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Europa presiona para blindar la lucha contra el cambio climático en el G20

"Los estadounidenses mantienen un lenguaje muy duro en la mesa de negociaciones", afirma el presidente francés, Emmanuel Macron

Macarena Vidal Liy
La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, hoy en Osaka en la cumbre del G20.
La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, hoy en Osaka en la cumbre del G20.ELIOT BLONDET (AFP)

 En el centro de prensa de la cumbre del G20 que se ha inaugurado este viernes en Osaka (Japón), los envoltorios son de pulpa vegetal. Los bolígrafos gratuitos, de carbonato de calcio y no de plástico. Las papeleras reciclan tres tipo de materiales diferentes. El uso de papel está reducido al mínimo. Todo empuja a respetar al medio ambiente y tener presente la guerra contra la contaminación del plástico en el mar, una propuesta de la presidencia japonesa. Los platos son de papel, los cubiertos para los piscolabis son de madera. Pero a pocos metros en el centro de convenciones Intex, en sus sesiones de negociación a puerta cerrada, los líderes participantes se encuentran profundamente divididos sobre qué declarar al mundo acerca del cambio climático.

La cumbre más peliaguda del G20 desde su creación a raíz de la crisis financiera de 2008 se ha abierto en plena guerra comercial entre Estados Unidos y China -la reunión de sus dos presidentes es el acto más esperado de la cita global-, y con las posiciones más distanciadas que nunca en torno a las tensiones geopolíticas, el proteccionismo y el cambio climático. Unas diferencias que impiden aún cerrar el texto del comunicado final - según algunos negociadores, los equipos asesores se preparan para pasar la noche entera debatiendo con la esperanza de alcanzar un consenso de última hora- se hicieron obvias en la primera sesión, dedicada a la marcha de la economía global, comercio e inversiones.

Aunque no estaba previsto en el orden del día, varios de los oradores -en declaraciones a la prensa Takeshi Osuga, portavoz de la presidencia japonesa de la cumbre, no identificó quiénes ni cuántos, según las normas de estas conversaciones a puerta cerrada- sacaron a relucir el cambio climático, el asunto en el que las posiciones están más enrocadas. Y más enfrentadas.

El presidente francés, Emmanuel Macron, y el resto de los países europeos, junto a Canadá, quieren una mención específica de apoyo al acuerdo de París de 2015. Los países firmantes acordaron limitar entonces el aumento de las temperaturas a menos de dos grados centígrados con respecto a las preindustriales. Las políticas actuales llevan, según un informe de Naciones Unidas en 2016, a una elevación de al menos tres grados para finales de este siglo. Pero Estados Unidos se retiró unilateralmente en 2017 de ese pacto medioambiental, y veta ese lenguaje.

No es un problema que surja por primera vez. Desde 2017, los participantes en esta cumbre que agrupa al 85% de la economía mundial han adoptado como fórmula un “19+1” a la hora de referirse al medioambiente, que les permite hablar con una sola voz mientras Estados Unidos reitera en una declaración aparte su retirada del acuerdo de París. En la cumbre de Buenos Aires en diciembre pasado, todos los miembros, excepto EE UU, acordaron que el acuerdo de París era irreversible.

Pero este año, ante las presiones de Estados Unidos, la declaración propuesta por la presidencia japonesa -según un texto preliminar- amenazaba con ser mucho más débil y quedar en una mera felicitación por los progresos obtenidos y un deseo de avances en la próxima reunión de la ONU, el próximo diciembre. Otro borrador más reciente al que tuvo acceso Reuters sí reiteraba la condición irreversible del pacto de París.

“Los estadounidenses mantienen un lenguaje muy duro sobre la mesa”, ha especificado Macron, según el cual Washington busca socios entre los países participantes que le apoyen a la hora de “degradar el lenguaje del comunicado”. Pero si además de Estados Unidos hubiera otros países, dos o tres, que se negaran a sumarse a la declaración de apoyo a París “eso sería inaceptable para nosotros”, ha subrayado el presidente galo, que amenaza con no suscribir el texto si no se menciona la cumbre de hace cuatro años.

Arabia Saudí, Turquía o el Brasil de Jair Bolsonaro podrían ser algunos de los países sobre los que Washington intenta ejercer presión. El presidente estadounidense, Donald Trump, tiene previsto reunirse con los dos primeros este sábado, y se vio con el brasileño este jueves. El populista Bolsonaro, muy criticado por los europeos sobre su política ambiental, había llegado exigiendo respeto: “no aceptaremos ser tratados como en el pasado”, advertía. Pero, preguntado sobre las presiones de Estados Unidos, su portavoz, Otávio Rego Barros, ha echado balones fuera y ha subrayado que su país cree en el multilateralismo para atajar la emergencia climática.

La presidencia japonesa no descarta que en las sesiones del sábado, dedicadas al medioambiente, la energía y la lucha contra la contaminación del plástico en los mares, vuelva a salir a relucir la cuestión: “es posible”, ha declarado lacónicamente Osuga a la prensa.

Diferencias

Si los desacuerdos sobre cambio climático son los más fuertes, no son los únicos. Las diferencias sobre el proteccionismo y el libre comercio también han salido a relucir este jueves. La guerra comercial entre China y Estados Unidos representa un lastre que apunta con arrastrar al resto de la economía global. Trump mantiene una posición proteccionista y amenaza con extender a otros países la subida de aranceles que ya ha aplicado a 200.000 millones de dólares en importaciones chinas. Xi, por su parte, ha advertido en una reunión de los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica- que el proteccionismo “está destruyendo el orden comercial mundial…Esto también tiene un impacto sobre los intereses comunes de nuestras naciones y arroja una sombra sobre la paz y la estabilidad mundial”.

Nuevamente, Japón -el mejor aliado de Estados Unidos en Asia, que intenta negociar con Washington un tratado de libre comercio y renegociar su acuerdo de defensa, y que al mismo tiempo desea hacer más cálida su relación con Pekín- ha tratado de quitar hierro al asunto. “Hay riesgos a la baja debido a la escalada de esas tensiones. Los líderes del G20 estuvieron de acuerdo en la necesidad de que el grupo debería ser la locomotora que ponga la fuerza para lograr el crecimiento en la economía global”, ha sostenido Osuga.

Trump, que llegaba belicoso a la cumbre tras arremeter en diversas declaraciones contra Alemania, el tratado de defensa con Japón y la política comercial de India, China y Vietnam, negaba por su parte antes de su bilateral con Bolsonaro, que haya renunciado a imponer nuevos aranceles a las importaciones chinas a cambio de que Xi aceptara el encuentro del sábado. Sí intentó mostrarse más moderado que en días previos. Acerca de las conversaciones que celebrará este sábado con Xi, aseguró que serán “productivas”. “Va a resultar en algo que, esperamos, será bueno para ambos países”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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