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Los tesoros de Crimea: Sin pasaje de vuelta de Amsterdam a Simferópol

Pilar Bonet

El Museo Central de la Táurida de Simferópol guarda la memoria histórica de Crimea. Sus tesoros son inmensos. Griegos, romanos, sármatas, escitas, alanos, godos, venecianos, genoveses, tribus túrquicas son algunos de los pueblos que llegaron a esta península. Sus huellas, superpuestas, mezcladas, disueltas están aquí y lo que persiste dibuja el contorno de lo que se evaporó.

Especialmente fascinante es el legado de los godos, que, en parte, se encuentra custodiado en la “cámara del tesoro”, una habitación aislada, protegida por alarmas, rejas y un guarda que sabe saludar en alemán. Los godos llegaron a Crimea en la segunda mitad del siglo III de nuestra era, desde el norte, dice el guía mientras visito esta sección selecta permanente del museo, que existe gracias a Vasili Dzharti, que fue primer ministro de Crimea desde marzo de 2010 hasta su muerte en 2011. Dzhartí fue uno de los representantes del “grupo de Donetsk” que “desembarcó” en Crimea cuando ´Víctor Yanukóvich, oriundo de aquella región, llegó al poder en Ucrania. En el Museo Central de la Taurida de Simferópol, están agradecidos a Dzhartí porque nadie antes que él hizo posible reunir los tesoros de los godos en una sección especial.

De los godos, unos se quedaron en la península y los otros se fueron a conquistar el Imperio Romano. En Crimea se sumergieron en un entorno donde había elementos de cultura alana, sármata y de la Roma tardía. De nómadas pasaron a sedentarios. En el siglo VI, el emperador Justiniano les pagaba para que custodiaran los confines de Bizancio. Con las monedas de oro que recibían fabricaban objetos suntuarios y hebillas, entre ellas esas hebillas en forma de cabeza de águila que son el símbolo de Crimea, y que abundan en este museo fabricadas en distintos metales. Los godos se asimilaron o desaparecieron, dice el guía. La última mención sobre ellos, confirma el director del museo Andréi Malguín, figura en las cartas en latín escritas por Ogier Ghislen de Busbecq, embajador del imperio de los Habsburgo en la corte de Suleimán el Magnífico en Constantinopla, entre 1555 y 1562. En Constantinopla, en su condición de diplomático y rehén a la vez, Ghislen de Busbecq se entrevistó con dos oriundos de Crimea, que por entonces estaba en la órbita del imperio Otomano,y les interrogó sobre la lengua de los godos, de ellos todavía conocían. Después el diplomático hizo una lista de términos, palabras germánicas que son fáciles de identificar.

En la Segunda Guerra Mundial, durante la ocupación nazi de Crimea, los alemanes querían llamarla Gotteland. Hitler estuvo de acuerdo en que Sinferópol se llamara Gottenburg y Sebastopol, Teodorishafen, según dice Malguin. El director del museo está preparando una exposición de fotografías sobre los 30 días que, entre febrero y marzo, han sacudido a Crimea y al mundo.

Malguín confía en que sea posible inaugurar en mayo una exposición sobre los judios de Crimea, que ha sido organizada con una beca de la fundación Rotschild. Tal vez estos proyectos le ayuden a superar algunas realidades dolorosas.

Algunos de los grandes tesoros culturales de la península pueden no regresar a ella debido a la anexión rusa. Son los objetos de la exposición “Los Tesoros de Crimea. El Oro y los Secretos del Mar Negro”, que,desde el 8 de febrero se exhibe el museo arqueológico Allard Pierson de Amsterdam. Affiche-de-krim Cartel de la exposición en Amsterdam

La exposición fue organizada por el fondo museístico de Ucrania y consta de cerca de mil objetos, de los cuales unos 300 pertenecen al museo de la Taurida, entre ellos la hebilla goda en forma de águila que es el símbolo del museo, una coraza de bronce de los escitas y cerámicas. Otros objetos pertenecen al museo de Bachjisarái (centro de la cultura tártara y también de excavaciones bizantinas), como una caja de laca china del siglo segundo, y al museo de Kerch.

El destino de las piezas que salieron de Ucrania se plantea ya como problema entre Ucrania y Rusia, mucho antes de que la exposición, que estuvo antes en Alemania, se clausure a fines de agosto. “En el museo Allard Pierson nos han dicho quieren resolverlo con la máxima corrección”, dice Malguin. Mientras tanto,los amantes del arte de Europa tienen en Amsterdam una ocasión fantástica de familiarizarse con los pueblos y culturas de Crimea.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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