Alemania condena a un exagente sirio en el primer juicio en el mundo contra el régimen de Bachar el Asad
El Tribunal Superior de Coblenza sentencia a Eyad Alghareib a cuatro años y medio de prisión por ser cómplice de las torturas de presos durante la guerra en el país árabe
La justicia alemana ha condenado este miércoles a cuatro años y medio de cárcel a un antiguo miembro de los servicios secretos sirios, en un proceso histórico por tratarse del primer juicio celebrado en el mundo por los crímenes del régimen del presidente Bachar el Asad. El Tribunal Superior de Coblenza, en el oeste del país, considera a Eyad Alghareib, de 44 años, cómplice de un crimen de lesa humanidad por haber ayudado a otros a privar de libertad y a torturar a 30 personas mientras estaban bajo su custodia.
La sentencia contra Alghareib es la primera que se dicta en este proceso, en el que también se juzga al excoronel sirio Anwar Raslan, de 58 años. Raslan es el principal acusado, por su rango y por su responsabilidad frente a la unidad de investigaciones del departamento de inteligencia 251, que dirigió entre 2011 y 2012. De ese departamento dependía la cárcel de Al Jatib, en Damasco, donde se produjeron los crímenes. Según la Fiscalía, que le acusa del asesinato de 58 personas y la tortura de 4.000, era quien supervisaba y tomaba las decisiones. Raslan desertó de las filas del régimen sirio y entró en Alemania como refugiado en 2014. Llegó a participar en las conversaciones de paz de Ginebra II como parte de la delegación de la oposición siria. Fue arrestado en febrero de 2019. Su sentencia no se espera hasta, al menos, el próximo mes de octubre.
La acusación contra Eyad Alghareib, agente de menor rango, se disgregó de la principal, lo que ha permitido acelerar el procedimiento. Alghareib llegó a Alemania en abril de 2018, también como solicitante de asilo. La Fiscalía pedía para él cinco años y medio de cárcel. En otoño de 2011, después de que el régimen disolviera violentamente una manifestación en Duma (al sudeste del país), Alghareib participó en el arresto de 30 personas y en su traslado a la cárcel del departamento 251, en la capital, Damasco. Según el tribunal, les custodió en uno de los autobuses y “vio que ya habían sido golpeados de camino a la prisión y al llegar a ella”. El acusado “sabía de la tortura regular y sistemática” en ese centro y “la aceptó”.
Su defensa pedía que fuera absuelto. Argumentaba que únicamente cumplía órdenes dentro de la cadena de mando y que no podía negarse, porque habría sido acusado de deserción y ejecutado. El tribunal se ha basado en las declaraciones de varios testigos, de los peritos, en pruebas documentales y visuales y también en lo que reconoció el propio imputado cuando en 2018 se presentó ante las autoridades de inmigración de Alemania como solicitante de asilo. En una primera entrevista reconoció haber trabajado en el servicio secreto, pero dijo que únicamente había sido testigo de ataques violentos. Cuando la policía le interrogó en agosto de 2018 reveló cuál fue su papel en la persecución y arresto de los manifestantes en Duma. Durante la lectura de la sentencia, Alghareib se tapó la cara con una carpeta para no ser reconocido. Ha intentado ocultar el rostro durante todo el juicio, que empezó en abril del año pasado.
El de Coblenza es el primer proceso que examina los crímenes cometidos por el régimen de El Asad gracias al principio de jurisdicción universal. Alemania es uno de los países europeos con una interpretación de la justicia universal más amplia. Su legislación permite, por ejemplo, juzgar a acusados de crímenes de lesa humanidad sin necesidad de que entre las víctimas haya ciudadanos alemanes, como exigen otros Estados de la Unión Europea. Este proceso supone un hito en los procesos de justicia universal y será muy relevante si en un futuro un tribunal internacional juzga los crímenes del régimen sirio.
Al argumentar por qué condenan al antiguo agente del régimen, los jueces describen cómo funcionaba el sistema represor de El Asad: “Desde finales de abril de 2011 a más tardar, el gobierno sirio había estado llevando a cabo un ataque extenso y sistemático contra la población civil con el fin de cortar por la fuerza los movimientos de protesta que habían surgido en el contexto de la llamada Primavera Árabe, que ponía en peligro la estabilidad del gobierno, para evitar su eventual caída. Miembros reales o presuntos de la oposición, manifestantes y críticos del régimen fueron arrestados, maltratados, torturados y asesinados en todo el país”, se lee en el documento hecho público por el Tribunal Superior de Coblenza. La sentencia recoge que se produjo un “brutal abuso físico y psicológico”, con “golpes, patadas y descargas eléctricas” para tratar de forzar confesiones y obtener información sobre el movimiento de oposición.
Decenas de víctimas de tortura en Siria o sus familias han presentado querellas en varios países europeos como Alemania, Suecia o Austria, asesorados por el Centro Europeo para los Derechos Humanos y Constitucionales (ECCHR, por sus siglas en inglés), una ONG alemana que da asistencia jurídica. Los testimonios de torturas se multiplicaron a partir del verano de 2015, cuando llegaron a Alemania más de un millón de demandantes de asilo, la mayoría procedentes de Siria. La Fiscalía General y la policía empezaron a recopilar sus declaraciones, a las que se sumaron las miles de fotografías de víctimas de la represión que un informante, conocido con el seudónimo César, pudo sacar del país un año antes y que documentan el horror de las cárceles sirias.
En el caso de Raslan, fue otro refugiado quien le reconoció en Berlín y, con la ayuda del ECCHR, presentó denuncia contra él. “Estos casos son el resultado del esfuerzo común de la comunidad siria en el exilio y la Fiscalía General”, señala Wolfgang Kaleck, fundador del ECCHR, en conversación telefónica con EL PAÍS. Kaleck cree que esta sentencia es “un paso adelante” decisivo para conseguir juzgar a los altos responsables de las torturas. Aunque Alghareib no era más que una pequeña pieza en un inmenso engranaje, su caso abre la puerta a que se siga sentando en el banquillo a otros culpables. “Además de Alemania, otros países europeos pueden investigar y juzgar estos crímenes”, afirma. Las pruebas que se han manejado en el juicio, añade, podrán ser utilizadas por otros fiscales europeos. Por ahora, la parálisis de la justicia internacional -China y Rusia vetaron la investigación de los crímenes de guerra en Siria en el Consejo de Seguridad- ha impedido que la Corte Penal Internacional asuma el caso, pero este proceso animará a seguir sentando a los responsables de las torturas en Alemania y en otros países europeos, cree Kaleck.
“La sentencia es importante. Espero que pueda arrojar luz en todos los crímenes del régimen de El Asad. Solo entonces el juicio será realmente un primer paso en este largo viaje de la justicia para mí y para otros supervivientes”, señaló Wassim Mukdad, uno de los demandantes en el juicio, en un comunicado enviado por el ECCRH. “Las declaraciones de las víctimas y los empleados del servicio secreto o las fotos de César demuestran el alcance y la naturaleza sistemática de las desapariciones, la tortura y la violencia sexual en Siria. La relevancia de esta prueba va mucho más allá del proceso en Coblenza“, señaló Patrick Kroker, abogado de las acusaciones. “Es un veredicto histórico y una victoria para las decenas de miles de sirios torturados, supervivientes o víctimas de ese régimen”, aseguró en un comunicado Amnistía Internacional.
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