Misión UE: frenar a los migrantes de Libia
La Unión ha destruido 800 barcazas y formado a 200 guardacostas pero los expertos dudan de la eficacia a largo plazo de la estrategia
La travesía para alcanzar Europa por el Mediterráneo es este invierno aún más peligrosa. Por cada 27 migrantes que han llegado a la tierra prometida uno se ha ahogado. Pese a los naufragios, los horrores de Libia, las menguantes políticas europeas de asilo y el auge de los populistas más hostiles hacia los extranjeros, cientos de personas emprenden a diario el arriesgado viaje. Italia se mantiene como el gran puerto de entrada y Libia, como el principal punto de partida aunque las llegadas a España han aumentado muy notablemente. “Lo que ocurra en Libia será lo más decisivo para el número total de llegadas a las fronteras exteriores de la UE, siempre y cuando el acuerdo [migratorio] con Turquía se mantenga”, afirma Frontex en su Análisis de Riesgos para 2018. El país magrebí es la prioridad de la política migratoria de la UE.
El acuerdo con Turquía redujo inmediatamente las salidas desde su costa; a fin de cuentas fue suscrito con un Estado centralizado con instituciones sólidas. La colaboración con Marruecos es estrecha. Libia, en cambio, es un rompecabezas diabólico ingobernable. Allí viven seis millones de libios y 800.000 migrantes, según las estimaciones de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). La mitad, según la OIM, no tiene intención de saltar a Europa, van y vienen por la región. Pero, “dada la inestabilidad en Libia, pueden cambiar de opinión en función de las condiciones sobre el terreno o de su experiencia allí”, advierte Ryan Schroeder, portavoz de este organismo.
Desde que en 2015, tras la conmoción por un gran naufragio (700 muertos en Lampedusa), decidió poner el foco en el país más impredecible del Magreb, la UE ha ido aplicando una batería de programas para, ante todo, frenar a los migrantes: vigilancia militar aérea y marítima, destrucción de pateras, formación de guardacostas, persecución de traficantes de personas, ayudas para que los migrantes regresen a sus países o reciban asilo en Europa… “Las políticas europeas se han centrado en asegurar las fronteras, en dar apoyo a la Guardia Costera libia —íntimamente ligada a las milicias responsables del tráfico de personas— y bloquear los flujos. La UE protege sus propios intereses y no los de Libia; a largo plazo, puede ir en detrimento de la situación de seguridad en el país y de los migrantes”, sostiene Stefano Torelli, investigador experto en inmigración por el Mediterráneo y el Norte de África del European Council on Foreign Relations (ECFR).
Pero, ¿cuán eficaces han sido esas políticas? El consorcio académico Eunpack acaba de publicar Buenas intenciones, resultados mixtos, un detallado estudio financiado con fondos de la UE que evalúa el impacto de esas políticas en base a 50 entrevistas con representantes de la UE, la ONU, las autoridades libias y ONG. “Los líderes de la UE han ido poniendo parches para dar respuestas inmediatas al nerviosismo de sus electorados que supuestamente perciben los crecientes flujos migratorios desde Libia como una amenaza existencial”, escriben los investigadores. Señalan también “la brecha entre los ambiciosos objetivos y aspiraciones, y la capacidad o la voluntad de lograrlos” y recalcan que el objetivo estratégico era “crear instituciones estatales estables en Libia”.
Como recalca Torelli, “gestionar [la relación con] Libia no es una tarea fácil para la UE”. Con un territorio que triplica el español, desde el derrocamiento del tirano Muamar Gadafi es un puzle para la diplomacia con un Gobierno internacionalmente reconocido en Trípoli que se disputa el poder con otro Gobierno en el este, las tribus y decenas de poderosas milicias. Es tan inseguro que el enviado de la ONU no puede visitar parte del territorio, recuerda el experto de ECFR, y los representantes de la UE no pueden salir de ciertos barrios de Trípoli, según Eunpack. “Todos estamos envueltos en la misma niebla, nadie tiene un conocimiento real de lo que pasa en el terreno”, declaró a los investigadores un trabajador humanitario sometido también a restricciones de seguridad.
Así analiza Eunpack las principales políticas europeas en Libia:
Los guardacostas
Son la última panacea. Más de 200 han sido formados por europeos y se espera que para fin de año sean 400 de los 3.000 miembros que tiene el cuerpo. El informe considera imprescindible que la UE extreme las cautelas al seleccionar a los que entrena para que no se le cuelen individuos corruptos o vinculados a los traficantes de personas y urge a emprender “una reforma a fondo del sector de la seguridad porque las políticas cortoplacistas pueden derivar en una indeseada legitimación e institucionalización de actores muy controvertidos”.
