El cavernícola
Esta vez ha levantado la copa del mundo un equipo de mujeres, Luis Rubiales y su mala educación machista claramente no están preparados para adaptarse a esta novedad
Una de las imágenes de Luis Rubiales en esta crucial semana para su continuidad al frente de la federación lo muestra llevando a una de las campeonas de la selección femenina de fútbol a cuestas. Como un cavernícola dirigiéndose hacia la cueva con su presa. Rubiales y su hocico son más famosos estos días por el beso obligado a Jenni Hermoso durante el pico de euforia desbordada y testosterónico tras el triunfo de las campeonas en Australia.
El fútbol es una industria machista, descarada y rica. Conductas como las del presidente Rubiales siempre terminan por ser toleradas. Cuando unos ultras pitan y agreden verbalmente a un jugador por ser negro, como sucedió con Vinicius hace unos meses, se excusan como parte de la adrenalina del juego. En el Mundial de 2006, un jugador italiano le gritó a Zinedine Zidane que su hermana era puta y que se follaría a su madre y Zidane, el ídolo, le propinó un cabezazo histórico (y, quizás, merecido) a Marco Materazzi. Este apenas recibió una sanción, porque su actitud podía excusarse dentro de esas reglas difusas de machismo y odio en el deporte rey. Esta vez ha levantado la copa un equipo de mujeres, Rubiales y su mala educación machista claramente no están preparados para adaptarse a esta novedad. No supo pedir disculpas, antes prefirió insultar a los que criticamos su pésimo ejemplo. A un cavernícola, igual que a un dictador, no le gusta que le llamen por su nombre.
¿Rubiales debería tratar a los futbolistas masculinos como hizo con Jenni Hermoso? Besar en los labios a Asensio, darle palmadas en las nalgas a Isco, llevar a cuestas a Morata y después ofrecerle boda en Ibiza. Como terapia podría hacerle reaccionar. Y también al resto de los hombres fuertes del fútbol, como los presidentes de los clubes, que no han abierto la boca en toda esta polémica. Sí ha hablado Loles León, pidiendo que las campeonas deben cobrar lo mismo que los campeones. Igualdad verdadera en los salarios después de resultados.
En los noventa, las top models parecían campeonas. Representaban una curiosa paradoja que se adelantó al empoderamiento actual. Eran bellas, diversas y ganaban dinero, fortaleciendo una industria. Nadie podía imaginar que se harían mayores. Pero en este siglo donde cambian costumbres y reglas, se evoluciona y las top models han vuelto a la portada del número de septiembre del Vogue británico. La revista ha reunido a Linda Evangelista (mi favorita), Cindy Crawford (con quien bajé escaleras en Crónicas marcianas), Naomi Campbell (que me sorprendió en Sorpresa ¡Sorpresa!) y Christy Turlington, idéntica a mi amiga Ángeles Blanco. Nos ofrecieron una perspectiva de lo femenino que no podían darnos ni nuestras mamás ni hermanas. Linda era camaleónica; Naomi, de ébano; Cindy supersexy, se casó con Richard Gere y posó afeitando a K.d. Lang en una portada que empujó el movimiento LGTBI. Christy era nuestra aspiración a ser cool y proclives al wellness. Evangelista dictó cátedra de estilismos en el juicio por la paternidad de su hijo contra François-Henri Pinault, el poderoso empresario francés. Luego tuvo problemas con su peso y se sometió a tratamientos estéticos que causaron daños a su salud mental y financiera.
Durante la icónica reunión propiciada por Donatella Versace en 2017, por los 20 años del asesinato de su hermano Gianni, Evangelista (que fue su musa más despampanante), no fue convocada por sus problemas de peso. Donatella tuvo entonces un momento un poco cavernícola.
Isabella Rossellini, avanzadilla de las top models, ha criticado el abuso del Photoshop. La periodista Titina Penzini se sumó a esa crítica, observando que “la portada debería ser una celebración de que, a los 60 años, las top models y las mujeres seguimos siendo relevantes y diversas. Con tanto Photoshop más bien se sugiere lo de siempre. Hacerte mayor es borrarte, llevarte a la cueva.” La cueva del Photoshop.
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