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NRx: el movimiento (subterráneo) que quiere cargarse la democracia

Creen que la democracia es un error y que la igualdad no es un fin deseable. Consideran que hay que gobernar el Estado como una empresa, con un presidente imperial y tecnoautoritario. El movimiento neorreaccionario NRx ya ha conseguido filtrar sus ideas en la derecha populista de Trump y en Silicon Valley

NRx neorrevolucionarios
En las cerillas, Curtis Yarvin y Nick Land, ideólogos del movimiento neorreaccionario.Sr. García

El futuro podría ser una neomonarquía ultracapitalista e hipertecnológica. Es lo que propone, lejos de otros imaginarios futuristas más extendidos, el movimiento de la neorreacción (NRx), también conocido como la Ilustración oscura. Considera que la democracia liberal es un error y que la igualdad no es un fin deseable. Todo es una farsa. Aboga por el tecnoautoritarismo: la sociedad debe regirse por un rey / consejero delegado (CEO), como una empresa muy jerarquizada de la que los ciudadanos serían los accionistas. Son ideas, rodeadas de un halo underground, oscurantista y sombrío, que tienen conexión con la alt-right y podrían infiltrarse en el próximo gobierno de Donald Trump a través de los magnates de Silicon Valley.

Las ideas ilustradas de racionalidad y progreso ya habían sido criticadas con anterioridad por la Escuela de Fráncfort o los posmodernos: aquellos (en apariencia) luminosos ideales habían llevado al control y la dominación, a la justificación del colonialismo, a la sofisticación tecnológica de la guerra o a la destrucción de la naturaleza. La NRx es una crítica a la Ilustración desde posiciones de ultraderecha: si la ilustración en inglés se dice iluminación (enlightenment), la Ilustración oscura (dark enlightenment) es un inquietante oxímoron que propone una mezcla del Antiguo Régimen con la ideología de Silicon Valley para llegar a una solución pragmática, pero elitista, que restaure el orden y la estabilidad en tiempos turbulentos. “En su opinión, si el mercado no es democrático desde un punto de vista igualitario, si en el mercado Elon Musk y yo jamás seremos iguales… ¿Qué sentido tiene la democracia?”, explica Jaime Caro, doctor en Historia e investigador de la extrema derecha y también parte del equipo de discurso de Sumar.

La NRx es subterránea: no tiene líderes visibles, ni organizaciones sólidas, ni el respaldo de think tanks. Sus ideas afloran en concentraciones conservadoras, podcasts o blogs marginales. “Sería difícil encontrar a más de un puñado de personas fuera del movimiento conservador que conozca estas ideas”, dice Mike Wendling, autor de Alt-right: La derecha alternativa. De 4chan a la Casa Blanca (Antonio Machado Libros, 2023), “pero, en cierto modo, eso es una ventaja”. La verdadera influencia de la neorreación no es su presencia como tal, sino la manera en la que, sibilinamente, se ha infiltrado en diferentes ámbitos, desde el citado Silicon Valley hasta el movimiento MAGA (Make America Great Again) de apoyo a Trump, pasando por el universo de las criptomonedas o el propio Partido Republicano. “Elon Musk es el ejemplo más notable, pero hay muchos otros. Estas personas tienden a creer que son los amos del universo y quieren menos regulación al tiempo que desean aprovechar los contratos gubernamentales”, dice Wendling. La creciente visión de la población migrante como mano de obra temporal y transitoria en vez de la idea tradicional de aquellos que llegan persiguiendo el sueño americano también tiene raigambre neorreacionaria.

El ingeniero Curtis Yarvin, uno de sus promotores, presume de que su postura es siempre la opuesta a la de Chomsky

Fruto de la desafección conservadora

Movimientos como la NRx surgen de la desafección por la derecha tradicional estadounidense iniciada en los últimos compases del mandato de George W. Bush, tras la guerra de Irak y al calor del colapso económico. “Estas circunstancias parecían indicar que la versión de Bush del conservadurismo estaba desacreditada y abrían una oportunidad para alternativas de derecha”, explica George Hawley, profesor de la Universidad de Alabama y autor de The Alt-right, what Everyone Needs to Know, de Oxford University Press (La alt-right, lo que todos necesitamos saber, sin traducción al español). De ese caldo de cultivo surgió el movimiento Tea Party que luego enfrentó con virulencia a Barack Obama en una deriva libertariana y populista, pero no muy alejada del marco habitual. Paralelamente comenzaban a aparecer las ideas neorreaccionarias más marginales, convencidas de que la derecha tradicional era incapaz de lograr cambios estructurales.

