_
_
_
_

Pregunte usted: Macron lo sabe todo

El líder francés exhibe en los debates con alcaldes y ciudadanos un dominio detallado de los temas, reflejo de la formación de las élites de su país

Marc Bassets
Emmanuel Macron en un debate con jóvenes en Etang-sur-Arroux (Francia)
Emmanuel Macron en un debate con jóvenes en Etang-sur-Arroux (Francia)LUDOVIC MARIN (AFP)

Todo lo sabe y para todo tiene respuesta. Del cultivo de zanahorias en Normandía a la reintroducción del oso en los Pirineos, pasando por la crisis de la psiquiatría.

Emmanuel Macron entra en la sala. Se sienta. Escucha y toma apuntes. Las sesiones duran hasta más de seis horas. Cuando habla, se pone en pie. Da la impresión de que ningún tema le escapa. Como se decía de Manuel Fraga, tiene el Estado en la cabeza.

¿Líder ejemplar? ¿O repelente niño Vicente?

El presidente francés lleva semanas viajando por Francia para reunirse con alcaldes, ciudadanos, estudiantes en el marco del gran debate nacional, un ejercicio que consiste en centenares de reuniones locales en las que los ciudadanos de a pie pueden expresar sus quejas y peticiones. Confía en superar así la crisis de los chalecos amarillos, los franceses que desde noviembre protestan por la pérdida de expectativas de las clases medias empobrecidas. Macron ha participado en siete de estas reuniones.

Más información
Así se fabrica un presidente de Francia
La literatura del malestar francés

Hace unos días, en Occitania, y en respuesta a un alcalde del departamento de Arriège, fronterizo con España y Andorra, dijo: “Cuando veo la situación del oso en todos los valles, en algunos lugares las cosas van bien y en otros no, y más o menos podemos explicarlo. Y es que en el momento del destete hay osos que se ponen a atacar al ganado”. “No hay que erradicarlo todo”, añadió, antes de abordar las variedades del “pastoralismo y sus tradiciones” en función del valle pirenaico del que se trate. “En vuestro valle”, añadió señalando a otro alcalde, “se dejan los animales solos por la noche y es más fácil que el oso les ataque”.

Esta semana, en Évry-Courcouronnes, cerca de París, respondió a un médico que lamentaba las condiciones en el tratamiento de enfermedades mentales: “Usted ha desvelado un continente en el que no lo hacemos bien: la salud mental. Tenemos una psiquiatría francesa que es una gran escuela, pero que ha sufrido mucho. Sin entrar en detalles: progresivamente la neuropsiquiatría, que era una disciplina de excelencia, se escindió, la psiquiatría conoció una crisis y durante tiempo los hospitales psiquiátricos estuvieron infradotados”.

En Normandía, a mediados de enero, un alcalde se inquietó por el futuro de la afamada zanahoria de su pueblo, Créances, debido a la prohibición de un pesticida. “No puede ser que, a los agricultores que quieren vivir de su trabajo y que alimentan a nuestra población, les digamos: ‘No tenéis derecho a utilizar [este pesticida], no hay solución, se acabó’. Eso es aberrante”. El alcalde, satisfecho, declaró después a la prensa local: “Voy a ser sincero: el presidente ha estado muy atento y ha respondido con detalle a las preguntas de los cargos electos presentes. He tenido la impresión de que conocía los temas”.

Ninguno de los temas citados es fundamental en la revuelta de los chalecos amarillos ni en los debates, donde los impuestos, los servicios públicos, la vivienda, el transporte, la educación o la democracia monopolizan la discusión. Pero las intervenciones revelan cómo, hasta en preguntas técnicas, el presidente sabe improvisar una respuesta que suele ser sustancial.

Tal habilidad no le viene de la nada. Macron está entrenado desde pequeño. A los alumnos como él, la escuela francesa les prepara para esto. Y él llegó a una cúspide de este modelo educativo: la Escuela Nacional de Administración (ENA), vivero de la clase dirigente. En la mitología de los enarcas (como se conoce a los antiguos alumnos de esta institución), ocupa un lugar central el grand oral, el examen de ingreso, que pone a prueba la preparación técnica, la cultura general y el temple de los aspirantes.

El 'grand oral'

“Lo que quieren verificar los miembros del jurado son los conocimientos, si entienden el tema y si saben definir la problemática en todos sus matices”, dice Guy Jacquemelle, autor de Le Grand Oral de l’ENA, de 1995. “Pero también intentan ver si, con preguntas a las que el aspirante no sabe responder, este logra esquivarlas y resolverlo con una pirueta”.

Uno de los testimonios incluidos en el libro de Jacquemelle es el de un joven llamado Édouard Philippe, que acababa de aprobar el concurso de la ENA. Un enarca, definía el joven, “es capaz de comprender rápido muchos problemas complicados, y sintetizarlos”. Y explicaba que desconfiaba de los enarcas demasiado brillantes. “Son fascinantes, pero me desagradan”, decía.

Philippe, hoy primer ministro, podría haber estado hablando de su futuro jefe, Macron, quizá el enarca más brillante de su generación. La brillantez tiene doble filo. En tiempos de resentimiento contra las élites (y la ENA es el símbolo máximo de elitismo republicano), saberse la lección al dedillo puede pasar por arrogancia.

“Déjenos trabajar, confíe en nosotros y escúchenos”, le dijo una alcaldesa rural en el debate en Normandía. “Y deje de cambiar las leyes todo el tiempo porque yo, con una secretaria ocho horas por semana, le aseguro que tendría que haber ido a la ENA y saberlo todo, y no es posible".

La violencia rutinaria

Una violencia rutinaria se ha instalado en Francia desde que en noviembre estalló el movimiento de los chalecos amarillos, la prenda fluorescente que simboliza la revuelta. Cada fin de semana se repite el guion: la violencia por parte de chalecos amarillos o de alborotadores contra mobiliario urbano, edificios institucionales, comercios y policías. Y los heridos por bala de goma u otros proyectiles lanzados por la policía. Un manifestante perdió ayer varios dedos en París por un proyectil de l, según un testimonio citado por la agencia France Presse. Era el decimotercer sábado de protestas. El ministerio del Interior contó 51.400 manifestantes en todo el país y 4.000 en la capital. El viernes, el presidente de la Asamblea Nacional, Richard Ferrand, denunció un intento de incendio en su residencia en Bretaña. Se desconoce la causa. Decenas de miembros del partido del presidente Emmanuel Macron han sufrido agresiones o amenazas en los últimos meses.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_