El último Ejecutivo italiano, agobiado por el volumen de migrantes (el pasado 14 de julio desembarcaron 5.115 en sus puertos), llegó a “un acuerdo con el Gobierno reconocido (al menos indirectamente) con milicias armadas responsables de la partida de migrantes para frenar el flujo” con el consiguiente “reforzamiento del papel político de las milicias”, recuerda el experto del ECFR. Desde agosto, las llegadas a Italia cayeron drásticamente. Y los libios cada vez interceptan más pateras y llevan a los migrantes de vuelta a tierra. Este año han desembarcado en sus puertos a 2.856, a los que Acnur (la agencia de la ONU para los Refugiados) ha atendido, explica su portavoz en Libia, Paula Barrachina. Los libios interceptaron a 15.000 personas el año pasado.
Vigilancia y desmantelamiento del negocio
Los seis barcos (incluidas tres fragatas), tres helicópteros y cuatro aeronaves desplegadas en la operación Sophia han servido para destruir 800 embarcaciones. Pero los traficantes sustituyeron los barcos de madera en los que metían a 800 personas por lanchas de goma que cuestan 300-500 dólares y permiten trasladar a un centenar de personas a las que cobran 350-800 dólares por cabeza, según el informe. Como son más frágiles y van repletas, "los naufragios y las muertes se han disparado".
Los 109 sospechosos de tráfico de inmigrantes detenidos son de poca monta y su arresto no ha perjudicado al negocio, sostienen los investigadores. Esta misma semana, la colaboración entre las fiscalías de Libia e Italia, la antigua potencia colonial, cuajó en las órdenes de detención contra 200 sospechosos de traficar con migrantes, según la oficina del fiscal general en Trípoli, que dice haber constatado vínculos entre los traficantes y yihadistas que operan en la zona.
Fondo Fiduciario para África
Nació como un instrumento de ayuda rápida, flexible y eficaz “para estabilizar y afrontar las causas profundas de la inmigración irregular”. Inspirado en el pacto migratorio UE-Turquía, en 2017 se aprobaron programas por 160 millones para Libia, reflejo, según Eunpack, de hasta qué punto se ha convertido en un país prioritario. Estos fondos contribuyen a financiar las repatriaciones y evacuaciones.
Repatriación de migrantes
La OIM ha organizado desde diciembre el retorno, en teoría voluntario, de 15.000 migrantes a sus países. El 75% de estos estaban recluidos en centros de detención oficiales, donde los abusos son norma, según las ONG. Una situación que, según los académicos de Eunpack, evidencia que aceptar el regreso a casa “es una mera necesidad más que una elección voluntaria”. Como la legislación libia criminaliza a todo el que entra ilegalmente en su territorio, quedan unos 4.000 migrantes en esas cárceles oficiales, pese al reciente esfuerzo de las organizaciones multilaterales se han esforzado por vaciarlos.
Evacuación y reasentamiento de refugiados
En Libia hay casi 50.000 solicitantes de asilo. En los últimos meses Acnur ha evacuado, mayoritariamente a Níger, a 1.334 perseguidos con derecho a protección internacional. Es una cifra modesta, pero ya han topado con un obstáculo importante, recalca Torelli: “La escasa disposición política de los países de la UE a acogerlos. Italia dio la bienvenida a 312, Rumanía a dos, pero quedan mil en Níger a la espera de ser reasentados en un país europeo”.
El informe Buenas intenciones, resultados mixtos concluye que “las discordancias entre las declaraciones grandilocuentes y las acciones realmente implementadas sobre el terreno son el resultado de utilizar asuntos de política exterior con fines de política interna”.
Acnur también atiende en Libia a 165.000 locales desplazados de sus hogares por el conflicto desatado en 2011, que culminó con los ataques de la OTAN y la muerte de Gadafi. Otros 341.000 han regresado a sus comunidades, detalla Barrachina.
Embargo de armas y contrabando de petróleo
Fueron inspeccionados tres barcos sospechosos de llevar armas a milicianos islamistas. Un ejemplo de la disparidad de prioridades entre las autoridades de ambas orillas es el contrabando de petróleo, que preocupa sobremanera a los libios pero no tanto a la UE.
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