El ataque a un opositor ruso en Vilnius eleva el temor a las infiltraciones del Kremlin en los países bálticos
Estonia, Letonia y Lituania alertan desde hace años de los intentos de Moscú de desestabilizar los tres países y de perseguir a ciudadanos rusos en su territorio
El ataque a un opositor ruso el martes por la noche en Vilnius, la capital de Lituania, ha elevado en los países bálticos el temor a la infiltración de los servicios secretos rusos. El Gobierno lituano acusa al Kremlin de estar detrás del atentado en el que resultó herido Leonid Volkov, antiguo ayudante del fallecido Alexéi Navalni. Estonia, Letonia y Lituania han alertado reiteradamente en los últimos años de las intenciones de Moscú de llevar a cabo acciones desestabilizadoras en su territorio y de perseguir a ciudadanos rusos a los que hayan dado refugio.
Lituania, Letonia y Estonia, las tres únicas antiguas repúblicas soviéticas integradas en la UE y la OTAN, se encuentran en un período de máxima tensión con su vecino expansionista. Además de haberse erigido como algunos de los más firmes defensores de la causa ucrania en Bruselas, los tres países, sobre todo Estonia y Letonia, cuentan con minorías étnicamente rusas —que el Kremlin insiste en que están discriminadas— y han sido amenazados por Moscú en infinidad de ocasiones desde la invasión de Ucrania.
Las tres repúblicas bálticas han detenido en los últimos dos años a decenas de ciudadanos rusos acusados de espiar o preparar atentados a las órdenes del Kremlin. Hace un par de meses, el Parlamento Europeo inició una investigación a Tatjana Zdanoka, eurodiputada letona sospechosa de haber trabajado para Moscú durante los últimos 13 años. El año pasado, las autoridades letonas detuvieron a una decena de personas por su supuesta vinculación con el espionaje ruso.
En el caso de Estonia, Kaja Kallas, la primera ministra, anunció a finales de febrero que las fuerzas de seguridad del país báltico habían abortado “una operación híbrida” de Moscú en su territorio. La mandataria, sobre la que pesa una orden de busca y captura del Kremlin por la destrucción de monumentos soviéticos, que también afecta a otras decenas de políticos bálticos, informó de la detención de una decena de “personas que trabajaban para el servicio secreto ruso” y que habían llegado a causar daños materiales en el vehículo del ministro del Interior, Lauri Laanemets.
El director del Servicio de Seguridad de Estonia, Margo Palloson, afirmó que algunos de los acusados habían sido reclutados por Moscú a través de las redes sociales y que las autoridades rusas en ningún momento se preocuparon de lo que podría ocurrirles. “Los usaban como herramientas”, declaró Palloson a la radiotelevisión pública estonia. En enero, Tallin también anunció la detención de un profesor universitario que supuestamente espiaba para Rusia.
Los gobernantes de las tres repúblicas bálticas no solo temen acciones desestabilizadoras. En las últimas semanas han manifestado su preocupación por la posibilidad de que Rusia se atreva a atacarlos de manera directa, o incluso a invadir una pequeña porción de su territorio, para poner a prueba el principio de defensa colectiva de la OTAN, piedra angular de la Alianza.
Impunidad en el corazón de Europa
El Kremlin ha demostrado innumerables veces que sus agentes pueden actuar con impunidad en el corazón de Europa. El exespía ruso Alexánder Litvinenko fue envenenado en 2006 por los suyos en el Reino Unido con un isótopo de polonio, en uno de los primeros asesinatos orquestados por el Kremlin en territorio europeo desde la llegada de Vladímir Putin al poder. El principal sospechoso, el agente del Servicio Federal de Seguridad Andréi Lugovói, es hoy diputado en el Parlamento ruso. En 2018, Serguéi Skripal, otro antiguo espía que había traicionado a Moscú, fue envenenado en el sur de Inglaterra, junto a su hija Yulia, con novichok (el mismo agente nervioso que se usó contra el líder opositor Navalni en Siberia en 2020).
En Alemania, Austria, Francia, Bélgica o España también han muerto en los últimos años de manera violenta desertores y disidentes rusos, varios de ellos chechenos, en atentados en los que los investigadores han apuntado al Kremlin.
A pesar de que los ataques rusos en territorio europeo se han sucedido a lo largo de los últimos dos decenios, la guerra a gran escala en Ucrania ha alterado por completo la red de espías que el Kremlin había desplegado laboriosamente en Europa y el resto de Occidente desde el fin de la Guerra Fría. Cientos de empleados en las sedes diplomáticas rusas en territorio de la UE han sido expulsados en los últimos 24 meses, acusados de ser agentes de espionaje encubiertos.
Kevin Riehle, experto en servicios de inteligencia en la Universidad Brunel de Londres y antiguo asesor de contraespionaje en distintos gobiernos estadounidenses, explica en un análisis reciente que la actividad de la inteligencia rusa se ha visto muy mermada por las expulsiones de su personal encubierto por toda Europa, pero que “el cambio más significativo se ha producido en los objetivos que persigue su inteligencia”. Según Riehle, el espionaje ruso en Europa se centra ahora “más en el plano táctico que en el estratégico”, tratando de influir, por ejemplo, en los principales países que suministran armamento a Ucrania.
Uno de los incidentes más sonados fue la detención en diciembre de 2022 de Carsten Linke, empleado de la inteligencia exterior alemana, que estuvo filtrando informes a Rusia hasta que Berlín fue alertado por el espionaje británico. Otro caso muy destacado fue el de Olga Kolobova, conocida como Maria Adela Kuhfeldt Rivera, una supuesta diseñadora de joyas que se codeaba con los círculos más selectos del Comando de Fuerzas Conjuntas de la OTAN en Nápoles. La espía desapareció en 2018, justo después del envenenamiento de los Skripal. Los agentes de espionaje rusos también han llegado a infiltrarse en la política europea. La revista alemana Der Spiegel y la rusa The Insider revelaron que un diputado del partido ultra Alternativa para Alemania se coordinaba con Moscú para protestar contra la ayuda a Ucrania.
El exdiputado ruso Guennadi Gudkov, desde Bulgaria, pidió este miércoles a los gobiernos europeos que garanticen la seguridad de la oposición exiliada tras el ataque en Lituania. “Se ha declarado la caza contra los representantes más destacados de Rusia en el exilio”, ha manifestado a Efe Gudkov, que trabajó en los órganos de seguridad antes de dedicarse a la política y ahora asegura que el Servicio Federal de Seguridad ruso ha creado un departamento especial para “contrarrestar” la influencia de los opositores en el extranjero, figuras que el Kremlin considera “enemigos”.
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