Kyrie Irving concentra todas las obsesiones contemporáneas
La estrella de la NBA acaba de comprarle una casa a la familia de George Floyd, pero también acapara titulares por ideas y comportamientos poco ortodoxos
Decir que has hecho algo por “razones personales” es la excusa perfecta. Indestructible, como una vacuna para evitar que alguien te pregunte qué razones son esas y así librarte de defenderlas. Quizá precisamente por eso, “razones personales” fue el motivo alegado por el base estrella de los Brooklyn Nets, Kyrie Irving, para ausentarse a principios de este mes de las canchas de la NBA y no dar señales de vida durante un par de semanas. Ni siquiera el nuevo entrenador del equipo, Steve Nash, tenía ni idea de dónde estaba.
“He vuelto, estoy contento de volver”, declaró Irving durante una rueda de prensa online la semana pasada con motivo de su retorno. “Dejaré que mis acciones y mi juego hablen por mí como había pensado hacer. Simplemente necesitaba una pausa”. Nada contra eso. Los problemas han llegado tras filtrarse a los medios un vídeo, grabado durante esas dos semanas de ausencia, en el que se veía a Irving celebrando sin mascarilla el cumpleaños de su hermana en un club abarrotado de Nueva Jersey.
La liga le multó con 50.000 dólares por romper su protocolo contra la covid-19, pero pierde 816.898 más debido al salario que su equipo le dejará de pagar por los dos partidos que no disputó por culpa de la cuarentena obligatoria que tuvo que guardar. Este incidente, algo extraordinario en la NBA, ilustra el mar de rarezas y contradicciones en el que se mueve Kyrie Irving. El jugador, aparte de ser uno de los mejores bases de la NBA, se ha granjeado a lo largo de los años la reputación de ir casi siempre a contracorriente. Aunque eso no siempre signifique algo malo: de la denuncia social a las teorías conspiratorias, las obsesiones de Irving son un fiel retrato de nuestra época.
Un excéntrico latente
Irving nació en Melbourne (Australia) en 1992. De padres estadounidenses, su familia volvió a EE UU cuando él tenía solo dos años. Su padre había sido jugador profesional de baloncesto en Australia e Irving creció en un ambiente muy vinculado a la canasta. Enseguida estuvo claro que tenía condiciones para ser profesional.
El mundo también estaba de acuerdo: el joven Kyrie Jugó para la Universidad de Duke, una de las tradicionales dominantes de la competición universitaria, y fue elegido como número 1 del draft en 2011 por los Cleveland Cavaliers. En su primera temporada en la NBA fue elegido mejor novato del año con 117 de los 120 votos posibles.
El desarrollo de su carrera no fue menos impresionante: votado All-Star en 2013 y jugador mejor valorado del All-Star en 2014, entre la temporada 2014-15 y la 2016-17, Irving formó un increíble tridente junto a Lebron James y Kevin Love. Juntos, ganaron el Campeonato de la NBA en 2016 y disputaron la final tres años consecutivos. Pero, tras perder la final del año 2017, el hueco que Lebron le dejaba a Irving empezó a quedar pequeño para su creciente ego. Al terminar la temporada, Kyrie solicitó a los Cavaliers que lo traspasaran a otro equipo donde pudiera brillar sin la sombra de una superestrella como James.
Una entrevista que se le va de las manos
Fue alrededor de ese momento cuando fue entrevistado en el pódcast Road Trippin’ with RJ & Channing. Durante la conversación, que debería haberse centrado en asuntos deportivos –se trata de un programa producido por la NBA–, la cosa se fue de madre e Irving acabó afirmando que creía que la Tierra era plana, que John F. Kennedy fue asesinado porque quería acabar con el lobby bancario y que la CIA intentó contratar a unos asesinos jamaicanos para matar a Bob Marley. “[Marley] trató de unir a la gente fundamentalmente a través del amor y la verdad, y nosotros [refiriéndose a Estados Unidos] matamos a la gente por hacer lo correcto”, lamentó Irving en el pódcast.
