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Mary Lou McDonald, la mujer que transformó la imagen del Sinn Féin

La líder del partido más votado en las elecciones de Irlanda no reniega del pasado oscuro del “brazo político del IRA”

La líder del Sinn Féin, Mary Lou McDonald, este lunes en Dublín. En vídeo, el partido nacionalista pasa a ser posible socio del Gobierno.
Rafa de Miguel
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Todo político que triunfa está obligado a explicar su epifanía. El momento que definió sus convicciones. En el caso de la líder del Sinn Féin, Mary Lou McDonald (Dublín, 50 años), fue la muerte en prisión, después de 66 días de huelga de hambre, del miembro del IRA Provisional, Bobby Sands. "Mi particular caída del caballo camino de Damasco", ha dicho McDonald. La estudiante de Literatura en el Trinity College de Dublín que adoraba al dramaturgo y novelista Samuel Beckett , "tuvo su fase de obsesión con la poetisa Sylvia Plath", y tardó en sentir la llamada de la política, ha llevado a su partido, en las elecciones del pasado sábado en Irlanda, a un triunfo histórico. El Sinn Féin, siempre presente en la política de la República pero relegado durante años a la condición de "paria" por sus vínculos y servidumbres con la organización terrorista IRA, ha sido la formación más votada (24,5%) y sus 37 escaños le sitúan como segunda fuerza del Parlamento irlandés y en un plano de igualdad con los dos grandes protagonistas del bipartidismo del último siglo, Fianna Fáil (38 diputados) y Fine Gael (35).

Ha sido una trayectoria de beneficio mutuo. McDonald, educada en una familia progresista y de fuertes raíces nacionalistas, encontró en el Sinn Féin de la década de los noventa el vehículo para remontar un republicanismo que los partidos tradicionales habían convertido en acomodaticio y clientelar y recuperar la tensión entre la izquierda y la derecha que define la buena salud de una democracia. El "brazo político del IRA" vio en la joven dublinesa la oportunidad de lavar la imagen sectaria y violenta que sentaba sus dominios en el territorio británico de Irlanda del Norte pero producía rechazo en el sur de la isla. McDonald nunca ha tenido vínculo alguno con la organización terrorista, a diferencia de su predecesor, el carismático Gerry Adams. Su trayectoria personal, incluido su paso por el Instituto de Asuntos Internacionales y Europeos (vinculado al laborismo) como investigadora, refleja una nueva generación del republicanismo que ha terminado de convencer a muchos irlandeses. Se defiende en español, porque vivió un año en Almería dando clases de inglés. Sigue escapándose a la península con su familia cuando quiere relajarse. Su marido, Martin Lanigan, trabajaba como operario en los servicios de emergencia de una compañía de gas. Tienen dos hijos de 17 y 14 años.

Entró en la política a través del Fianna Fáil, el partido que su familia había apoyado tradicionalmente. Son los herederos de los que se opusieron al tratado anglo-irlandés que constituyó un Estado Libre en 1922. Las lealtades irlandesas no responden a un conflicto de clases ni a una división ideológica. Son heredadas. La alineación se corresponde con cada uno de los dos bandos que se enfrentaron durante un año en la guerra civil. Y McDonald decidió en 1998 dar el salto al Sinn Féin de Adams y los Acuerdos de Paz de Viernes Santo. En 20 años ha protagonizado un ascenso constante, aunque con altibajos, que le llevó a la dirección del partido en febrero de 2018. "[El Sinn Féin] representaba el tipo de política que apelaba a mis convicciones. Una mezcla de apoyo al proceso de paz, a la unidad irlandesa, a todos esos asuntos que para mi son muy importantes. Pero unidos de un modo inextricable con las reclamaciones de justicia social e igualdad social. Eso era lo que yo quería, no un poquito de una cosa o un poquito de otra", ha explicado la política al periodista Deaglán de Bréadun, autor del libro Power Play. The Rise of Modern Sinn Féin (El Juego del Poder. El Ascenso del Sinn Féin Moderno). 

No renuncia McDonald a la aspiración medular de su partido: la reunificación de Irlanda. Tuvo el acierto, sin embargo, de guardar en un cajón la exigencia de un referéndum en el plazo de cinco años (aunque sigue ahí, latente, y reaparecerá tarde o temprano) y centrar su mensaje en las causas sociales. El resto de formaciones han tachado al Sinn Féin de McDonald de radical, bolivariano, venezolano, ilusorio y peligroso para los intereses económicos de la República. Muchos votantes han pensado lo contrario. La imagen cercana y cotidiana de una política con acento dublinés (un matiz muy relevante, frente al marcado acento norirlandés de Adams) y trato afable ha derribado muchas barreras de desconfianza, y sobre todo ha renovado la imagen del partido. Las promesas de construir miles de viviendas sociales, reinyectar dinero público en el sistema de salud o apretar fiscalmente a las rentas más elevadas han sonado bien entre todos los jóvenes que no llegan a fin de mes a pesar de tener buenos empleos y entre las clases medias a las que no ha favorecido la supuesta recuperación económica de los últimos años.

También McDonald ha surgido de esas clases medias, pero su edad le sitúa entre la delicada frontera temporal de aquellos que siguen sin tolerar una visión edulcorada del IRA y una nueva generación para la que determinados eslóganes han perdido su sentido original y son materia de memes. Hasta ahora, la política estrella de Irlanda ha logrado situarse al margen de los excesos y no dejarse salpicar por ellos. Up the RA (Arriba el IRA), gritó en la noche de la victoria electoral uno de los diputados electos del Sinn Féin, David Cullinane. "No soy la mamá de todos ellos ni pretendo censurarles. Todos somos adultos y espero de ellos que se comporten de un modo adulto y cooperen con la dirección para no crear distracciones innecesarias", dijo McDonald. De momento, los irlandeses han dado a su templanza un voto de confianza.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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