Los omaníes votan con la esperanza puesta en la creación de empleo
La Cámara carece de poderes legislativos, pero la participación electoral muestra el deseo de tener voz en los asuntos públicos
“Es importante que tengamos una voz en Mascate”, asegura el doctor Said al Guilani tras depositar su voto este domingo en el colegio electoral Lobabah Bint al Hareth de Sur, a 150 kilómetros al sureste de la capital omaní. El Consejo Consultivo (Majles al Shura) carece de poderes legislativos, pero los 611.906 inscritos en el censo electoral confían en que sus 85 delegados trabajen para trasladar sus inquietudes al Gobierno. Al frente de todas ellas, la necesidad de empleos para los jóvenes.
Fue esa falta de perspectivas laborales la que hizo que en 2011, al hilo de la primavera árabe, estallaran algunas protestas en el apacible sultanato. Con la mitad de los 2,3 millones de omaníes por debajo de los 25 años, el país se enfrenta al reto de diversificar su economía, aún demasiado dependiente de los hidrocarburos, y de convencer a sus jóvenes para que acepten los trabajos que todavía realizan 1,8 millones de trabajadores extranjeros, sobre todo en el sector privado, donde la paga y los horarios no son tan ventajosos como en el público. La tasa oficial de paro es de un 15%.
En el puerto de Sur, de 71.000 habitantes y antaño un centro de fabricación artesanal de dhows (los tradicionales barcos de vela de las costas de la península Arábiga), apenas queda un astillero que sobrevive gracias a las subvenciones oficiales. Sólo la cercana planta de exportación de gas licuado ofrece perspectivas laborales para los 4.000 alumnos matriculados en su Centro Universitario de Ciencias Aplicadas. El potencial turístico de la inmensa playa que se extiende frente al Índico aún está por desarrollar.
“La primavera árabe no nos afectó porque somos un país estable; hubo peticiones de trabajo y el Gobierno lo entendió y respondió creando empleo”, asegura el gobernador de Sur, el jeque Musallam al Mahrooqi. Vestido con la tradicional túnica blanca, el turbante omaní y la daga ceremonial, el responsable defiende que “los jóvenes tienen ahora muchas oportunidades”, pero que hay algunos problemas con los oficios y profesiones técnicas porque “los ciudadanos son selectivos”.
Un periodista local discrepa. “Nos hacen falta más puestos de trabajo y mejores servicios”, asegura. ¿Pueden lograr eso los miembros del Consejo? “No lo sabemos, pero la verdad es que los anteriores no lo hicieron”, responde con genuina franqueza.
Aun así, 22.000 ciudadanos de Sur se han inscrito para votar, un derecho que tanto hombres como mujeres pueden ejercer a partir de los 21 años, eso sí, en mesas electorales separadas. A la elevada participación contribuye sin duda el día libre que los trabajadores consiguen con el justificante de haber depositado su papeleta. Pero también se observa un cierto sentido del deber entre personas mayores y discapacitados que acuden en silla de ruedas.
Intriga no obstante la aglomeración de votantes a las puertas de los colegios, donde algunos candidatos les ofrecen refrigerios y, en ciertos casos, dinero “para cubrir los gastos de transporte”, según denuncia la prensa local. Aunque la práctica constituye un delito, los comentaristas estiman que las autoridades no hacen suficiente para desterrarla.
“Están comprando votos”, denuncia Aisha Alawi, una de los diez candidatos que se presentan en Sur, mientras indica la aglomeración de mujeres fuera del colegio electoral de Bilad Sur, uno de los tres de la ciudad. Según esta mujer, “el 80 %” de los electores reciben alguna remuneración. Poco después, llega la noticia de que la policía ha detenido a un candidato al que ha pillado en flagrante delito en Bu Baraqah, al norte del país.
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