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Buenismo del bueno: por qué el altruismo nunca pasa de moda

La catástrofe de la dana ha generado una ola de solidaridad en tiempos de cinismo y desconfianza: los grupos con individuos más altruistas, señalan los estudios, son más eficientes que los grupos con más egoístas

Altruismo
Dos voluntarios durante las labores de limpieza en Paiporta (Valencia).Emilio Morenatti (Ap / LaPresse)
Mar Padilla

Emergencia está relacionada con la palabra emerger. Como un diamante enterrado bajo toneladas de bulos y algunos pellejos políticos por salvar, en el desastre de la dana brilla una arquitectura afectiva —a todas luces imperfecta—, articulada por gente que acude en masa a ayudar.

Es un andamiaje invisible, pero es real. Ante una imagen como la del puente de Paiporta, lleno de personas haciendo cola para echar una mano en lo que se pueda, hay que detenerse. En tiempos anegados de malas noticias, displicencias y derrotismos, la movilización por Valencia demuestra que demasiadas veces solo miramos, analizamos y compartimos —a veces, obsesivamente— la parte más oscura de la sociedad. Y quedan muchos otros espacios por explicar.

“Vivimos en una sociedad capitalista”, escribe Rebecca Solnit en Esperanza en la oscuridad. La historia jamás contada del poder de la gente (Capitán Swing, 2017), “pero gran parte de cómo vivimos nuestras propias vidas cotidianas, nuestras interacciones y compromisos con la vida familiar, las amistades, las vocaciones, la pertenencia a organizaciones políticas o entidades, sociales es, en esencia, no capitalista, o incluso anticapitalista, repleto de cosas que hacemos gratuitamente por amor o por principios”.

Eso también define la estructura humana de ese puente. Sumado al deber de servicio público de los gobiernos municipales, autonómicos y estatales, sin heroísmos, rompiendo las distancias y las diferencias, miles de personas anónimas están cartografiando un mapa a favor de la civilidad, un sustantivo que, “casi sin saber explicarlo, todos reconocemos al instante cuando lo tenemos delante”, según escribe James W. Heisig en En busca de la bondad colectiva (Herder, 2022).

Vivimos e interactuamos de forma “no capitalista o incluso anticapitalista”, escribe la ensayista Rebecca Solnit

Pero, ¿acaso el impulso de ayuda es común, y es contagioso? Eso parece. No es cuestión de ser naíf, no se trata de ir con el lirio en la mano. Es un hecho científico, como explica Ignacio Martínez Mendizábal, catedrático de Antropología Física en la Universidad de Alcalá de Henares: “Los humanos somos unos animales desastrosos, pero con la cooperación entre nosotros somos capaces de hacer cosas extraordinarias”. Y añade: “Siempre hay tensión entre el altruismo y el egoísmo, pero está demostrado que los grupos que tienen más individuos altruistas son más eficientes que los que tienen individuos egoístas”.

También está ese mecanismo fisiológico llamado empatía, esa capacidad de percibir como propios los sentimientos de otros. Y, según Martínez, la evolución selecciona sobre todo a individuos empáticos, porque su colaboración con otros consigue transformar a su grupo en un ente más eficiente.

Mercedes Conde-Valverde, directora de la Cátedra de Otoacústica Evolutiva y Paleoantropología de la Universidad de Alcalá, también recoge en sus trabajos un dato muy interesante: para Darwin, en el transcurso de la evolución humana el paso al auténtico comportamiento altruista se dio cuando los cuidados empezaron a ser dispensados a individuos vulnerables, que no tenían posibilidades de devolver el favor.

Así, en Valencia o en cualquier parte, en los momentos más duros los gestos o las palabras de apoyo tienen el efecto de un salvavidas. La feminista Susan Griffin ya avisó: “He visto suficientes cambios a lo largo de mi vida como para saber que la desesperación no es solo contraproducente sino que no es realista”.

Hay más datos. Un estudio coordinado por la psicóloga Anat Bardi de la Universidad de Londres sobre los valores —tradición, seguridad, creatividad, benevolencia, generosidad, etcétera— reveló que el que se considera más importante es la amabilidad. Y ante tragedias como la dana pueden hacer que un valor adquiera mayor relevancia y que las personas actúen de acuerdo con él.

