El jubilado mexicano que quiso ser Miguel Ángel
Un anciano ha dedicado casi 20 años a recrear la Capilla Sixtina en una parroquia de un humilde barrio de Ciudad de México
Después de un viaje a Roma a finales de los años noventa durante el que tuvo la oportunidad de visitar la Capilla Sixtina de artista renacentista Miguel Ángel Buonarroti, el mexicano Miguel Macías tuvo una idea. A punto de jubilarse, pensó que podría emplear el tiempo del que iba a disponer en replicar aquellas delicadas pinturas en el techo de su parroquia, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, situada en el noreste de la capital mexicana. Casi dos décadas después y pasados los 70 años, el Miguel Mexicano, que no se considera artista ni pintor, posa con el resultado de un trabajo en el que ha puesto empeño, horas de trabajo y dinero, pero asegura: “ha valido la pena”.
En el humilde barrio donde se encuentra su parroquia es difícil que sus habitantes tengan la oportunidad de visitar Italia con lo que sus pinturas acerca a los feligreses los frescos que cubren la capilla más emblemática de la basílica de San Pedro en el Vaticano. Cuando empezó su proyecto en 1999, el mexicano pensó que, teniendo en cuenta la tecnología actual, incluida la luz eléctrica, podría acabar en seis años pero su obra se ha prolongado 18 años. Y todavía no la da por concluida. Faltan por colocar cuatro lienzos que ya están pintados pero... “hasta que lo pegue no diré ‘gracias a Dios se ha terminado’”, dijo en declaraciones a Efe.
"Miguel Ángel estuvo cuatro años (para pintarlo). A él le pagaron, le ayudó la familia Medici y era un genio, pero yo no. Yo ni pintor me considero. Esto es una obra de Dios, yo solo hice lo que me correspondía hacer", asegura Macías. Su iniciativa se hizo popular rápidamente y llegó a oídos de pintores de todo el país que han acudido a ayudarle desinteresadamente. Sus nombres aparecen en algunos de los murales en reconocimiento. El mexicano se siente orgulloso de su obra y destaca que las medidas casi son idénticas, la diferencia va en la altura. En la capilla de Roma hay 20 metros del suelo al techo, en la versión mexicana son 10 metros, lo que permite a los visitantes ver más de cerca la obra del septuagenario. “Se ve más cerca, se aprecia más y se ven más los detalles”, dice.
En estos años ha trabajado instalado en un taller improvisado en un tejado de la parroquia, pintaba los lienzos de 15 metros de ancho que luego pegaba en el techo de la iglesia. En ese taller sufrió caídas, sofocos, inundaciones y robos pero para aguantarlo todo escribió un lema en una cortina: "No te rindas, Miguelito". Y así ha sido en estas casi dos décadas en las que tres Papas distintos han pasado por el Vaticano.
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