La familia soñada y diversa de Katherine Heigl, la inocente cirujana de ‘Anatomía de Grey’
La actriz, que vive en un rancho en Utah, junto a sus tres hijos y muchos animales, ha hablado sobre cómo sus dos niñas mayores, adoptadas, le piden explicaciones sobre su origen
Hace años que Katherine Heigl dejó de ser la inocente cirujana Izzy Stevens de Anatomía de Grey, una serie que abandonó hace ya una década. Desde entonces, se ha dedicado al cine, ha vuelto a hacer series y, sobre todo, ha estado muy enfocada en su familia, de la que ahora se ha decidido a hablar, de una manera poco habitual en ella, en una entrevista.
Heigl, de 42 años, tiene una vida muy estable en su gran rancho de Utah. La actriz lleva 15 años junto al músico Josh Kelley, de 41, a quien conoció cuando apareció en uno de sus videoclips y con quien se casó en diciembre de 2007. Un par de años después el matrimonio decidió adoptar en Corea del Sur (el mismo lugar en el que lo padres de la actriz adoptaron hace décadas a su hermana mayor, Meg) a una niña de 10 meses llamada Naleigh, que tiene ya 12 años. Tres años después y poco después de nacer, en abril de 2012, adoptaron en EE UU a Adalaide Marie. Y hace cuatro años, en diciembre de 2016, la pareja dio la bienvenida a su primer hijo biológico, Joshua Bishop. Todos ellos viven con cinco perros (llamados Bubba, Flora, Tambor, Sarge y Poppy) y tres gatos (de nombres Checkers, Coco y Mr. Woo), todos adoptados, además de varios caballos, monos, burros o gallinas.
“Los animales son mucho menos exigentes que los niños. ¡Piden poco!”, bromea la actriz en una charla con la revista estadounidense Parents. En ella, Heigl da a entender que para ella es indistinto tener hijos de forma biológica o por adopción, pero que por el momento no se plantea más. “Antes de la pandemia pensaba que necesitábamos un niño más para que este hogar estuviera completo. No tenía claro si elegiríamos la opción del hogar de acogida, la adopción o quizá otro embarazo. Pero ahora he cambiado de idea completamente. ¡Estoy feliz con estos tres!”. Lo que sí se plantea es adoptar un perro más, sobre todo una perra y ya mayor.
Además, la intérprete de la recién estrenada El baile de las luciérnagas en Netflix explica que sus dos hijas adoptadas van teniendo cada vez más preguntas acerca de sus orígenes según se van haciendo mayores. “Les hemos dicho: esta es vuestra historia. No tenemos información de vuestros padres biológicos, pero sí un poquito sobre vuestras madres. Si queréis hablar más del tema, podéis tener tanta información como queráis. Decidnos con qué cantidad de conocimiento os sentís cómodas”.
La actriz reconoce que en muchas ocasiones su actitud fue inocente e incluso algo ignorante con respecto a tener privilegios como persona blanca, algo de lo que se dio cuenta gracias a su hermana adoptada Meg. “Cuando le pregunté a mi hermana si la trataban de una manera cuando estaba con nuestros padres y de otra sin ellos, me dijo: ‘¡Pues claro, siempre!’. Eso me hizo darme cuenta de mi ingenuidad. Al principio me enfadé mucho, pero tuve que calmarme y me di cuenta de que la cuestión no era cómo me hacía sentir. Es sobre cómo tengo que proteger a mis hijas y prepararlas para el mundo, porque no puedo cambiar la sociedad de un día para otro”.
También explica que está preocupada por cómo las niñas gestionan los dispositivos móviles, y reconoce que el pequeño, Joshua, “está muy mimado”, como le dice habitualmente su madre y manager, Nancy, que vive a cinco minutos de ellos dentro del mismo rancho. “Y no se equivoca. Estoy trabajando en ello”. Aún así, confiesa que para ella fue “un gran alivio” saber que iba a tener un niño y una niña, por cambiar y porque “otra niña habría supuesto terapia de por vida para todos”, cuenta bromeando. “Fue una de las grandes razones por las que vacilaba entre quedarme embarazada o volver adoptar, porque ahí puedes elegir el sexo”.
Esa conexión de sus hijas con el mundo real hace que ya sepan que ambos son artistas y famosos, y que la mayor, Naleigh, pasa cierta vergüenza con ello. El hecho de vivir en medio de Utah, en un lugar donde pueden ser mucho más anónimos que en Los Ángeles, hace que estén menos expuestos y no tengan una vida de paparazis y estrenos de cine constantes.
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