Donald Trump busca recuperar protagonismo en seguridad y sanidad arrinconado por la crisis
El presidente de EE UU, con todos los sondeos en su contra a 100 días de las elecciones, intenta elevar su dañado perfil de líder utilizando la presidencia
En una campaña virtual, sin grandes eventos, con toda la agenda marcada por la respuesta a la pandemia de covid-19 y sus consecuencias económicas, Donald Trump se encuentra sin iniciativa y sin enemigos claros contra los que proyectarse como el líder que necesita Estados Unidos. Los últimos sondeos revelan una situación difícil a 15 semanas de las elecciones. Su rival demócrata, Joe Biden, está por delante en los sondeos en todos los Estados clave y en todos los temas. Trump busca recuperar la iniciativa mediática y para ello parece dispuesto a utilizar la mayor arma política a su disposición, el poder de la Casa Blanca, para utilizarla como púlpito y gobernar por decreto.
El mandatario parece haber encontrado en las grandes ciudades demócratas un tema para, al menos, agarrar algo de tracción para una campaña paralizada. Visto el interés nacional que ha despertado la actuación de las fuerzas federales que él envió a Portland (Oregón), se propone hacer lo mismo en Chicago, Nueva York, Philadelphia y Detroit.
En los primeros diez minutos de su Presidencia, Trump dejó boquiabierto a Washington hablando de la “carnicería americana” en unas ciudades arrasadas por el crimen, la miseria y las bandas. Nadie sabía de qué hablaba. La ola de protestas antirracistas tras la muerte de George Floyd, que ha dejado imágenes de excesos y violencia en las calles, le ha otorgado una pequeña excusa para hacer realidad su discurso de ley y orden, a pesar de que el problema se había reducido ya a la marginalidad.
La actuación irregular de las fuerzas de seguridad federales (formadas por las pocas policías que dependen directamente de Washington, como la patrulla fronteriza o los marshalls judiciales) en Portland ha generado el rechazo de todas las autoridades locales, más una denuncia en los juzgados. Vista la reacción, Trump sienta las bases para el escenario en el que se siente más cómodo: crear una crisis donde no la había para luego cobrar por solucionarla. Así lo ha hecho con el sistema de asilo en la frontera, con los jóvenes DACA o el comercio internacional.
Trump tiene problemas para mantenerse en el centro de la conversación. Con un Congreso a punto de irse de vacaciones, apenas puede contar con que se apruebe nada relevante de aquí a las elecciones de noviembre. En este sentido, parece dispuesto a utilizar el poder de la Presidencia y gobernar a golpe de órdenes ejecutivas que le permitan mantener la iniciativa, aunque no se lleguen a concretar. Lo ha hecho con las restricciones sin precedentes a la concesión de visados, que ha dejado a miles de familias en el limbo.
Tras otra decisión preliminar, durante unos días cientos de miles de estudiantes internacionales no sabían si iban a poder comenzar el curso en EE UU. La semana pasada anunció casualmente en una entrevista que daría un acceso a la ciudadanía a los dreamers. Este martes, anunció que se propone no contar a los inmigrantes indocumentados en el censo, otra decisión que será contestada en los tribunales (perjudica a las grandes ciudades que tienen que proveer los servicios) y le permitirá atacar a los demócratas. Fuentes de la Casa Blanca lanzaron también a los medios otro globo sonda: que se proponen regular los precios de los medicamentos por decreto, un anatema en el Partido Republicano.
Un rescate contra la crisis
Mientras, en la política real, el Partido Republicano trata de pactar una nueva ronda de rescate financiero para un país con un paro repentino disparado y una gestión sanitaria caótica que amenaza con retrasar durante meses la posible reapertura de la economía. Se espera que la nueva ley llegue al billón de dólares en ayudas. La Casa Blanca intenta que el paquete incluya asuntos que no convencen a los republicanos, como un recorte en las retenciones de la seguridad social en los sueldos, o condicionar las ayudas a los colegios a su reapertura. Las anteriores ayudas a parados expiran el 31 de julio y el Congreso se va de receso el 7 de agosto. Sin acuerdo, el presidente se puede encontrar en agosto con millones de familias desesperadas y sin un plan de ayudas que ofrecer.