Es fácil imaginar a Curtis Yarvin por aquellos tiempos en una habitación en penumbra, iluminado por la pantalla del ordenador, dándole a la tecla con ansias de transgresión. Es un ingeniero informático neoyorquino, exprogresista (perdió su “confianza”), y hasta entonces desconocido, que comenzó a desarrollar el corpus ideológico bajo el seudónimo de Mencius Moldbug, en su blog Unqualified Reservations (reservas sin matices), inaugurado en 2007. En ese espacio Moldbug promete “curar tu cerebro”, ofreciéndole al lector una píldora roja (en referencia la película Matrix) que le liberará de las ideas del pensador de izquierdas Noam Chomsky (el autor presume de que su postura ante cualquier asunto es la opuesta a la de Chomsky).

Se declara, en cambio, seguidor de Thomas Carlyle, filósofo escocés del siglo XIX, que desconfiaba de la igualdad y la democracia y proponía un “gobierno de los héroes”, los individuos excepcionales que protagonizan la historia y deben guiar a la sociedad (como los hombres históricos de Hegel, que encarnan el zeitgeist, es decir, el espíritu de su época). El influjo del anarcocapitalista alemán contemporáneo Hans-Hermann Hoppe o del neofascista filonazi y ocultista Julius Evola también hizo al ingeniero desconfiar de la democracia y explorar alternativas autoritarias y monárquicas. En esa línea escribe el propio Moldbug: “Nuestro problema es la democracia. La democracia es una forma de gobierno peligrosa y maligna que tiende a degenerar, a veces lentamente y otras con una rapidez impactante y desgarradora, en tiranía y caos”.

Trump sería un héroe mesiánico destinado a salvar al país de ese Estado Profundo, considerado pederasta y satánico

La victoria de Trump en 2016, con sus maneras autoritarias, su alejamiento de los valores conservadores establecidos y su desafío a los medios de comunicación y a las normas políticas, parecía estar en sintonía con los postulados de la NRx y probablemente colaboró a alentar esas ideas. La NRx cree que es preciso combatir un conglomerado que ejerce el control ideológico, bautizado como la Catedral (algo así como la hegemonía gramsciana), donde se reúnen los medios, las universidades, etcétera, para mantener el statu quo. La píldora roja que ofrece Yarvin, ya un icono de esta derecha disidente, es la que ayuda a escapar de esta matrix. Aunque la propuesta de la NRx, bien pensado, no se diferencia mucho del futuro distópico descrito en la ciencia ficción ciberpunk: grandes corporaciones que dominan una sociedad hipertecnologizada. Una tecnocracia tremendamente desigual, que también recuerda al tecnofeudalismo, en el que el poder se concentra en grandes corporaciones de las que la ciudadanía depende para los aspectos más fundamentales de su vida.

Curar al Estado de la democracia

La Catedral es una idea que conecta con la noción de Deep State (Estado Profundo) que manejan teorías de la conspiración como QAnon. En este marco, Trump sería un héroe mesiánico que vendría a salvar a Estados Unidos de ese Estado Profundo (considerado pederasta y satánico) y de la “ciénaga” de Washington. “La NRx también está conectada con la alt-right en cuanto a las ideas de supremacismo blanco y antifeminismo”, apunta Caro, “aunque la NRx tiene un carácter más elitista y menos popular que la derecha alternativa”. Yarvin ha caído en opiniones supremacistas blancas, le ha quitado hierro al nazismo o ha sugerido que algunas razas son más propicias a la esclavitud que otras, aunque por lo general el foco de la NRx está más puesto en lo tecnológico y lo libertariano. Y aun procediendo de esas ideas libertarianas y de la escuela austriaca de economía (como seguidor de Friedrich Hayek), reconoce que el Estado no puede ser eliminado, pero “por lo menos puede ser curado de la democracia”, según escribe Nick Land.

Curtis Yarvin, a la izquierda, y Nick Land, ideólogos del movimiento NRx.
Curtis Yarvin, a la izquierda, y Nick Land, ideólogos del movimiento NRx.Wikipedia / Robert Johnson (cedida por la Editorial Holobionte)

Este excéntrico y oscuro filósofo británico, creador de textos alucinados de teoría-ficción y considerado origen del aceleracionismo (un caldo de cultivo del que también surgió otro célebre pensador: Mark Fisher), fue quien, en una segunda fase de su pensamiento, tomó las ideas de Yarvin y las desarrolló bajo el nombre de Ilustración oscura, añadiéndole toques de futurismo transhumano. La Ilustración oscura coincide en ese neocameralismo en el que se gobierna un Estado como una empresa, en busca de la máxima eficiencia y rentabilidad y sin tener que constreñirse al cortoplacismo democrático. Cada Estado lucharía por retener a sus clientes y tratar de que no se fueran, descontentos, a otro Estado. “Land insiste en que la democracia es un mal y expone un darwinismo social muy fuerte”, explica Caro, “la gente no es fuerte, es dependiente de los demás. El mejor sistema de gobierno es un Estado controlado por corporaciones tecnológicas, en el que deberías comprar más acciones para tener más voz”.

