Líderes, autócratas y profetas o el espejismo del “yo soy el pueblo” de la marea roja latinoamericana
El periodista Will Grant hila en ‘¡Populista!’ un retrato de los presidentes que en las dos últimas décadas han definido el rumbo de la izquierda en la región
Hugo Chávez, Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y Fidel Castro. Seis líderes que han marcado la política latinoamericana de las últimas décadas. Seis hombres fuertes que, de alguna manera, han sido las olas de la llamada marea roja, o rosada, esa pink tide que el periodista Will Grant disecciona en ¡Populista! (Head of Zeus), un ambicioso relato del rumbo de la izquierda que dominó la historia reciente del continente. De Venezuela a Brasil, Ecuador, Bolivia, Nicaragua o Cuba, el corresponsal de la BBC hila una amplia crónica a través de los retratos de esas figuras políticas. Con una mirada serena, documentada durante años de observación y trabajo sobre el terreno, Grant -hoy responsable de la información de México, Cuba y Centroamérica- despeja mitos y al mismo tiempo ofrece los matices esenciales para comprender un fenómeno profundamente complejo.
Lo que queda claro es que el populismo del siglo XXI en América Latina no es un bloque del todo uniforme y eso está reflejado en los proyectos de los protagonistas de libro y en sus herencias. No fueron lo mismo, en efecto, los Gobiernos de Lula da Silva o Correa y el camino demencial emprendido por Ortega y su esposa, Rosario Murillo. Ni siquiera es exactamente el mismo líder el Chávez que llegó al poder y el que intentó perpetuarse en él. Pero todos, a partir del influjo omnipresente de Fidel Castro, que atraviesa y determina cada una de sus historias, tienen rasgos comunes: el supuesto liderazgo carismático o incluso autocrático. Y, por supuesto, la apropiación de la palabra “pueblo”. “Yo soy el pueblo y el pueblo eres tú, entonces tienes que votar por mí porque yo soy tú”, resume Grant en una conversación con EL PAÍS.
“Empecé con el libro porque cuando empecé a cubrir asuntos relacionados con la marea roja, el pink tide, muchos, tanto entre los editores como en la audiencia, tenían un concepto hasta cierto punto bastante monolítico del fenómeno, como si fuera un bloque homogéneo, como si no hubiera diferencias. Eso me molestaba como reportero porque era como si estuviéramos perdiendo sutilezas y matices”, afirma el periodista, que ha cubierto todas las grandes crisis del continente en los últimos años.
El formato de la crónica, el perfil y el análisis le ha permitido mostrar, desde la llegada de Chávez en 1999 hasta la muerte de Castro en 2016, los antecedentes de esa marea y, por supuesto, su agotamiento y deriva. En opinión de Grant, estos dirigentes “sí compartieron un momento, y hasta cierto punto, una visión de América Latina hacia la izquierda o el empleo de las riquezas naturales para los más necesitados”. Sin embargo, “luego sus proyectos cambiaron, o se vinieron abajo o provocaron, de forma diferente, desilusión, pero sí empezaron con un punto en común”.
El discurso populista tiende a imponer no solo una agenda, sino también un lenguaje: las palabras con las que estos líderes, en algunos casos caudillos, querían o quieren que se hable de ellos y sus proyectos. Esto provocó un efecto bumerán en su representación pública. Es decir, en torno a ellos todo era blanco o negro. “Faltaban luces y sombras, porque se ofreció una imagen general”, considera Grant, que de acuerdo con la editorial ilustró la tapa del libro con dos perfiles enfrentados de Chávez y Jair Bolsonaro, el actual presidente de Brasil. Porque el populismo es también una tendencia transversal. Donald Trump es otro ejemplo, y como escribe el reportero, prosperó gracias a una “campaña permanente”.
“Reconozco que hay un punto de humor, de provocación, en el título y en la portada del libro. A veces hago la broma de que está entre exclamaciones, pero podría haber estado entre interrogantes. Lo que tienen en común es la forma en la que trataron de utilizar el concepto de pueblo. El problema es que llega un momento en que acaban perdiendo la conexión real con el pueblo y se aferran al poder”, afirma el periodista. Su reflexión sobre el posible regreso de esa marea -la cancelación de las condenas de Lula da Silva le permite, por ejemplo, ser de nuevo candidato, en Bolivia volvió al poder el MAS, pero Ecuador decidió este domingo pasar la página del correísmo- tiene varios matices. Grant se muestra prudente. “Vamos a ver qué pasa con Lula. Estos personajes tienen tanta energía y poder popular que sería un error excluirlos de los marcos políticos de sus países. Pero creo que, si volvieran, no volverían de la misma forma. El momento de 2002 de Lula no es el momento de 2022 de Lula. Evo ha vuelto, pero por ahora no es presidente. Hace diez años Chávez era intocable, Lula era intocable”, señala.
En el fondo, cada capítulo del libro deja la puerta abierta a cualquier posibilidad. “Esos hombres fueron exitosos por las necesidades de los votantes que tenían. Llegaron al poder porque se necesitaba alguien que representara un cambio respecto al pasado”, apunta. Eso es lo que precisamente intenta demostrar hoy en México Andrés Manuel López Obrador, que si hubiera ganado las elecciones en 2006 hoy figuraría en esta crónica. Pero desde entonces han cambiado las generaciones e incluso en Cuba, el país más politizado del continente, se observan señales de pragmatismo en los más jóvenes que, sin más, quieren soñar con una vida mejor.
La historia del llamado populismo de izquierdas de principios de siglo tuvo su origen en Cuba. “Fidel les dio la gravitas política que especialmente los jóvenes no tenían. Fidel recibió a Chávez en la pista [de aterrizaje] cuando este era candidato, sabiendo que como presidente podría resolver muchos de los problemas de Cuba. Lo que hizo el momento de la marea roja fue legitimizar a Cuba”, razona Grant. De esa relación nació la categoría de castrochavismo. Lo que, en el fondo, demuestra que “cuando las cosas van mal en la izquierda de América Latina van mal en Cuba como en este momento, mientras que cuando las cosas iban bien mejoraron también en Cuba”.
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