25 años de democracia brasileña
José Serra, posible candidato de la oposición a la presidencia, glosa el viaje de su país a la modernidad y alerta contra las tentaciones de totalitarismo
Brasil celebró ayer 25 años de existencia en los que no cayó en la tentación totalitaria de otros pueblos del continente, desde la conclusión de la última dictadura militar, en 1985. Quien mejor ha retratado el viaje brasileño hacia la democracia y la modernidad ha sido José Serra, actual gobernador de São Paulo ?la capital financiera del país? y más probable candidato de la oposición a disputar las presidenciales en octubre para suceder al presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Serra, socialdemócrata, que ya ha sido dos veces ministro de la República, con un alto índice de aprobación como gobernador, decía en un artículo publicado ayer en O Estado de São Paulo que la suerte de Brasil ha consistido en no caer en ilusiones totalitarias. Escribe Serra, que vivió 16 años en el exilio durante la dictadura militar: "Seamos todos prisioneros de la democracia. Es la única cárcel que ofrece su tributo a la libertad. Repudiemos la simple sugerencia de que menos democracia pueda implicar mayor justicia social. Se trata de una falacia de espíritus totalitarios. Los pueblos que siguen ese camino acaban sin democracia y sin libertad".
Recuerda Serra que el eslogan de Brasil como país de futuro sirvió más para la literatura que para la política, ya que condenaba a Brasil a un cierto conformismo que empujaba a dejar para más tarde la superación de los límites.
"En poco menos de un siglo de república, Brasil tuvo dos presidentes constitucionales depuestos, uno que se suicidó para evitar ser destituido y otro que fue alejado de su cargo de acuerdo con la Constitución. En ese periodo, Brasil sufrió dos dictaduras, la del Estado Nuevo y la militar", recuerda el gobernador paulista.
En su artículo, una especie de manifiesto para su próxima candidatura a las presidenciales, insiste en el esfuerzo llevado a cabo tanto por los Gobiernos democráticos como por el pueblo brasileño para conquistar la imagen positiva que hoy se tiene de él en el mundo. Todo ello se ha debido a decisiones sabias llevadas a cabo en el campo de la economía con tesón y con paciencia, hasta acabar con el cáncer de la inflación que devoraba a los más pobres.
"El crecimiento, el desarrollo y el bienestar no son manifestaciones divinas. No están garantizadas por algún orden superior, al que estamos necesariamente destinados. Existen en función de nuestras decisiones", escribe en un claro mensaje contra posibles tentaciones mesiánicas.
Serra se dice optimista con el Brasil actual, aunque reconoce que aún puede superarse y crecer en muchos campos para dejar de ser aún uno de los países más desiguales e injustos del mundo.
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