.
Pero el recogimiento no es extensible a ciertos placeres que, para un español en fiestas, son intocables; de modo que en Semana Santa aquí se reza, sí, pero también se come y se chuma. Todos sabemos que existe una gastronomía cuaresmal -a las torrijas o el bacalao me remito-, pero también hay una microcultura del bebercio que atañe, no solo a la juventud, sino también a los veteranos. Bebidas que te acompañan durante las sobremesas o las interminables noches, en forma de licores o de bebistrajos populares, y te conducen a la iluminación por el camino de Santa Toña.
¡Hip, hip, zurra!
La pócima reina de la Semana Santa española es el zurracapote, zurra para los amigos. Su presencia se extiende por todo el país, aunque triunfa cosa mala en el norte. Si vamos a las raíces del invento, tenemos que aterrizar en La Rioja. A los calagurritanos se les atribuye la genialidad de macerar cítricos y fruta en el producto estrella de la tierra: el vino.
En este sentido, la veterana Peña Philips de Calahorra aparece en todos los escritos como la madre del invento. Hablo con su actual presidente, Eduardo Toledo. “Creemos que su origen se remonta a 1952, y se sitúa en la cuadrilla conocida como Mientras el Cuerpo Aguante (que con los años pasaría a convertirse en la Peña Philips. Mientras el Cuerpo Aguante): cada miembro aportaba cinco pesetas para elaborar el zurracapote de las fiestas”, segura Toledo.
No son pocos los que señalan esta peña como al poseedora de la fórmula secreta, aunque cada casa tiene su zurra particular. “Hablar de receta original es difícil, porque según las fiestas se elabora de una manera distinta. Las proporciones, nos las guardamos para nosotros, cada cual tiene su manera de hacerlo. De hecho si te pasas por Calahorra y pruebas los diferentes zurracapotes de cada peña, comprobarás que ninguno sabe igual”, comenta Toledo.
Según los ingredientes que me pasa Toledo, la base del zurracapote es el vino tinto; las notas la dan los limones y los melocotones, que se maceran en el vino; el dulzor lo proporcionan el abundante azúcar y la canela; y la propina es el moscatel. Algunos la despiertan echándole algún licor y siempre se puede rebajar con agua para los más jóvenes de la casa. Es un dulce veneno tan popular que se celebran concursos de degustación y se fabrican mermeladas con él.
Se dice que el bichof alemán, un vino macerado con cítricos y especias, podría ser el precedente, pero mejor que no hables del tema si andas por La Rioja. Y es que, por mucho que en Calahorra se asocie esta bebida a las fiestas patronales en honor a San Emeterio y San Celedonio, como me asegura Eduardo Toledo, no hay nada que diga Semana Santa en España como un buen trago de zurracapote, siempre en porrón o en bota por el amor de Dios: el vaso para el agua.
El rey León
Y saltamos de La Rioja a León, para remojar los pies en otra bebida popular que te grita la cara: ¡Semana Santa! Es la limonada de vino y solo un chalado se atrevería a discutir su origen leonés. A principios de marzo ya se encuentra en algunos sitios, es precoz, e invita a la incorrección política, pues en su tierra la expresión “ir a matar judíos” significa ir en procesión de tasca en tasca para beber limonada hasta que el cuerpo aguante. Cosas de la historia.
El vino vuelve a ser el protagonista y sirve como base de una maceración con cítricos que, como en el caso del zurracapote, dura varios días. Los limones mandan y a veces se acompañan de alguna fruta, pasas o higos. El azúcar y la canela, de nuevo, le inyectan la chispa dulce y especiada. Dado que las melopeas no están bien vistas en estas jornadas de recogimiento, la limonada de Semana Santa se revela como un remedio perfecto para no abandonar el alcohol y no abandonarse al alcohol, que tampoco es cuestión de ponerse a perrear en medio de una procesión. De toña sostenida, amable y de largo recorrido, es una bebida apta para los que no beben, el combustible que refrigera el gaznate y eleva el espíritu de cofrades y devotos.
Por cierto, en León también hay una costumbre etílica destacable la noche de Jueves Santo: la procesión pagana de San Genarín, un borrachín que a principios del siglo XX murió atropellado por un camión de la basura, dice la leyenda, y al que se le rinde homenaje en el Barrio Húmedo con su veneno favorito por montera: el orujo, un tósigo que los devotos ingieren en grandes cantidades. El beodo atropellado es tan importante para los leoneses, que incluso tienen un orujo que se llama Genarín. Un respeto.
