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La guerra de Gaza contada desde la cocina

Diferentes perfiles de redes sociales narran a través de la comida el duro día a día de los desplazados en Palestina, con recetas tradicionales y de subsistencia a base de arroz, pasta o latas de conserva

La iniciativa Gaza Soup Kitchen alimenta a unas 3.000 personas en Bait Lahia.
La iniciativa Gaza Soup Kitchen alimenta a unas 3.000 personas en Bait Lahia.Mahmoud Issa (REUTERS)

Una niña sonríe mientras corta tomates en rodajas y los cocina en un fogón portátil de butano con un poco de aceite vegetal y pimiento verde picante. Los fríe hasta que estén blandos, y un poco quemados en los bordes, porque “así es como quedan deliciosos”, asegura. Renad prepara este y otros platos tradicionales de la cocina palestina como la mabroosha -la mayoría de las veces, su versión de subsistencia- desde el campo de refugiados de Deir el Balah, el más pequeño de la franja de Gaza.

Mientras lo hace -con el sonido incesante de los drones de fondo-, cuenta que esos tomates cuestan últimamente en el mercado entre cinco y 10 euros el kilo, a la vez que prepara una ensalada informa de que llevan tres días sin agua potable, que el plato que está cocinando solía llevar pollo -pero ya no hay, así que usan caldo en pastilla- o que han tenido que buscar leña y hacer una hoguera para poder comer caliente, ya que de nuevo se ha terminado el gas.

Su nickname en Instagram es Renad from Gaza, sueña con ser chef cuando sea mayor y es una de las personas que está contando la guerra a través de la cocina en redes sociales. Hay quien lo hace a través de sencillas fotografías y noticias enviadas por Whatsapp, en cocinas comunales desde las que se alimenta a cientos de niños o plantando huertos para combatir el hambre en la franja. Seguramente Renad sea la persona más joven del artículo de hoy, pero muchos más sufren durante esta guerra: más de 14.000 niños en Gaza han sido asesinados. Recordemos que para el jefe del Estado israelí, Isaac Herzog, “no hay civiles inocentes” en la zona.

Comidas que informan y crean puentes

El periodista Mikel Ayestarán publica a diario desde el cinco de febrero en su cuenta de Instagram el plato que come la familia de Amal y Kayed a quienes conoce desde 2005; con Kayed ha cubierto todas las ofensivas de Israel, desde 2008 hasta ahora, y con los que tiene un fuerte vínculo, desplazados -hasta dieciséis veces- por Gaza intentando escapar para sobrevivir a los bombardeos del gobierno israelí (se quedaron en el norte, una de las zonas más castigadas y aisladas, sirva como ejemplo la operación en Jabalia).

A primera vista puede parecer un desfile de comidas básicas y sencillas: lentejas con poco, arroz a palo seco, guisantes de lata, pasta, algún pescado en conserva de vez en cuando y Doritos caseros para intentar celebrar el decimonoveno cumpleaños de su hija Dalia. Pero en cada plato hay mucho más que comida: hay noticias sobre escasez, el hambre y la sed como arma de guerra, sobre el coste de los alimentos en el mercado negro, la falta de agua potable, combustible o comida fresca y sobre las personas que mueren directamente en los bombardeos (o indirectamente por falta de medicinas).

“En Gaza hay un bloqueo informativo brutal, porque no nos dejan entrar [a los periodistas] y a los colegas que hay dentro se los están cargando”, apunta Ayestarán. “Hay dos grandes temas que el bloqueo israelí y egipcio quieren tapar a toda costa: uno es el del número de muertos y desaparecidos y otro es el del hambre”. Hay muchas formas de tratarlos, pero al estar fuera se le ocurrió contarlo en redes sociales -concretamente en Instagram-, mostrando lo que comen a diario mientras añade la información que le mandan junto a la foto, desde lo que cuenta encontrar una lata hasta cómo se sienten, para seguir la vida diaria de una familia de clase media. “A la gente le ha llegado muchísimo: creo que estamos anestesiados de ver fotos tremendas y un plato de alubias, guisantes, arroz o dátiles -lo que se come en casa de Kayed cuando están de duelo, como cuando murieron la suegra o el hijo de Amal- la gente siente muchísima cercanía, creas un puente”. Para Ayestarán este formato, que permite seguir la historia día a día e invita a la reflexión, además de generar diálogo en los comentarios.

Otro ejemplo de que la información, el activismo y la comida casan bien es Laila El Haddad, conocida en redes como Gazamom. Desde su perfil comparte la receta de un kofta de sardinas, participa en un proyecto de creación de huertos comunitarios para proporcionar verduras a más de 100 familias, a la vez que denuncia que una olla de estofado de verduras y arroz puede costar 56 dólares. También colabora con Gaza Soup Kitchen, una iniciativa con la que se alimenta a unas 3.000 personas en Bait Lahia.