La opinión pública se quedó de piedra. ¿Cómo un deportista profesional con tanta influencia en miles jóvenes hacía esas afirmaciones públicamente? Y, todavía más importante, ¿realmente se creía todo eso?
Durante las semanas y meses posteriores, Irving declaró que estaba bromeando, que quería probar cómo se extendían este tipo de noticias a través de las redes sociales, pero ese afán meramente provocador sonaba a excusa. En una entrevista de la época en The New York Times, declaró que no estaba del todo seguro de si la Tierra era plana o no, y que recomendaba a los jóvenes que hicieran sus propias investigaciones.
Finalmente, un año después, se disculpó. Rogó a los medios que olvidaran el asunto, reconoció que en aquella época estaba un poco obsesionado con las conspiraciones y pidió disculpas a todos los profesores de ciencias de su país. Nunca quedó claro qué era lo que realmente pensaba.
De esta forma tan controvertida fuera de las canchas comenzó su periodo en Boston Celtics, en el que no hay mucho que destacar en lo deportivo, salvo una grave lesión que lo tuvo apartado una gran parte de la primera temporada. Su paso por Boston duró dos años, tras lo que en 2019 recaló en los Brooklyn Nets. Su papel durante el inicio de la temporada fue clave para la marcha del equipo, pero 2020 y todos los problemas que nos trajo ese año, especialmente en Estados Unidos, tuvieron una gran incidencia en el impacto mediático de las acciones de Irving.
Covid, racismo y conciencia social
La pasada fue quizá la temporada más extraña de la historia de la NBA. La liga se suspendió en marzo tras el primer positivo en covid de un jugador. Durante el parón, se produjo el asesinato a manos de la policía de Minneapolis de George Floyd, que se sumó a la rabia que ya se venía arrastrando tras la muerte en marzo de Breonna Taylor, también a manos de la policía, en Kentucky. Las protestas antirracistas se sucedieron por todo el mundo y, en ese complicado contexto, la NBA anunció que se reanudaría la competición en Orlando a finales de julio.
Kyrie Irving, que en aquella época era el vicepresidente del Sindicato de jugadores, se opuso frontalmente a esta reanudación teniendo en cuenta la convulsa situación del país. “Estoy dispuesto a perderlo todo en esta pelea por la justicia social”, declaró. No quería que su trabajo como jugador contribuyera a distraer la atención del gravísimo problema racial.
En aquella época él estaba lesionado, por lo cual su oposición tampoco era determinante, pero su postura no se quedó en meras palabras: donó 1,5 millones de dólares a las jugadoras de la WNBA (la liga profesional de baloncesto femenina) que decidieron no jugar en la burbuja de Orlando. Hace solo unos días, también trascendió que Irving había comprado una casa para la familia de George Floyd.
Tras su vuelta a la competición, y con un nuevo equipo reforzado con la llegada de James Harden, los Brooklyn Nets esperan contar con el trío definitivo que les lleve a ganar el campeonato: Irving, Harden y el veterano Kevin Durant. Dirigidos por Steve Nash desde el banquillo.
Lo lógico sería que todo funcionara bien, pero seguramente nos esperan más sorpresas por parte de Irving. En sus ruedas de prensa, el jugador siempre repite que quiere hablar menos con los periodistas y jugar más, que sea su juego el que hable por él. No obstante, sus a menudo excéntricas acciones son las que acaban robándole el foco. Al más puro estilo Kyrie, los acontecimientos pueden dar un giro esotérico (en diciembre ‘purificó' con salvia la pista de los Boston Celtics) o, digamos, quijotesco: tras una vuelta exitosa a las canchas, Irving probablemente sea sancionado de nuevo por la NBA por intercambiarse la camiseta con Bam Adebayo al final del partido que les enfrentó el lunes. Algo que ya habían intentado hacer sin éxito el sábado y que va en contra de las normas anticovid de la competición. Pero ni esas normas, ni casi ninguna otra, parecen hechas para Kyrie.
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