Peter Thiel, cofundador de PayPal, es otro de los pilares del movimiento, como ferviente financiador de Yarvin y la neorreacción desde sus inicios. El magnate de Silicon Valley también ha financiado al Seastanding Institute, fundado por Patri Friedman (nieto del pope neoliberal Milton Friedman), que pretende crear utopías anarcocapitalistas en islas y plataformas marítimas situadas en aguas internacionales, donde, como en el neocameralismo de Yarvin, los modos de gobernanza evolucionen en competencia según una lógica de mercado. “No creo que democracia y libertad sean compatibles”, escribió el multimillonario, en 2009, en un texto para el think tank libertariano Instituto Cato.

El cofundador de PayPal, Peter Thiel, habla durante la Conferencia del Bitcoin de 2022 en Miami, Florida.
El cofundador de PayPal, Peter Thiel, habla durante la Conferencia del Bitcoin de 2022 en Miami, Florida. Marco Bello (Getty Images)

Thiel es, además, el gran padrino de J. D. Vance, próximo vicepresidente de los Estados Unidos (que además es seguidor de Yarvin). Steve Bannon, que fuera gurú de Trump, también ha tenido contactos con el fundador de la NRx. Estas conexiones dan una idea de lo cerca que la neorreacción puede estar del próximo Gobierno en la Casa Blanca, mientras el conservadurismo tradicional sigue tratando de encontrar su sitio. “Es cierto que Vance muestra familiaridad con las ideas de la NRx”, explica Hawley. “Es menos evidente que estas ideas impulsen su filosofía de gobierno, aunque está claro que está menos enamorado del conservadurismo tradicional que muchos otros líderes republicanos. No tengo información privilegiada para confirmar esto, pero sospecho firmemente que Trump no tiene ningún conocimiento sobre la NRx”.

Influencia neorreaccionaria

Está por ver la influencia que tendrá el vicepresidente en el nuevo Gobierno, aunque el mayor impacto de la NRx se podría dar en el ámbito de la regulación tecnológica y de las criptomonedas, que podrían ser más flexibles. “Más generalmente, los neorreaccionarios están entusiasmados con la perspectiva de una presidencia imperial, donde el poder se concentra en manos de un solo hombre, con pocos controles y equilibrios sobre ese poder”, señala Wendling. Un poder que seguramente será puesto en solfa por los gobiernos progresistas locales y estatales, y también por los sectores republicanos moderados.

No son muchas personas las que conocen a estos autores y estas ideas, que mantienen cierta pátina transgresora. “Sin embargo, algunas de ellas, a menudo de forma parcial y sin citar el autor, circulan en redes cada vez más. Su influencia es creciente: baste pensar que empresarios tan poderosos e influyentes como Thiel o Musk las promueven”, dice el historiador Steven Forti, autor de Extrema derecha 2.0 (Siglo XXI, 2021). El caldo de cultivo es favorable porque los algoritmos favorecen la difusión de contenido extremista. Las teorías de la conspiración, con sus soluciones simples a la complejidad, suelen encontrar adeptos. Y la simpatía por los líderes autoritarios crece al tiempo que la desafección por la democracia. “¿Resulta tan extraño, por consiguiente, que haya gente que empiece a creerse estas teorías?”, se pregunta Forti.

La Ilustración sigue siendo enemiga de la extrema derecha en el siglo XXI, como se ve en el caso de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, o el filósofo nacionalista ruso Alexander Dugin, y como lo fue en el siglo XX para el filósofo de extrema derecha Julius Evola o para el fundador del movimiento ultra francés Nouvelle Droite, Alain de Benoist. Aunque el neoliberalismo, con su fomento del individualismo y la competitividad y su deterioro de lo común, también ha hecho mella en los valores de bienestar social y fraternidad ilustrados. Al aumentar la desigualdad, ha desvirtuado los valores democráticos.

“La NRx dice abrazar el colapso de Occidente y las fuerzas del caos; pero, como ha escrito Claudio Kulesko, esas fuerzas del caos son algo que ni ellos mismos podrían controlar”, concluye Federico Fernández Giordiano, editor de algunas obras de Nick Land en el sello Holobionte. “Su error es pretender extraer un orden premoderno y cameralista del futuro; pero el caos siempre produce novedad, y por tanto su trayectoria no puede fijarse en ninguna configuración del pasado”. Y añade: “Sea lo que sea lo que surja del caos (o del colapso del orden mundial), no será lo que ellos esperan”.

De izquierda a derecha, el CEO de Tesla y SpaceX, Elon Musk, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y el que será su vicepresidente, JD Vance, durante un evento de campaña en el Butler Farm Show el pasado 5 de octubre.
De izquierda a derecha, el CEO de Tesla y SpaceX, Elon Musk, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y el que será su vicepresidente, JD Vance, durante un evento de campaña en el Butler Farm Show el pasado 5 de octubre. Alex Brandon (Ap / LaPresse)

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