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EN ANÁLISIS
Columna
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Fujimorismo

Una concepción de la política que debe erradicarse de toda América Latina

Keiko Fujimori tras ser detenida el miércoles.
Keiko Fujimori tras ser detenida el miércoles.EFE

El miércoles 3 de este mes, la Corte Suprema de Perú anuló el indulto que beneficiaba a Alberto Fujimori. El perdón presidencial le había sido concedido por Kuczynski en diciembre de 2017. Se trató de una negociación por la cual una parte de la bancada fujimorista le prestó los votos necesarios para permanecer en el poder, aunque solo por tres meses. El máximo tribunal revirtió la medida argumentando que el indulto no es pertinente para crímenes de lesa humanidad.

Una semana más tarde, Keiko Fujimori fue detenida de manera preventiva por 10 días. Ello en el marco de la investigación por irregularidades en el financiamiento de campañas. Bajo la figura de delación premiada y según testimonio del Director Ejecutivo de Odebrecht en Perú, la constructora brasileña le habría aportado 1.2 millones de dólares para la elección de 2011.

El jueves 11, a su vez, sin tratamiento en comisiones y tras media hora de debate, el Congreso aprobó una ley según la cual los presos mayores de 78 años que hayan cumplido un tercio de su condena pueden completarla mediante arresto domiciliario. Llamada “ley de ejecución humanitaria de la pena”, es un traje a la medida de Fujimori. Fue introducida por Fuerza Popular, bloque parlamentario mayoritario que lidera su hija Keiko, siendo aprobada por 55 votos a 30 y dos abstenciones.

Todo esto en ocho días. Así es el fujimorismo, fuera del poder pero con todo el poder de veto en sus manos. Se hizo gobierno en 1990, casi por casualidad, forjando su identidad política en 1992; una identidad autoritaria, esto es. Disolvió el Congreso, suspendió derechos y garantías, avasalló al poder judicial y escribió una nueva Constitución en 1993. Si aquella fue a su medida, no puede sorprender que una ley “humanitaria” de hoy también lo sea.

Gobernó por medio del chantaje, institucionalizado por Vladimir Montecinos, el hombre fuerte de aquel gobierno también cumpliendo condena por corrupción, esterilizaciones forzosas y masacres de campesinos. El colapso fue de un día para el otro, cuando se filtraron los videos con los que extorsionaban a políticos, militares, periodistas, jueces y fiscales. Montesinos cayó en septiembre de 2000, Fujimori renunció dos meses más tarde con un fax desde Japón.

De ahí en más Perú ingresó en el camino de la fragmentación, con presidentes en permanente minoría parlamentaria y partidos efímeros, incapaces de sobrevivir más allá del periodo presidencial de su fundador. Cambio 90, Perú Posible, Partido Nacionalista y ahora tal vez Peruanos por el Kambio ilustran el punto. Otros se han debilitado en gran forma, APRA y Acción Popular. El fujimorismo, Fuerza Popular, parece ser el único con la aptitud necesaria para sobrevivir la crisis producida por sí mismo.

Es bajo la larga sombra del fujimorismo que hoy se practica el veto. Sus viejos métodos se reproducen con más elegancia y sus antiguos funcionarios se reciclan en diversos ámbitos de la burocracia estatal con relativa facilidad. Lucen ropas más civiles y utilizan la gramática de la legalidad constitucional. No gobierna desde el año 2000 y sin embargo la política sigue siendo fujimorista.

En Perú y más allá. Es que fue por Fujimori—y por el fujimorismo como manera de hacer política—que se escribió y adoptó la Carta Democrática Interamericana en 2001. Parteaguas intelectual y diplomático, reformuló la propia noción de ruptura democrática, ya no reducida al golpe militar clásico, y subrayó la necesidad de diseñar nuevos instrumentos para intervenir ante dichas crisis. Un presidente democráticamente electo también podía alterar las instituciones, perpetuarse en el poder e instaurar una dictadura.

Eso vive América Latina hoy. Fujimori fue pionero; el fujimorismo, una práctica precursora. No lo imaginábamos así entonces, pero la región se enfrenta hoy a diversas formas de fujimorismo, solo que en el espejo: lo que antes estaba a la derecha hoy aparece a la izquierda. Lo demás es idéntico: el debilitamiento del orden constitucional, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos.

Si es derecha o izquierda resulta irrelevante, lo fatídico es el contagio del método. Por la supervivencia de la democracia hay que erradicar el fujimorismo como concepción de la política, en Perú y en todas partes.

@hectorschamis

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