Nacho Alonso, el retratista del lado más oscuro de la noche: “Este libro ha tenido un precio, no todo el mundo puede hacerlo”
No es fotógrafo profesional, pero sí un veterano de la escena nocturna. Tras sobrevivir a dos décadas en el mundo de la droga, se ha restablecido en Francia y publicado un fotolibro con sus miradas sobre algo que conoce mejor que nadie
Nacho Alonso trabaja en la viña en Francia. Tiene 48 años y acaba de publicar el fotolibro Ensayo sobre la noche (Solar de Edicións). Creció en el duro Vigo de los ochenta. Se fue pronto y llevó desde muy jovencito una vida complicada. Droga, huecos marginales. En esa vida lo acompañó siempre la fotografía y la necesidad de expresarse. Al otro lado del teléfono, desde el campo francés, dice: “Este libro ha tenido un precio. No todo el mundo puede hacer esta puta mierda de libro”.
La toxicomanía y la exclusión han sido muy retratadas. La particularidad de Alonso, de formación más espontánea que académica, es que lo hizo desde dentro, reduciendo la distancia entre el sujeto fotográfico y el objeto fotografiado. Los lugares y las personas que aparecen en sus imágenes fueron sus lugares, sus personas. La obra de arte es el revelado de su experiencia. Él es cada foto. El libro no es tanto un trabajo documental como un autorretrato. Alonso es la chica que prepara la heroína en una cucharilla, el gato negro y fugaz, el punki orgulloso de su chupa, todos los ojos idos, los pómulos marcados y los suelos de baldosa con mugre y paquetes de tabaco aplastados.
Él también es la luz. Lo que da visibilidad y trae a la representación aquello que sucede en una oscuridad casi completa. Es el gato ominoso, así como es el haz que se cuela por una puerta y alumbra su lomo; la chica de la cucharilla, así como la claridad sobre su piel joven y su ropa discreta. Él pudo iluminar su realidad porque su salud se sostuvo.
“Traje de fábrica la resistencia y la ilusión por la vida”, explica. Las imágenes las tomó desde principios de los dosmil en distintas ciudades. En el libro no aparece ninguna información del espacio, el tiempo o las personas. Alonso y los responsables del sello, Juan Gallego e Ignacio Pérez-Jofre, optaron por darle un carácter de “atemporalidad”, comenta el autor, que resalta la importancia del apoyo editorial que tuvo. “Es que no pertenezco a este mundo. Ni me considero fotógrafo. Yo soy un tipo que ha vivido, eso es lo que soy. Que exista este libro es un milagro”.
”Verlo me da la satisfacción del trabajo bien hecho, pero también me angustia. A veces me pregunto cómo pude hacer algo tan triste”, dice. Alonso sigue haciendo fotos pero sin grandes ambiciones. “Me basta con estar en la viña, ser bueno y ser una persona confiable”.
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