La nueva generación de anticuarios que está revitalizando el Rastro de Madrid
Tras el parón forzoso a raíz de la pandemia, nuevos locales con servicios especiales, como el asesoramiento en proyectos de interiorismo, refuerzan uno de los mercados de antigüedades más importantes de Europa
Son nuevos tiempos para el viejo Rastro. Impulsado por una legión de modernos anticuarios y renovados locales que sortean estos tiempos convulsos, este entramado urbano entre los barrios de La Latina y Lavapiés, nacido con el objetivo de echar raíces, arranca 2022 con aires a nueva era.
Carlos Cuesta, madrileño especialista en relojes de colección, y Alejandro Martínez, argentino dedicado a la fotografía y al Patrimonio, tenían claro que la sede de Le Bélier Antiques (Carnero 1, local 5), un espacio en el que materializar ese delicado equilibrio entre la decoración y el antiquariato, como se conocen en Italia a las tiendas de antigüedades, estaría en El Rastro. “Es uno de los lugares de referencia en Madrid para el mundo de las antigüedades y la decoración. Y, a la vez, es un espacio de encuentro social, popular, en el que convive un público muy amplio y variopinto”, explican. Así nació en septiembre de 2019 su tienda especializada en objetos decorativos y muebles auxiliares de los siglos XVIII y XIX. “No cultivamos la grandilocuencia ni la espectacularidad ligada al tamaño de las piezas. Somos cazadores de pequeños tesoros”. Un gabinete de curiosidades que destaca por su colección de calcos y modelos académicos de escayola distingue su catálogo: “Somos un referente en Madrid por todo este material que solo podríamos encontrar en las antiguas academias de Bellas Artes”.
Casi en la esquina que forma la calle Carnero con Ribera de Curtidores se ubica La Recova, un referente del mobiliario midcentury en la capital que dejó su local de la plaza del General Vara del Rey para instalarse en la vía principal de El Rastro. Africa y Luis abrieron este establecimiento para ofrecer muebles y objetos decó, de entre 1950 y 1970, a precios asequibles.
En sentido descendente se encuentran las Galerías Piquer, cuya planta racionalista fue diseñada por el arquitecto José de Azpiroz y Azpiroz en 1950. Su inauguración en aquella década, a cargo de Concha Piquer, fue tan sonada que los dueños cambiaron el nombre inicial de Galerías Isla de Cuba por el de la tonadillera. El solar a dos alturas, serpenteado por una balaustrada que da acceso desde los patios al pórtico superior bajo llamativos chapiteles y columnas toscanas, está presidido por una torre de antiguas viviendas.
Hoy los anticuarios de siempre se alternan con modernos espacios como Le Secret. Sus fundadores, Juan Tapia, Luís Puerta y Juan Moliné, establecieron su tienda en uno de sus locales superiores y allí mezclan piezas de Alta Época con tendencias contemporáneas. ”Este es uno de los espacios de Europa con mayor concentración de anticuarios. Todas las tiendas estamos en continuo contacto y somos más amigos que vecinos”, confiesan. Para ellos, El Rastro ha ganado mucho con los últimos años: “Cada vez hay más tiendas con gente decidida a innovar, y eso se nota”. En el portal contiguo, Carlota de la Cuesta Giribet abrió en 2019 la versión madrileña de Es Cantó tras llevar varios años afincada en Mallorca. Allí fusiona tradición y modernidad para crear espacios atemporales con materiales naturales y piezas artesanales traídas de la isla. “Va por rachas pero las chaise longue estilo Napoleón III tienen mucho éxito y siempre que encuentro las compro. Mis clientes vienen buscando también las novedades en vidrio soplado de Gordiola o telas de lenguas mallorquinas de Teixits Vicens”.
En el número 12 de Ribera de Curtidores se erigieron dos años más tarde unas homólogas afrancesadas con una gran balconada que mira a la calle. El rótulo de Nuevas Galerías se mantiene desde entonces, y anuncia lo que sucede en su interior, ya que aglutinan gran parte de las novedades que acontecen en el barrio. En la entrada está el nuevo local de Verde Gabán, la tienda de antigüedades donde encontrar desde asientos estilo Luis XVI hasta la cerámica contemporánea de Eva Hernández. “En los últimos años están abriendo un montón de tiendas muy cuidadas con todo tipo de objetos como ropa, decoración y antigüedades, plantas…”, reconoce la dueña de Verde Gabán, Alejandra Pérez Marina.
En la primavera de ese mismo año, Maite Conde abrió aquí su local especializado en antigüedades suecas y francesas desde el siglo VXII al XX. El mueble nórdico gustaviano de maestros silleros como Lars Söderholm es su punto fuerte. Conde comenzó su trayectoria en el sector en 2012 y ha incorporado a su propuesta el asesoramiento en proyectos de interiorismo junto a la arquitecta Sonia Padilla. “El concepto de antigüedades decorativas es ya una realidad en Madrid, especialmente en zonas como El Rastro donde cada vez más anticuarios colaboramos en proyectos de decoración. La regla de oro es mezclar lo antiguo con lo actual”.
El diminuto Callejón del Mellizo es la nueva ubicación de otro mítico espacio de la zona, Montbaron Gallery. Cristina García Campillo, artífice del proyecto conocido originalmente como Testamento de Barón, eligió un antiguo almacén de mármoles para ofrecer una selección de pintura europea apta para todos los bolsillos. “Nuestro espacio funciona más como un enorme almacén que como la clásica almoneda de exposición de objetos”, comenta. Aquí la mercancía se dispone en enormes pasillos jalonados por estanterías de hierro, en las que se apilan los cuadros que el cliente podrá elegir tras un estudio de sus gustos y presupuesto.
La ruta termina en la calle más cosmopolita del nuevo Rastro, Santa Ana. A referentes del sector como Casa Josephine o Marantikk, con más de 250 metros cuadrados, se han sumado nuevos vecinos. El más reciente es La casa de las Musas, un negocio familiar de venta, alquiler y restauración que busca encajar en casas actuales. “Tras el confinamiento muchos clientes quieren dar una segunda oportunidad a sus muebles preferidos”. Según Valle, la zona se ha convertido en visita obligada para los que quieran decorar sus hogares con cierta sensibilidad y distinción. “Las tiendas de El Rastro tienen ese factor único de sorpresa, esa experiencia de buscar y encontrar un tesoro que, probablemente, solo tendrán ellos”.
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