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La estrategia de Obama en Oriente Próximo se complica

La tensión entre Arabia Saudí e Irán es un nuevo obstáculo ante la guerra civil siria

Marc Bassets
Protesta en Teherán por la ejecución en Arabia Saudí, el 2 de enero, del clérigo chií Nimr al Nimr
Protesta en Teherán por la ejecución en Arabia Saudí, el 2 de enero, del clérigo chií Nimr al NimrEbrahim Noroozi (AP)

La tensión entre Irán y Arabia Saudí complica la estrategia de la Administración Obama en Oriente Próximo. Ambos países —el primero, rival de EE UU desde 1979; el otro, aliado desde la Segunda Guerra Mundial— son piezas necesarias para los planes del presidente Barack Obama en la guerra civil en Siria o para frenar la proliferación nuclear en la región. Tras la ejecución de un clérigo disidente chií en Arabia Saudí, el asalto de la embajada saudí en Irán y la ruptura de las relaciones diplomáticas, Obama mantiene la equidistancia.

La Casa Blanca ha evitado condenar la ejecución del clérigo chií y ha llamado a Irán y Arabia Saudí- a rebajar la tensión.

“Todo esto ha tensionado las relaciones entre EE UU y Arabia Saudí, puesto que Washington ve en la escalada un intento de forzar a EE UU a apoyar a Arabia Saudí y socavar las oportunidades de mejorar las relaciones con Irán”, dice Trita Parsi, presidente del Consejo Nacional Irano-Americano y autor de un libro sobre la diplomacia de Obama con Irán. “Washington debería evitar tomar partido, y trabajar con los aliados para intentar contener esta crisis y forzar a ambas partes a desescalar [la tensión]”.

Durante parte de la Guerra Fría, Arabia Saudí e Irán fueron los dos pilares de la estrategia estadounidense en Oriente Próximo. A cambio de la protección militar, la monarquía saudí aseguraba la provisión de petróleo. El Irán del sha Reza Pahlevi actuaba como gendarme regional. El primer aliado era suní; el otro, chií. Ambos, regímenes autoritarios.

La estrategia de los dos pilares se desmoronó en 1979 cuando la revolución derrocó al sha. El Irán de los ayatolás rompió con EE UU. La relación con Arabia Saudí evolucionó de forma distinta. En 1991, Arabia Saudí fue la principal plataforma para lanzar la primera guerra del Golfo contra el Irak de Sadam Hussein. Diez años después, el 11 de septiembre de 2001, Al Qaeda estrelló tres aviones contra EE UU: 15 de los 19 secuestradores aéreos eran saudíes. Desde EE UU se cuestionó el papel de los saudíes en el 11-S y la excesiva dependencia del petróleo saudí. En Arabia Saudí se vio con recelo el ascenso chií en Irak tras la invasión estadounidense de 2003.

Deterioro con Riad

Con Obama, la relación con Arabia Saudí se ha deteriorado, al tiempo que EE UU se acerca a Irán, rival chií de la Arabia Saudí suní. Riad no entendió que Obama tolerase la caída de Hosni Mubarak en Egipto en 2011 y alentase las primaveras árabes, que desafiaban a los regímenes autoritarios proestadounidenses en la región. En paralelo, el boom energético en EE UU gracias al fracking —una técnica para extraer petróleo— redujo la dependencia. A esto se añadió la renuncia de Obama, en 2013, a intervenir en Siria para derrocar a Bachar El Asad, aliado del Irán chií. La guerra siria enfrenta a fuerzas apoyadas por Irán y por Arabia Saudí.

El colofón fue el acuerdo, aprobado en julio de 2015 en Viena, entre EE UU y las potencias del Consejo de Seguridad de la ONU, de un lado, e Irán del otro. El acuerdo frena temporalmente el acceso de Irán a la bomba nuclear a cambio del levantamiento de las sanciones. Pero es algo más. Permite reintegrar a Irán en el concierto de las naciones. El momento en que la posición de Irán se normalice del todo, el día que se reabran las embajadas en Teherán y Washington, queda lejos. Pero Arabia Saudí —como Israel, el otro aliado fundamental de EE UU— teme que el acuerdo nuclear consolide a Irán como potencia regional chií.

Eso no significa que la relación peligre. Desde 2010, la Administración Obama ha informado al Congreso de la venta de aviones, helicópteros, sistemas antimisles, bombas, vehículos armados y otro equipamiento militar por valor de 90.000 millones de dólares, y Arabia Saudí usa armamento e inteligencia estadounidense para bombardear en Yemen, según un informe del Servicio de Investigación del Congreso. EE UU necesita a los saudíes para luchar contra el Estado Islámico.

A la espera del próximo presidente

En un año todo puede cambiar. Un republicano podría suceder a Obama en la Casa Blanca, y EE UU tendría un presidente prosaudí sin complejos y contrario al acuerdo nuclear con Irán. “En un Oriente Próximo destruido por las guerras civiles, las convulsiones políticas y el imperialismo iraní, los saudíes son nuestro mejor amigo en la península arábiga·, escribe el conservador The Wall Street Journal en un editorial. “EE UU debería dejar claro a Irán y a Rusia de que defenderá al Reino de los intentos iraníes de desestabilizar o invadir”.

Arabia Saudí, dijo hace unos días en un mitin el senador y aspirante a la Casa Blanca Marco Rubio, “no es un enemigo de EE UU”. “Irán ha sido nuestro enemigo. Tienen una disputa y este presidente va y dice: “Eh, tíos, ¿por qué no os lleváis bien?”

 

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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