_
_
_
_

Gerhard Schröder: el excanciller ‘lobista’ de Putin que pone en aprietos al Gobierno alemán

Los socialdemócratas tratan de desvincularse de los comentarios sobre la crisis de Ucrania que ha hecho el político, quien aspira a entrar en el consejo de administración del gigante gasista ruso Gazprom

Elena G. Sevillano
Gerhard Schröder
El excanciller alemán Gerhard Schröder abraza al presidente ruso, Vladímir Putin, durante la inauguración del Mundial de Rusia 2018 en el estado olímpico Luzhnikí de Moscú.Alexei Druzhinin (Alexei Druzhinin/POOL/TASS)

El último dolor de cabeza del canciller alemán, Olaf Scholz, es otro canciller alemán, socialdemócrata como él y uno de los políticos más conocidos dentro y fuera de su país: Gerhard Schröder. A los 77 años, el antaño líder carismático se ha convertido en el mayor lobista de Vladímir Putin en Alemania, para bochorno de su partido y disgusto en el Gobierno de coalición que encabeza Scholz desde hace solo dos meses. Schröder, que fue canciller entre 1998 y 2005, lleva años acumulando cargos en empresas públicas rusas. Hace unos días fue nominado para otro más: miembro del consejo de administración del gigante gasista Gazprom. Pero no son sus abultadas nóminas las que tienen en vilo a Berlín, sino sus opiniones sobre el conflicto de Ucrania en plena escalada de tensión con Rusia.

Con Moscú apostando decenas de miles de soldados y artillería pesada en la frontera ucrania, Schröder ha acusado a Kiev de hacer “ruido de sables” por pedir a los aliados occidentales que le envíen armas defensivas. También ha criticado a la ministra de Exteriores, la verde Annalena Baerbock, por visitar antes Kiev que Moscú en su viaje inaugural y ha calificado el despliegue de tropas rusas como una “reacción” a las maniobras de la OTAN en los países bálticos y Polonia. Sus palabras han causado indignación y vergüenza en los líderes socialdemócratas, que han salido en tromba a distanciarse de ellas. Hay diputados que han sugerido retirarle la oficina y el personal pagados con dinero público al que tienen derecho todos los cancilleres cuando dejan el cargo.

Gerhard Schröder da un discurso tras la firma de un acuerdo en París para construir el Nord Stream 2, en 2017.
Gerhard Schröder da un discurso tras la firma de un acuerdo en París para construir el Nord Stream 2, en 2017. ERIC PIERMONT (AFP)

Schröder le ha creado un enorme problema de credibilidad al Gobierno de Scholz precisamente cuando Estados Unidos y los aliados occidentales se preguntan si tienen en Alemania un socio fiable frente a la amenaza rusa. En plena crisis de confianza, surgen las preguntas sobre cuánta influencia tiene realmente el excanciller y cómo de arraigadas están sus opiniones en el partido socialdemócrata alemán. El propio Scholz tuvo que responder a esas dudas en la entrevista que dio a la CNN tras visitar al presidente estadounidense, Joe Biden, la semana pasada. “No habla por el Gobierno, no trabaja para el Gobierno. No es el Gobierno. El canciller soy yo”, subrayó en inglés.

A diferencia de Merkel, que jugó un papel central de mediadora entre Putin y los aliados occidentales la última vez que Rusia invadió Ucrania, en 2014, el actual canciller ha adoptado hasta fechas muy recientes un perfil bajo que ha aprovechado el presidente francés, Emmanuel Macron, para tratar de ocupar ese puesto de liderazgo en Europa. Scholz intentará recuperar el terreno perdido con la visita a Kiev este lunes y a Moscú el martes tras semanas de críticas internas por haberse hecho invisible durante la crisis. En esa tesitura, Schröder, el señor del gas o el “padrino de Putin”, como también se le llama en Alemania, contribuye a dañar su imagen.

El excanciller, coinciden los analistas consultados, dinamita los intentos de dar una imagen de unidad con los socios occidentales. “Está afectando a la credibilidad de Alemania en un momento extremadamente difícil para el país”, señala Rafael Loss, investigador del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Su figura se ha relacionado con la resistencia de Scholz a decir públicamente que el gasoducto no entrará en funcionamiento si Putin invade Ucrania. Lo que él ha definido como “ambigüedad estratégica” contrastó la semana pasada con la contundencia de Joe Biden: “Le pondremos fin”, dijo el presidente estadounidense.

La amistad de Schröder con Putin se remonta a sus años como canciller. Unos días antes de perder las elecciones de 2005 contra Angela Merkel, Schröder dejó sentadas las bases para la construcción del Nord Stream 1, el primer gasoducto que desde 2011 transporta gas directamente de Rusia a Alemania por el lecho del mar Báltico sin pasar por los tradicionales países de tránsito de gas, como Ucrania. Menos de tres semanas después de abandonar la cancillería protagonizó un embarazoso episodio de puertas giratorias del que muchos todavía se hacen cruces: se convirtió en presidente de la junta de accionistas de Nord Stream AG, el consorcio que iba a construir y operar el gasoducto que él mismo había aprobado. Con los años, sumó otro cargo en la petrolera rusa Rosneft y un tercero en el consejo de Nord Stream 2, el polémico gasoducto que duplicará la cantidad de gas que llega directamente de Rusia, actualmente en el centro del debate como posible herramienta de sanción contra Putin.

La actividad de lobista de Schröder no ha sido ningún secreto. Tampoco su amistad con Putin. En 2014 celebró su 70 cumpleaños en compañía del presidente ruso, en San Petersburgo, apenas unas semanas después de la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia. Ya entonces le llovieron las críticas. “Es evidente que representa los intereses de Rusia, pero usa la prominencia de su anterior cargo para influir en el discurso”, comenta Loss al teléfono.

El semanario Die Zeit ha publicado esta semana cómo una red de políticos socialdemócratas apadrinados por Schröder se han dejado seducir por el gas ruso contribuyendo a aumentar la dependencia energética de Moscú en los últimos años. Uno de ellos creó una fundación con supuestos objetivos medioambientales que en realidad se ha dedicado a ayudar a Gazprom a evitar las sanciones estadounidenses al Nord Stream 2.

La pregunta ahora es si el excanciller todavía tiene interlocutores en el SPD y en el Gobierno. “Schröder no tiene absolutamente ninguna influencia en la política alemana”, afirma Jens Geier, eurodiputado del SPD que conoció al excanciller durante su primera campaña electoral. Al teléfono, Geier reconoce que Schröder daña la credibilidad del Ejecutivo de Scholz, pero relativiza incluso el hecho de haber sido recibido por políticos del SPD en enero pasado. “Se le ve como lo que es, un lobista de Rusia, y sus opiniones, como equivocadas”, añade. Una fuente socialdemócrata que pidió no ser citada asegura que en el partido hace años que se ve a Schröder como ese familiar ya mayor que no anda del todo bien de la cabeza pero al que se sigue invitando a las reuniones por cortesía.

Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_