Cocinar para combatir el hambre

La vida de Hamada Shaqoura cambió al volverse viral en Instagram cocinando versiones de platos populares -bocadillos, tacos o pizza- con el contenido de las cajas de ayuda humanitaria que llegaban a la ciudad de Rafah y las pocas hortalizas que podía conseguir en los mercados. En este vídeo muestra cómo era su vida antes, mientras asegura que todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, y te pueden arrebatar todo lo que das por hecho; algo que desde la distancia y el privilegio se nos olvida bastante: antes muchas de estas personas tenían lo que conocemos como “una vida normal”.

Como Amal y su familia, que actualmente llevan nueve meses sin probar carne ni pescado frescos, apenas verdura y solo puntualmente consiguen alguna fruta. Ayestarán cree que todos los medios para contar lo que les está pasando, suman, y las redes sociales son fundamentales por la repercusión que pueden tener y lo fácil que pueden llegar a todo tipo de gente. “Esta es la historia diaria de un ama de casa como Amal que ha perdido a su madre, ha perdido a su hijo y cada día lucha por intentar sorprender a los suyos en la mesa para que no caigan en esa asquerosa rutina a la que están sometidos”.

Poco después de hacerse popular, Hamada Sho -como se le conoce en redes sociales- participó en la fundación de Watermelon Relief, “una base que ayuda a las familias desplazadas con comidas, apoyo y actividades. Marcando la diferencia en tiempos de necesidad”. Un grupo de activistas sobre el terreno en Gaza desde el principio de esta ofensiva, comprometidos para ayudar a las familias desplazadas y que organiza actividades de ayuda: desde cocinar o llevar agua hasta brindar apoyo psicológico. Sus costes se cubren a través de donaciones de particulares en la plataforma Gofundme y, desde hace poco, también con la ayuda de World Central Kitchen y la ONG Heal Palesine.

Desde entonces su misión es gestionar una cocina de campaña con la que alimentan a niños de Rafah -a veces, bajo petición de los mismos, a los que pregunta qué les gustaría comer-: prepara shawarma para celebrar el fin del Ramadán, arroz con -poca- carne y verduras, espaguetis con salsa blanca, alitas de pollo rebozadas, estofado de guisantes y, cuando pueden, algún dulce. La cara de los niños y sus familias al recibir comida que además ha sido preparada con cariño lo dice todo, así que poco podemos añadir.

Mucho más que alimento para el cuerpo

Más allá del alimento que el cuerpo necesita para funcionar -y un derecho humano fundamental-, la comida es muchas otras cosas como memoria, familia o costumbres: las consecuencias psicológicas de perder este arraigo no son solamente hambre y desnutrición. “Gaza es un lugar muy conservador y donde la tradición tiene un peso enorme en las familias: en estos nueve meses han vuelto a la Edad Media, sin electricidad, sin agua, sin gas, sin comida”, nos cuenta Ayestarán. “El cerco es total y la indefensión, absoluta; en cualquier momento pueden bombardear tu casa o te puede sorprender un ataque cuando vas camino del mercado. La vida no vale nada y no tienen salida posible”.

Es la primera vez que este reportero experto en conflictos armados no encuentra ninguna forma de ayudar a sus amigos. “Ni en Siria, ni en Irak, ni en Afganistán, ni en Libia… nunca había sentido esta impotencia”, reflexiona Ayestarán. “El impacto psicológico y el odio generado contra Israel y sus aliados aseguran conflicto para largo tiempo. Aquí funciona el ojo por ojo”. Los nacidos después de 2008 en Gaza, como Renad, ya han sufrido cuatro grandes ofensivas.

La falta de alimentos y recursos

Hay una dolorosa reflexión que se repite constantemente en los post de Amal, sobre todo con los platos más básicos: “Está más rico que el hambre”. Desde OXFAM Intermón apuntan que “Israel está provocando estas terribles cifras al bloquear deliberadamente la entrada de alimentos y ayuda a Gaza”. De hecho, la situación humanitaria en Gaza ha empeorado desde que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ordenó específicamente a Israel que permitiera más ayuda. “La fabricación deliberada de sufrimiento por parte de Israel es sistémica y de tal escala e intensidad que crea un riesgo real de genocidio en Gaza”, aseguran fuentes de la ONG de cooperación para el desarrollo.

La falta de agua potable para beber y gas con el que cocinar es una constante en los contenidos de estos creadores, que lo viven con angustia y resiliencia. Preparar la comida es una labor de equipo, cuenta Mikel Ayestarán. “Imposible conseguir comida, leña y agua en el mismo día. El trabajo se reparte y luego la madre es quien prepara lo que entre en casa. Cocinan con leña en latas que han transformado en ‘cocinas’. Así hierven también el agua”.

