Mi ambigua relación con el cuero
Constato que el cuero vuelve a estar de moda y me sorprende como si volviese la pelliza de húsar
Levanto la cabeza de un sesudo y absorbente ensayo sobre las guerras napoleónicas para constatar que el cuero vuelve a estar de moda, lo que me sorprende tanto como si me dijeran que vuelve la pelliza de húsar (algo por otro lado con lo que no podría estar más de acuerdo, pues hay que ver cómo nos queda a los caballeros la ropa de húsar, incluidos el dolmán, el shako con el pompón-cocarde y los pantalones tan ajustados que visualizan la Bonaparte). Pues bien, pese los tiempos que corren —ecología, animalismo, veganismo— el cuero es tendencia y se ven por doquier prendas de esa piel curtida (o aspecto de), entre ellas camisas, gabardinas, blazers, abrigos largos à la Gestapo, Sepp Dietrich o Campo de Concentración Ehrhardt. También corsés/bralette con aire de Histoire d’O, aunque te los venden en Zara y no en el castillo de Roissy, y hasta pantalones cortos, casi tan raros como los de pana (véase entregas anteriores).
Mi relación con el cuero ha sido ambigua, soy más del aventurero ante o gamuza, el buckskin de los nativos americanos y los tramperos (¡esas polainas de Daniel Day-Lewis en El último mohicano!), y mi sueño es atreverme a vestir en la calle una chaqueta de flecos, prenda en la que nuestra referencia ha de ser siempre Custer y jamás el fracasado gigoló Joe Buck (Jon Voight) de Cowboy de medianoche.
Reviso mi fondo de armario y me sale poco cuero, excepto un par de viejas chaquetas de motorista y el látigo que me regaló una navidad una excuñada y que ahora, me digo, vuelve a estar de moda con la serie Cristo y Rey (por cierto, yo conocí personalmente a Ángel Cristo, y hasta lo vi en ropa interior, con todos los mordiscos: nada que ver con Jaime Lorente). A destacar también el ajado chaquetón de cuero negro de Arrow que me daba un aire a lo general Vicente Rojo en lo peor de la batalla de Brunete (aquí hay que a cantar A las barricadas, Quatermaster Song con acento de Pete Seeger o Jarama Valley), pero que tuvo una gloriosa segunda vida en pantalla. Así es, lo utilicé en un capítulo de El reportero de la historia, de TVE, en el que me caractericé de George Orwell pegando tiros (llevaba un Máuser a juego) desde el terrado del teatro Poliorama, sede del POUM, en la Rambla barcelonesa durante el rifirrafe de los trotskistas con el Gobierno republicano en mayo del 37. Hay que ver lo que da de sí el cuero.
Sin embargo, lo más emocionante ha sido el reencuentro con otra chaqueta, mucho más chic, de Antonio Miró, de los años setenta. No me la he encontrado en el armario sino y esto me ha precipitado a un torbellino de recuerdos, en una foto de la página web de la firma del desaparecido modisto. Porque el modelo que lleva esa bonita chaqueta de cuero, aunque suene increíble, y cuya foto está al lado de una de John Malkovich también con ropa de Miró, soy yo. Efectivamente, una vez, en una época tan remota que podría haber ido perfectamente de húsar, hice una sesión para Toni, con el que me unía una amistad a pesar de un tormentoso verano en su casa de Deià, y no por culpa de Robert Graves, precisamente. Que alguien haya pensado que esa foto salida del túnel del tiempo vale para representar la marca me llena de vano orgullo y me sorprende, casi más aún que el corte de pelo que luzco (digo yo que debía estar de moda).
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