Pero no nos desviemos, limonada y zurracapote son Semana Santa en estado puro y, junto a la sangría, los ocupantes del podio de los vinos afrutados españoles, una familia con variedades como la cuerva albaceteña o la ardaurgozatza típica del País Vasco. Antonio Naranjo, co-propietario y manager de las magníficas coctelerías Dr. Stravinsky y Especiarium Bar, en Barcelona, aporta su visión sobre estas bebidas festivas. “Desde la limonada hasta el zurracapote, nos damos cuenta de que ambos son principios de sangrías, una bebida que por desgracia hoy en día se considera de estudiantes o guiris. España tiene sus bebidas de antaño y, desde la carraspada madrileña hasta las mencionadas anteriormente, todas tienen algo en común: el vino tinto (y blanco en algunos casos no tan comunes.) Todas ellas se crearon con un factor común, que era compartir”, asegura.
Ya que tengo un bartender cojonudo mano, le digo a Antonio que se invente para los ‘comidisters’ una receta de Semana Santa con morapio y me entrega el Santo Vino. Una botella de tinto, una rama de canela, cuatro granos de café, tres clavos, dos estrellas de anís, la peladura de medio limón, tres cucharadas de azúcar blanco y, si quieres inyectarle rock’n’roll, un tercio de guindilla. Lo pones todo en un recipiente, lo dejas reposar una semana aproximadamente y rezas tres padres nuestros cada vez que te mojes los labios con semejante ambrosía. Amén.
Resolí, cafeína y otros remedios
Vale, limonada y zurra son las divas de las toñas cuaresmales, pero en España también hay un licor que se muestra en todo su cafeínico esplendor en estos días de penitencia. Se dice que cuando en Cuenca huele a resolí es que la Semana Santa ha llegado.
Conocido también como resoli o la sangre del nazareno, el resolí es una especie de licor café de plasma oscuro que ayuda al penitente a entrar en calor. Todavía hay gente que se lo fabrica en casa, pero con el tiempo se ha impuesto el licor manufacturado en exclusiva por Bodegas La Jara/ Destilerías Ortega: dicen que tienen la receta original y se han hecho famosos por sus botellas en forma de casas colgadas o nazarenos. Como siempre, la fórmula es motivo de debate, pero el bicho pica. Atención: café, clavo, anís, canela, cortezas de limón y naranja, azúcar, agua y cazalla o anís seco.
Ya que estamos en la onda de mezclar cafeína y alcohol, combinación idel para las interminables jornadas de penitencia y flagelo, no podemos pasar por alto uno de los líquidos que más toñas regala en Alicante: el café licor (no confundir con el licor café gallego). Este negruzco espirituoso, propio de las comarcas de l’Alcoià y el Comtat, se asocia a la fiesta de moros y cristianos, está más orientado al aperitivo y es un recurso muy interesante para la Semana Santa, pues se trata del ingrediente estrella de los cubatas más locos que uno pueda imaginar. Ahí está el plis-play, un café licor con cola y un doble chute de cafeína que tumbaría a Pocholo. O el sambori, con lo mismo, más una chorro gordote de Malibú, para bajarlo todo. O el pingüino, con -tapaos los oídos- ¡horchata!
Eso sí, en Valencia que no falte nunca la mistela y la cazalla para encarar el día, dos licores sacros que también rulan cosa mala en Semana Santa y que incluso puedes mezclar en lo que se conoce como un ‘barrejat’, un trago viejuno para profesionales del bebercio extremo con ganas de hablar con Dios por la vía rápida.
El combustible de España
Todos nos aferramos a algún cacharro para no perder la fe. Me dice un asturiano, que en su tierra no existe una bebida de Semana Santa más allá de la eterna sidra y, atención, el vino blanco caliente con azúcar, que se bebe en épocas de lluvia y frío: aceptamos pulpo. En Navarra puedes encomendarte al butano o cubata navarro, como lo llama un amigo. Pacharán a borbotones y naranjada. Menos es más… Más taja.
En Sevilla, se bebe Cruzcampo, pero cuando termine la Semana Santa explotará el rebujito, con su manzanilla, su refresco de gaseosa y su hierbabuena; otra bebida popular que será a la Feria de Abril lo que el keroseno a un Boeing. Y a finales junio, mientras en el País Vasco se ponen bolingas con cisternas de pitilingorri (vino tinto o rosado con refresco de limón o de naranja), en las fiestas de Sant Joan de Ciutadella (Menorca), la gente se embriagará con uno de los mejores cócteles populares del mundo: el ‘gin amb llimonada’, es decir ginebra Xoriguer y Kas limón…
Pero eso ya es otra historia.
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