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Bolsonaro coloca a sus aliados al frente de las dos Cámaras del Congreso

El presidente de Brasil pretende que los nuevos líderes parlamentarios neutralicen las peticiones de ‘impeachment’ y avancen en su agenda ultra

El diputado Arthur Lira celebra su victoria en la elección de presidente de la Cámara de Diputados, el 1 de febrero de 2021 en Brasilia.
El diputado Arthur Lira celebra su victoria en la elección de presidente de la Cámara de Diputados, el 1 de febrero de 2021 en Brasilia.Joédson Alves (EFE)

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que durante tres décadas fue un mediocre diputado, logró este lunes un notable triunfo político con la elección de sendos aliados al frente de las dos Cámaras del Congreso. Ambos en primera vuelta. Para conseguirlo ha pagado caro. Se ha echado en brazos de la vieja política que tanto denostó para llegar al poder y, con dinero de las arcas públicas, ha repartido 3.000 millones de reales (460 millones de euros) a casi 300 parlamentarios para que hagan obras en sus distritos a cambio de los preciados votos, según reveló el diario Estadão. Además, promete poner a alguno de ellos al frente de ministerios. El ultraderechista aspira a cortocircuitar las peticiones de impeachment (juicio político) y aprobar su agenda más ultraconservadora.

Como presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, un empresario agropecuario de 51 años, tendrá el poder de admitir a trámite, o no, las peticiones de destitución que se acumulan contra Bolsonaro y decidir a qué proyectos parlamentarios da prioridad. Se espera que esté más en sintonía con el mandatario que su predecesor, Rodrigo Maia, que ha sido crucial junto al Tribunal Supremo para neutralizar las pulsiones autoritarias del nacionalpopulista en la primera mitad de su mandato.

Lira, que celebró anoche una fiesta en su casa de Brasilia con 300 invitados, la mayoría sin mascarilla, encabezará la Cámara baja durante dos años tras haber derrotado con contundencia (302 frente a 145) al candidato de un frente amplio que abarcaba del centroderecha más clásico hasta la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT), pero que hizo aguas antes incluso de la votación del lunes al filo de la medianoche. El triunfo del aliado de Bolsonaro en el Senado también fue claro. Rodrigo Pacheco, de 44 años, ganó por 57 a 21.

Lira es el principal dirigente de lo que en Brasil se conoce como el centrão, el gran centro, una miríada de partidos de caciques territoriales sin ideología que ofrecen con escaso pudor su apoyo parlamentario al mejor postor a cambio de cargos con abultados presupuestos. Originario del Estado de Alagoas e hijo de un senador, este es el tercer mandato de Lira como diputado. Como está investigado por corrupción en el caso Lava Jato, no puede, sin embargo, asumir la jefatura del Estado en caso de una hipotética ausencia de Bolsonaro y su vicepresidente, el general Hamilton Mourão.

Con 225.000 muertos y nueve millones de casos de coronavirus, Brasil es el país que peor gestiona la pandemia entre los 98 analizados por el Instituto de Lowy de Australia. Aunque la popularidad del presidente brasileño se ha resentido por la covid-19 y los problemas en la vacunación, mantiene el apoyo firme de sus seguidores más ultras, un tercio del electorado. Sin clamor popular para someterlo a un juicio político y con una oposición que no logra forjar un frente unificado, Bolsonaro avanza con la vista puesta en un segundo mandato.

Uno de los primeros asuntos sobre la mesa de los parlamentarios será si aprobar nuevas ayudas económicas a las familias para paliar el impacto de la pandemia sin agravar la crisis fiscal ni romper el techo de gasto. El fin de la paga del coronavirus significa que la extrema pobreza se ha disparado tras una efímera e histórica disminución. El 13% de los brasileños (27 millones de personas) vuelve a vivir con menos de 1,25 euros al día. Se espera que Bolsonaro flexibilice aún más las normas para comprar armas (un millón de brasileños ya posee al menos una) e impulse la denominada agenda de costumbres en sintonía con su base evangélica más conservadora. Está previsto, además, que nombre a un tercer juez del Supremo. Su agenda de reformas económicas está estancada en el Congreso desde hace meses y no ha privatizado una sola empresa, por ahora. Bolsonaro busca logros con los que buscar un segundo mandato.

El militar retirado ganó las elecciones presidenciales en 2018, a lomos de una profunda indignación contra los políticos corruptos, presentándose como un antisistema y echando pestes de la vieja política. Su inicial negativa a someterse a los enraizados intercambios de favores para lograr una mayoría parlamentaria le ha complicado sacar adelante algunos de sus proyectos. Pero cambió de opinión el año pasado, con las primeras peticiones de impeachment, la apertura de una investigación en el Supremo por injerencia en la policía y las pesquisas por corrupción y diseminación de noticias falsas contra dos de sus hijos. Empezó entonces el cortejo del centrão, que recupera un puesto vital desde el que ya neutralizó las investigaciones por corrupción contra Michel Temer, que sucedió como presidente a la destituida Dilma Rousseff, del PT. Los partidos del centrão de esos caciques sin ideología recuperan ahora protagonismo. Si la popularidad de Bolsonaro siguiera mermando, el precio que cobrarían por sostenerlo aumentaría y, si se desplomara a mínimos, podrían incluso dejarlo caer.

Aunque en 2019, Lira tuiteó que “el Gobierno debe dejar de lado la agenda de costumbres y las polémicas” para centrarse en las necesidades reales de Brasil, sus últimos mensajes en Twitter antes de ser elegido los dedicó al salmo 23. Y terminaba con un “que Dios nos ilumine a todos”.



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