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Si no puedes citar a tres mujeres artistas... no estás solo

Más de la mitad de los encuestados en un estudio hecho en el Reino Unido afirmaron no haber estudiado a ninguna creadora en la escuela. Pero hay muchas que lograron destacar, a pesar de que la historiografía dominante las silenció

Artemisia Gentileschi
Una persona observa la obra 'Judit decapitando a Holofernes', de Artemisia Gentileschi en el palacio Braschi, en Roma, el 30 de noviembre de 2016.Andrew Medichini (AP/LAPRESSE) (AP)

“¿Por qué has decidido escribir una historia del arte en la que solo aparecen mujeres?”. En ninguna de las entrevistas que durante estas semanas ha concedido Katy Hessel a raíz de la publicación de su Historia del arte sin hombres (de la editorial Ático de los Libros) ha faltado esta pregunta. La célebre Historia del arte de Ernst Gombrich, que ha vendido ocho millones de copias desde su publicación y ha servido como manual de iniciación para miles de estudiantes, no incluyó a una sola mujer hasta la decimosexta edición. ¿Alguien le preguntó por qué?

Solo unos pocos entendidos reconocen el nombre de artistas mujeres como Artemisia Gentileschi, Sofonisba Anguissola, Jacqueline Marval o Suzanne Valadon. Hessel, que también tiene un podcast en el que entrevista a mujeres artistas, realizó en su reciente libro una encuesta para medir el grado de conocimiento del público británico sobre el arte hecho por mujeres. Un 30% de los encuestados fueron incapaces de nombrar a más de tres artistas femeninas y más de la mitad afirmaron no haber estudiado a ninguna en la escuela.

Hay que armarse de paciencia para encontrar obras de mujeres en las grandes pinacotecas. En la colección del National Gallery de Londres solo el 1% tiene autoría femenina. El Museo del Prado —que tardó 197 años en dedicar su primera exposición a una artista— apenas cuenta con un 0,8% de presencia de mujeres. Una investigación realizada en 2019 indicó que en las colecciones de 18 grandes museos de Estados Unidos el 87% de las obras eran de hombres y el 85% de artistas blancos.

La experta en historia del arte y estudios de género Estrella de Diego explica por teléfono que durante los últimos años las grandes instituciones artísticas están desesperadas por ampliar su escaso catálogo de mujeres artistas. “Nada le gustaría más al Prado que tener los almacenes llenos de cuadros pintados por mujeres, pero por desgracia no es así”. De Diego asegura que salen muy pocas obras de creadoras femeninas a subasta y hay una dura competición por adquirirlas.

Es la reacción a siglos de antifeminismo en la historia del arte. La ya fallecida Linda Nochlin inauguró la historia del arte feminista en 1971, con la publicación de un ensayo titulado ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas? Habla de las mujeres silenciadas en la historiografía dominante y, sobre todo, pone el punto de mira en la idea de genio creador, “el ser que crea a partir de la nada”.

Es habitual escuchar hablar del genio sublime de Leonardo da Vinci o de Pablo Picasso, ¿pero qué hubiera pasado si, en lugar de Pablo, Picasso hubiera nacido Pablita? Dice ­Nochlin que se construye alrededor de las grandes figuras el mito del Gran Artista: “... único y dotado desde la cuna (…), cuyo talento acaba viendo la luz por muy complicadas o poco prometedoras que sean sus circunstancias”. Las mismas capacidades mágicas atribuidas por Plinio el Viejo al escultor Lisipo en la antigüedad se repite en el relato con el que el maestro del Renacimiento Giorgio Vasari inmortaliza al pintor Giotto, descubierto de niño mientras “cuidaba de su rebaño y dibujaba ovejas en una piedra”. Es un relato patriarcal que excluye todo el contexto político, social y económico que durante siglos ha impedido a la mujer expresar su creatividad.

Señala Hessel que hasta finales del siglo XIX las jóvenes no estaban autorizadas a formarse en talleres. “Mientras los niños más pobres tenían la posibilidad de convertirse en aprendices, la mayoría de las artistas eran hijas de artistas o de nobles ricos que las animaban en sus carreras”, afirma por correo electrónico. Además, tenían prohibido estudiar el desnudo de un cuerpo en directo y su firma, en muchas ocasiones, era sustituida por la de un hombre. En los siglos XVI y XVII, el papel de las mujeres —que ni siquiera podían ir a la iglesia sin acompañante— quedaba reducido a pintar bodegones y retratos, “géneros accesibles y socialmente aceptables”.

Nochlin invita a dejar de buscar el equivalente femenino de Miguel Ángel o Rembrandt. Porque de haber realmente un gran número de grandes mujeres artistas ocultas, no habría ningún motivo “para alterar el statu quo”. Hay muchas y muy buenas que no han sido suficientemente estudiadas y valoradas. El milagro, señala la historiadora, consiste en que un número tan grande de mujeres o personas racializadas hayan conseguido destacar en un ámbito dominado por el sujeto masculino y blanco.

Hay cientos de ejemplos donde elegir. La propia Nochlin, en compañía de Anne Sutherland, se encargó de comisariar en 1976 la histórica exposición Mujeres artistas: 1550-1950 en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, que incluyó a 83 artistas de 12 países. En el Museo del Prado se puede disfrutar del Nacimiento de san Juan Bautista, de Artemisia Gentileschi, que en vida se convirtió en una de las figuras más importantes de la pintura barroca después de haber sido violada a los 17 años por un amigo de su padre. Hessel explica que Gentileschi se reapropió de las narraciones históricas y populares y las representó desde la perspectiva de una mujer. Basta comparar su Judit decapitando a Holofernes con el Judit y Holofernes de Caravaggio. La misma escena, pero dos visiones distintas del papel que ejerce la mujer.

Peio H. Riaño, autor de Las invisibles: ¿por qué el Museo del Prado ignora a las mujeres?, critica los obstácu­los que imponen las instituciones y la academia para abrirse a incorporar el nombre de mujeres a los museos e investigaciones. “Un museo es un aparato construido con unas intenciones narrativas e ideológicas. Hasta el momento, gozaban de una suerte de sacralidad que no era ni cuestionada ni interpelada”, afirma por teléfono. Se lamenta de que instituciones como el Museo del Prado no recojan el contexto real en que fueron hechas algunas obras o que mantengan el título de cuadros que invisibilizan la violencia machista: “No se entiende que haya obras que sigan hablando de ‘rapto’ o de ‘posesión’ en vez de decir ‘violación”.

Apunta Hessel que las mujeres también han sido sistemáticamente apartadas de la narrativa tradicional de otros terrenos como la música o la literatura. Precisamente una poeta, Safo de Lesbos, dejó escritas hace más de 2.000 años unas palabras que hoy resuenan como una profecía: “Te aseguro que algún día alguien se acordará de nosotras”.

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