“La propia bondad es contagiosa y puede propagarse entre las personas”, detalla Jamil Zaki, psicólogo y director del Laboratorio de Neurociencia Social de la Universidad de Stanford

En las calles, en las casas, en medio del desconcierto y la confusión, cuando el armazón cotidiano ha saltado por los aires, se observan acciones de soporte y ayuda que parecen transmitirse de unos a otros. “La gente imita no solo los detalles de las acciones positivas, sino también el espíritu que las inspira. Esto implica que la propia bondad es contagiosa y que puede propagarse entre las personas, adoptando nuevas formas por el camino”, detalla Jamil Zaki, psicólogo y director del Laboratorio de Neurociencia Social de la Universidad de Stanford, en un artículo publicado en la revista Scientific American.

Martínez añade que “ser altruista, de la manera que está sucediendo en Valencia, es algo que llevamos en los genes, y que alimentamos según los valores. Uno hace lo que se cree que es”. El problema es que llevamos bastante tiempo considerando que los valores dominantes son la competencia a ultranza, y todo lo demás es buenismo, considerado de forma peyorativa, advierte el paleontólogo.

Contra el bien general

El altruismo o la amabilidad es un rasgo perenne en el humano, como bien sabemos si prestamos atención a detalles que vemos o vivimos cada día. Quizás por eso está establecido el símbolo de la bondad en el corazón, mientras que las ganas de dividir, herir o violentar no tienen un espacio específico en nuestra anatomía. O tal vez su lugar está en la bilis. Es la hiel, que a veces se alimenta.

Hay un grabado de Francisco de Goya llamado Contra el bien general en el que se ve a un escriba con alas de murciélago y pies de uñas largas, una especie de grotesco apuntador que parece regocijarse ante el espectáculo de demolición de la civilidad. “Ahora parece que si haces acciones malvadas recibes un beneficio”, reflexiona al teléfono Mauro Entrialgo, autor de Malismo (Capitán Swing, 2024). “Se tiende a percibir como sincero a alguien que hace una maldad y la dice, y creer en cambio que te está intentando engañar alguien que confiesa algo bueno”.

'Contra el bien general', de Francisco de Goya.
'Contra el bien general', de Francisco de Goya. Museo Nacional del Prado

Hay quienes buscan generar un aire de desconfianza y sospecha con el objetivo de sembrar impasibilidad y desafección, denuncia Entrialgo: “Se desarrollan estrategias para estigmatizar el bien, y esto es algo que estamos viendo también con la dana. La ultraderecha persigue a cualquier institución que haga un acto bueno, o a las organizaciones que cuidan a los desfavorecidos”. Como ha ocurrido, por ejemplo, con la campaña de bulos sobre la Cruz Roja.

En La viralidad del mal. Quién ha roto internet, a quién beneficia y cómo vamos a arreglarlo, firmado por el colectivo Proyecto Una (Descontrol, 2024), avisan de lo mismo, y abogan por construir alternativas colectivas sólidas al margen de esos espacios de la Red que son como escaparates que solo ofertan odio.

Eso es posible. Contrariamente a lo que piensan tantos hobbesianos, en numerosas ocasiones el verdadero objetivo que buscamos es ampliar el poder y el alcance de alternativas que ya existen. Esto es, “lo que soñamos ya está presente en el mundo”, subraya Rebecca Solnit. El ruido y la furia intentan enterrar ese brillo que está dentro de nosotros, y por eso hay que trabajar —gratuitamente, todos los días de la semana— en bascular la balanza a nuestro favor. Podemos empezar ahora mismo, como canta The Jam en la canción Start!


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Sobre la firma

Mar Padilla
Periodista. Del barrio montañoso del Guinardó, de Barcelona. Estudios de Historia y Antropología. Muchos años trabajando en Médicos Sin Fronteras. Antes tuvo dos bandas de punk-rock y también fue dj. Autora del libro de no ficción 'Asalto al Banco Central’ (Libros del KO, 2023).
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