El “doloroso” acuerdo de paz para el Alto Karabaj con Bakú desencadena protestas en Armenia
Rusia despliega a 2.000 soldados como “fuerza de paz” en el enclave del Cáucaso sur mientras el pacto amenaza con una crisis política en Ereván
Gran golpe y amarga derrota para los armenios. El acuerdo para poner fin a la guerra del Alto Karabaj entre Armenia, Azerbaiyán y Rusia ha desencadenado duras protestas en Ereván, que están a un paso de derivar en una crisis política. El pacto, anunciado la madrugada de este martes, que supone importantes logros de control territorial para Bakú, se percibe entre los armenios como una capitulación a un conflicto que lleva bullendo tres décadas y que en esta última escalada de seis semanas se ha cobrado más de 5.000 vidas. Mientras las manifestaciones se recrudecen en Ereván, cientos de soldados rusos que formarán un contingente de paz llegan al enclave del Cáucaso sur.
Moscú, que ha negociado el acuerdo, mantiene así su influencia en la región y deja fuera a Occidente. Aunque no forma parte del pacto, también supone un triunfo estratégico para Turquía —aliado de Azerbaiyán y cuyo apoyo diplomático y militar ha inclinado la balanza de forma decisiva a favor de Bakú—, que ha maniobrado para poner una pica en el Cáucaso sur, una región volátil entre Rusia, Turquía e Irán.
Las protestas estallaron en la capital armenia, Ereván, después de que surgiera la noticia del acuerdo. Una multitud enfurecida agredió al presidente del Parlamento, Ararat Mirzoyan, a quien golpearon hasta dejarle inconsciente; tuvo que ser hospitalizado. Los manifestantes irrumpieron en el edificio del órgano legislativo y saquearon la oficina del primer ministro, Nikol Pashinián, que firmó el acuerdo que ha definido como “profundamente doloroso”. Le acusan de traición.
El mandatario —que llegó al poder en 2018 tras una movilización que desplazó a su antecesor, Serzh Sargsián, muy afín a Moscú— ha declarado que la firma del acuerdo era la única opción en un panorama en el que las fuerzas azerbaiyanas estaban a las puertas de conquistar Stepanakert, considerada la capital del Alto Karabaj. “Hemos demostrado una vez más que tenemos soldados, oficiales y generales invencibles que están dispuestos a sacrificar sus vidas por la defensa de nuestra santa patria sin pensarlo dos veces. Pero es hora de detener el derramamiento de sangre”, dijo el Ministerio de Defensa de Armenia en un comunicado.
Arayik Harutyunyan, líder de Nagorno Karabaj también asumió la firma del pacto, con sus consecuentes concesiones, como inevitable. “Si la lucha continuaba a ese ritmo, habríamos perdido Artsaj [como llaman los armenios a la autoproclamada república] en unos días y habríamos tenido muchas más víctimas”, dijo. El Gobierno armenio ha resaltado la capacidad económica y militar de Azerbaiyán y el papel que han jugado los drones en el conflicto en el que también se han involucrado mercenarios sirios financiados gracias a Ankara, según informes de varios servicios de inteligencia, entre ellos el ruso. Los karabajíes están desconsolados con el acuerdo y sienten que, pese a la movilización de la enorme diáspora armenia, Occidente les ha dado la espalda y no ha hecho todo lo que podría.
Los partidos de oposición armenios han reclamado al Gobierno que anule el acuerdo y han pedido la dimisión de Pashinián. El presidente de Armenia, Armen Sarkisyan, que tiene un papel eminentemente ceremonial, aseguró que se había enterado por la prensa del pacto y pidió consultas políticas.
El presidente de Azerbaiyán, Ilham Alíev, echó más leña al fuego de la crisis política armenia al burlarse de Pashinián y de qué suponen los términos del acuerdo para los armenios. “Conseguimos lo que queríamos”, dijo Aliyev en un discurso televisado. “Les obligamos” a la paz, azuzó entre risas desde Bakú, donde estallaron celebraciones cuando se hizo pública la noticia del acuerdo, en la madrugada del lunes al martes.
El pacto, que los observadores y expertos en el Cáucaso sur definen como transcendental, pone fin al control que los armenios habían mantenido durante un cuarto de siglo sobre la región poblada mayoritariamente por personas armenias en territorio internacionalmente reconocido a Azerbaiyán. Esto permitiría el regreso a esos territorios de refugiados azerbaiyanos que huyeron a principios de la década de los noventa.
Con el rediseño del mapa, según los términos del acuerdo, que además marca un calendario de plazos, Azerbaiyán controlará algunas áreas fuera del Alto Karabaj, como el distrito oriental de Agdam; también la zona de Kelbajar. Bakú dominará también la región de Lachin y la carretera principal que va del enclave a Armenia (conocida como corredor de Lachin) que estará custodiada por soldados de paz rusos. También consolida el control que Azerbaiyán ha logrado en esta escalada sobre la ciudad estratégica de Shushá (Shushi para los armenios), la segunda más grande de la región y a solo 11 kilómetros de Stepanakert, capital de facto de Nagorno Karabaj, que permanecerá bajo dominio de los armenios.
Unos 1.960 militares rusos armados y 90 vehículos blindados de transporte de personal formarán las fuerzas de paz que este martes han empezado a llegar al enclave, según el Ministerio de Defensa ruso. Permanecerán allí cinco años, según el acuerdo. El presidente Alíev afirmó que el pacto implicaba también el despliegue de fuerzas de paz turcas, aunque ese punto no está incluido en el acuerdo oficial y funcionarios rusos lo desmintieron. El Kremlin, no obstante, ha remarcado que se ha discutido la posibilidad de crear un “centro de observación” del alto el fuego en Azerbaiyán que involucre a Turquía. “Los matices de su despliegue están sujetos a un acuerdo separado”, ha dicho este martes el portavoz de Putin, Dmitri Peskov.
El despliegue de soldados de Ankara sería, de hecho, otro golpe durísimo para los armenios, que recuerdan la persecución de los armenios por el Gobierno otomano en la que murieron más de 1,5 millones. Una masacre reconocida como genocidio por un buen número de países.
Tras décadas de conversaciones que no han llegado a resolver el conflicto, este pacto supone un cambio de juego importantísimo. Y deja fuera de las conversaciones a Occidente, un punto para importante para la cosmovisión de Moscú, según analiza Alexander Gabuev, del centro Carnegie de Moscú.
Rusia, que es aliado de ambos países a quienes vende armamento, aunque mantiene un acuerdo de defensa con Armenia y se había resistido a participar de manera activa en el conflicto, permanece así como el agente más influyente en el sur del Cáucaso –que era parte de la URSS— asumiendo que Turquía está dando pequeños pasos en lo que considera su patio trasero, pero con la mirada puesta en la pugna más estratégica que mantiene con Ankara por la influencia en Oriente Próximo o África.
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