Desde Oxfam Intermón nos mandan las estimaciones hechas por el IPC, una herramienta que proporciona análisis de seguridad alimentaria y nutrición para permitir la toma de decisiones informadas, ya que el bloqueo informativo impide conocer los números reales. “La totalidad de la población de Gaza (2,23 millones de personas) enfrenta en estos momentos altos niveles de inseguridad alimentaria aguda. La mitad de la población está en el nivel cinco, que según la clasificación del IPC es el nivel catastrófico de hambre”. El hambre, la sed y la falta de recursos sirven también como arma de guerra.

Renad se emociona cuando recibe como regalo una caja de champiñones en conserva y prepara piruletas “de guerra” con azúcar en un cucharón para que algo dulce les ayude a sobrellevar una situación tan amarga. “Dalia, hija de Amal y fotógrafa de la serie, echa de menos la carne picada en la pasta boloñesa. Kayed, el esposo de Amal, el cordero. Y Amal añora su cocina y los ingredientes para preparar dulces como el qatayef que hacía en cada ramadán (insuperable)”, nos transmite Ayestarán. Pero sobre todo “echan de menos poder comer sin el sonido de los drones sobre su cabeza y luego hacer una siesta con tranquilidad y sin pensar que en cualquier momento te pueden matar”.

Lo que no se cuenta

He visto decenas de los reels de las cuentas nombradas para escribir este artículo. A veces se escuchan explosiones de fondo, pero los drones de los que habla Ayestarán están ahí todo el tiempo, sin parar, siempre ruidosos, siempre presentes. “Muchos podrían ser más silenciosos, pero lo hacen aposta, para generarte esa presión constante, para que sepas que están ahí”, nos cuenta el periodista establecido en Oriente Medio. “He estado mil veces en Gaza y es una de las cosas que más te agobian, ese zumbido constante”.

Entre personas, vecinos, familias y compañeros se aprecia una solidaridad total en la que se comparte lo que se tiene, por poco que sea. Pero a gran escala, la cosa cambia: en la ayuda que llega desde el aire, por ejemplo, manda ley del más fuerte. “Se plantan miembros del mismo clan con palos esperando a los paracaídas y se hacen con la carga para luego venderla”, apunta Ayestarán. “La economía de guerra es así y cuando hay un cerco todo se acentúa”. Israel no permite que trabaje la policía palestina porque la considera parte de Hamás, así es imposible asegurar el reparto en una zona donde la gente se muere de hambre. “No se puede ni enviar dinero a tus amigos porque no hay bancos operativos, el metálico se acaba y los comerciantes que tienen séqueles venden el dinero a porcentajes imposibles de pagar. Se acaba hasta el dinero en metálico”.

Una cuestión de dignidad

“Hay una cosa que creo que es fundamental en este proyecto: la dignidad. Lo jodidos que están, las condiciones en las que están -sin agua, sin gas, sin cocina, han cambiado de casa 16 veces- y Amal y su hija se toman la molestia de emplatar, poner el plato en la mesa más limpia que tengan y hacerle una foto cada día”.

Ayestarán lo percibe como un símbolo de resistencia. Cocinar también sirve para no olvidar: cuando tienen la posibilidad de preparar algún plato tradicional, lo hacen, y comer también sirve para estar junto a otros miembros de la familia. Pero le fascina la dignidad con la que le llega la foto del plato cada día, puntualmente. “Yo no sé si en su situación tendrían fuerzas para hacerlo” reflexiona, a la vez que anuncia que la serie solo terminará “cuando Amal cocine su primer menú de posguerra”. Ojalá sea mañana.

Más datos de OXFAM Intermón sobre el hambre en Gaza

  • Según los últimos datos de la oficina de la ONU de asuntos humanitarios, OCHA
  • 60-70% del ganado de carne o leche ha muerto, según la FAO. 
  • Más del 96% de las mujeres, y los niños y niñas de seis a 23 meses, no están consiguiendo los nutrientes que necesitan debido a la falta de diversidad de la dieta.
  • 346.000 niños y niñas menores de cinco años y 160.000 mujeres embarazadas y lactantes necesitarían alimentación y suplementos micronutrientes.
  • 50.000 niños y niñas requieren tratamiento por malnutrición aguda.
  • Prácticamente todos los hogares se saltan comidas todos los días y las personas adultas están reduciendo sus comidas para que los niños y niñas puedan comer.


Según el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, más de 8.000 niños y niñas menores de cinco años han sido diagnosticados y tratados por desnutrición aguda, incluidos 1.600 niños y niñas con desnutrición aguda grave. Sin embargo, debido a la inseguridad y la falta de acceso, sólo pueden funcionar dos centros de estabilización para pacientes gravemente desnutridos. 

La incapacidad para brindar servicios de salud de manera segura, combinada con la falta de agua potable y saneamiento, aumentan significativamente los riesgos para los niños y niñas desnutridos. Ya se han producido 32 muertes atribuidas a la desnutrición, incluidas 28 de niños y niñas menores de cinco años, un dato que no se actualiza desde el pasado marzo, hace ya cuatro meses.

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