Rohaní busca en Irak ayuda para sortear las sanciones de EEUU
El presidente de Irán viaja a Bagdad acompañado de una amplia delegación política y de negocios
El presidente de Irán, Hasan Rohaní, realiza desde el pasado lunes su primera visita oficial a Irak, que se prolongará hasta el miércoles. Dada la influencia que la República Islámica ejerce sobre su vecino, el viaje va más allá de las relaciones entre dos países que comparten casi 1.500 kilómetros de frontera. Teherán confía en que Bagdad le ayude a sortear las sanciones económicas que le ha impuesto EE UU. Rohaní también espera que le reciba el gran ayatolá Ali Sistani, respetada autoridad chií que discrepa del sistema político-religioso iraní.
“Tenemos las condiciones adecuadas para cooperar en todas las áreas, incluido el comercio y la inversión (…). Irak es un país importante y puede tener un papel más relevante en la seguridad regional”, declaró Rohaní tras reunirse con su anfitrión, el presidente Barham Salih, según las agencias de noticias. A diferencia de la visita relámpago que el presidente de EE. UU., Donald Trump, realizó el pasado diciembre a una base militar fuera de Bagdad, el mandatario iraní está acompañado de una nutrida delegación política y de hombres de negocios.
Poco antes de salir de Teherán, Rohaní dijo que las relaciones de Irak con Irán no podían “compararse con las que mantiene con EE UU, un país que es odiado en la región”. Salih, sin mencionar al aliado estadounidense, ha dado las gracias a Irán por su apoyo y ha dicho que era una suerte tenerlo como vecino. Irak e Irán mantienen una compleja relación histórica, cultural y religiosa. Aunque dos tercios de los iraquíes son musulmanes chiíes como el 90% de los iraníes, unos son árabes y los otros herederos de los persas; además, aún tienen reciente su última guerra (1980-1988).
Desde que EE UU derribara a Sadam Husein en 2003, los sucesivos gobiernos iraquíes vienen haciendo un verdadero ejercicio de equilibrismo entre sus dos principales aliados, Washington y Teherán, enemistados entre sí y sin relaciones diplomáticas desde hace cuatro décadas. La ayuda iraní ha sido instrumental en la lucha contra el autodenominado Estado Islámico (ISIS), algo que llegó a reconocer implícitamente EE UU. Sin embargo, la Administración Trump intenta minar la influencia regional de Irán, lo que se ha traducido en su salida del acuerdo nuclear y la reimposición de sanciones económicas.
Expulsado de los mercados internacionales, Irán se ha visto obligado a volverse hacia sus vecinos. Con Irak, aspira a aumentar sus intercambios comerciales de los actuales 12.000 millones de dólares hasta los 20.000 millones. Sin embargo, más allá de los acuerdos que ha firmado en energía, transporte, agricultura, industria y sanidad, lo que Rohaní busca es una vía de salida a sus exportaciones y el modo de cobrarlas, bien sea en dinares o euros, para sortear las sanciones estadounidenses.
Sistema de pagos
De hecho, como preparación de la visita de la visita presidencial, los gobernadores de los respectivos bancos centrales, el iraní Abdolnaser Hemmati y el iraquí Ali al Alaq, han estado trabajando en un sistema de pagos, según informó la agencia Tasnim (próxima a los Pasdarán iraníes) a primeros de febrero. El objetivo sería que Irán pueda exportar sus hidrocarburos a Irak y recibir el pago en euros. No está claro cómo van a sortear la vigilancia de EE UU, que ya ha advertido a Irak que sancionará a sus bancos y bloqueará su acceso a dólares si se convierte en un canal para que Irán se haga con divisas.
Además, Irak también sufre el efecto de las sanciones. Por un lado, depende del gas iraní para alimentar sus centrales eléctricas y aunque ha obtenido una exención temporal, EE UU le presiona para que diversifique sus proveedores. Por otro, le resulta complicado encontrar alternativas a su segundo abastecedor de productos de consumo cuando el derrumbe del rial ha abaratado sus importaciones de Irán.
Rohaní, que también se ha entrevistado con el primer ministro Adel Abdul Mahdi, tenía previsto viajar a las ciudades santas chiíes de Nayaf y Kerbala. Allí esperaba ser recibido en audiencia por el gran ayatolá Sistani, el maryá o fuente de emulación que está al frente del seminario de Nayaf, rival del iraní de Qom, y que siempre discrepó de la doctrina del velayat-e-faqih (gobierno del jurisconsulto) del fundador de la República Islámica, el fallecido ayatolá Jomeini. De confirmarse, será el primer presidente iraní que lo consigue, ya que Sistani se negó a recibir a su predecesor, Mahmud Ahmadineyad, en 2008. Tal audiencia enviaría un poderoso mensaje tanto a los dirigentes iraquíes como a EE UU y sus aliados árabes de que Bagdad debe trabajar con el Gobierno iraní.
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