En el aspecto sanitario, Trump se ha negado a aparecer en público con una mascarilla. Ha sido la parte más visible de una gestión sin rumbo en la que ha animado a saltarse las normas de confinamiento, ha pedido que se abran las escuelas contra todas las opiniones científicas y ha pasado la gestión de la pandemia a los Estados para luego criticarlos por gestionarla. Las encuestas dicen que la gran mayoría de los norteamericanos no confían en su liderazgo en este tema, que ya es el único tema. Trump parece haberse convencido de que no le va bien. El lunes, finalmente tuiteó una foto suya con mascarilla y dijo que era lo “patriótico”.
Trump dejó de dar ruedas de prensa diarias sobre el coronavirus a finales de abril, después de causar estupor en una comparecencia en la que dijo que era interesante la idea de inyectarse desinfectante o limpiar el virus con luz ultravioleta. Este martes volvió al atril de la Casa Blanca, pero esta vez sin equipo, con mascarilla en la mano y con un tono muy distinto. Recomendó utilizar la mascarilla y evitar aglomeraciones y admitió: “Las cosas empeorarán antes de mejorar”. Es una nueva oportunidad de utilizar la Presidencia para recuperarse como líder en la pandemia, al menos entre los suyos. Tres Estados que pueden dar el vuelco en las elecciones de noviembre (Arizona, Texas y Florida) están en una situación crítica después de que sus gobernadores republicanos hayan seguido las recomendaciones de Trump durante meses.
Prácticamente a 100 días de las elecciones, el mandatario trata de salir del hoyo mediático sin un tema de campaña claro. Toda la pólvora de 2016 está agotada: el muro ya está construido, Clinton no se presenta y a estas alturas se suponía que América ya debería ser grande otra vez. Las acciones y entrevistas de los últimos días dan pistas, si no de una estrategia per se, al menos de lo que intenta vender. Quizá por primera vez desde que entró en política, es la realidad la que le está marcando la agenda a él, especialmente desde que la pandemia de covid-19 frenó en seco la economía mundial.
Las grandes ciudades, un problema para Trump
En 2016, Trump no ganó en ninguna ciudad con más de un millón de habitantes. Las grandes ciudades de Estados Unidos, que tienen competencias en educación o en seguridad ciudadana, votan desde hace años a demócratas o a republicanos moderados que no tienen nada que ver con el presidente. Las elecciones legislativas de 2018 acentuaron esa tendencia y, más preocupante aún, la extendieron a los suburbios de las ciudades, donde está el grueso de votantes que pueden fluctuar de un partido a otro. Nada en las encuestas indica que la tendencia haya cambiado.
La pandemia de covid-19 hace imposibles desde el punto de vista médico los grandes mítines en los que Donald Trump se rodea de sus fieles y consigue colocar escandalosos clips de video en los telediarios durante días. Lo ha intentado dos veces. En Tulsa, Oklahoma, y en una iglesia de Phoenix el pasado 23 de junio. Aparte de dificultades para llenar grandes aforos, Trump queda como un temerario que arriesga la vida de sus seguidores. Desde entonces, el último mitin se lo echó a un grupo de periodistas a los que convocó a una supuesta rueda de prensa en la Casa Blanca, un uso del púlpito presidencial nunca antes visto en la política norteamericana.
Finalmente, este martes Trump tenía previsto celebrar su primer evento de recaudación de fondos virtual. Su rival demócrata, Joe Biden, le lleva mucha ventaja en este tipo de eventos. Nadie sabe cómo se hace campaña virtual, pero Biden al menos lleva meses ensayando. El pasado 24 de junio, por ejemplo, tuvo una reunión virtual de recaudación de fondos con presencia de Barack Obama en la que obtuvo 7,6 millones de dólares. En junio, la campaña de Biden recaudó 63 millones de dólares frente a los 55 millones del mandatario actual. En dinero disponible a finales de junio, ambas campañas superaban los 100 millones, con Trump ligeramente por delante.
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