Israel y Líbano se acusan mutuamente de violar el alto el fuego en su segunda jornada
Netanyahu amenaza con una “guerra intensa” en caso de vulneración grave, después de que el ejército israelí disparase con ametralladoras y artillería cerca de la frontera e impusiese un nuevo toque de queda. Miles de libaneses desafían las advertencias y regresan al sur
Una cosa son las órdenes militares israelíes y otra, la realidad de los libaneses deseosos de regresar a sus casas tras dos meses y medio desplazados por la guerra. La portavocía del Ejército israelí difundió este jueves un mapa con una zona del sur de Líbano marcada en rojo, advirtiendo a la población de que “se pone en peligro” si accede. La prohibición, hasta nuevo aviso, incluye diez localidades, como Marjayún, a ocho kilómetros de la frontera y donde se podían oír los disparos de artillería que Israel ha lanzado por primera vez en la tregua, y los cazas y drones sobrevolando. Apenas se veían vehículos circular durante el día. Menos aún al caer el sol: por segundo día, el ejército israelí ha impuesto una suerte de toque de queda entre las 17.00 y las 07.00 en toda la franja entre la frontera y el río Litani. Es solo la segunda jornada de alto el fuego y ya ha quedado en evidencia su fragilidad, con Israel, por un lado, y Líbano y Hezbolá, por otro, acusándose mutuamente durante la jornada de violarla. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha elevado el tono con el anuncio de que ha dado órdenes al ejército de prepararse para una “guerra intensa” en caso de “violación masiva del acuerdo”.
Desde el alba, la carretera que lleva al sur de Líbano en paralelo al Mediterráneo se ha convertido en un hormiguero de coches. Han sido más que en la víspera, en la que algunos tenían aún dudas sobre la seriedad del fin de los enfrentamientos. El estado de ánimo era de alegría, con familias sonrientes. Varios de los vehículos estaban coronados por colchones, con maleteros y asientos traseros llenos de bolsas. Unos pocos reproducían música alabando a “la resistencia” (Hezbolá) o agitaban banderas amarillas del partido-milicia chií.
Algunos pretendían regresar, ya desde la víspera, cuando entró en vigor el alto el fuego entre Israel y Líbano, a las diez localidades marcadas en el mapa militar israelí. Allí viven miles de los más de un millón de desplazados por la guerra, por lo que las primeras tensiones no se han hecho esperar e Israel y Hezbolá se han acusado mutuamente desde primera hora de violar los términos del alto el fuego negociado por Estados Unidos y Francia.
El acuerdo prohíbe tanto las “operaciones militares ofensivas” en Líbano como los intentos de Hezbolá de reconstituirse. El portavoz militar israelí Avichay Adraee aseguró que abrieron fuego contra “varios sospechosos” que “viajaban en vehículos, y llegaron a zonas del sur del Líbano”. El Ejército libanés, que no participó en el conflicto, ha denunciado “varias vulneraciones” israelíes del alto el fuego en áreas como Markaba, Jiam, Taibe y las llanuras agrícolas alrededor de Marjayún.
En esas llanuras agrícolas, cerca de la carretera desde Nabatiye (hoy practicable, tras el relleno provisional de los cráteres causados por los bombardeos israelíes para impedir la llegada de refuerzos a Hezbolá), cuatro jornaleros sirios varean por primera vez los olivos en dos meses y medio. Su relato está lleno de desgracias. Huyeron de los bombardeos y las escuelas-refugio les impidieron la entrada por no ser libaneses, así que acabaron durmiendo en el tampoco muy seguro valle de la Becá “bajo olivos, con el frío y la lluvia” y sin dinero para alimentarse. “Vivíamos gracias a alguna gente que veía a los niños, se apiadaba de nosotros y nos daba algo”, cuenta uno de ellos, Mohammed Al Ahmad, con 40 años y ocho hijos.
Por eso han regresado nada más terminar la tregua y ya están trabajando, porque se acaba la temporada de recogida de la aceituna y necesitan como agua de mayo los entre 20 y 22 dólares (entre 19 y 21 euros) del jornal. “Es muy poco en un país tan caro, pero ahora mismo cojo lo que sea”, añade a su lado Abd El Wahab Jleit, de 23 años. Como si fuese una broma, justo entonces suena de fondo la caída de proyectiles de artillería en la zona de Jiam, al otro lado del valle. “Lo que tengo no es miedo, son hijos que alimentar”, reacciona Al Ahmad.
Las tropas israelíes han abierto fuego contra una aldea cristiana que apenas había atacado antes, Rmeish, y lanzado un inusual disparo de dron decenas de kilómetros más al norte, más allá del río Litani, en respuesta a lo que define como las violaciones del alto el fuego por Hezbolá. Hasán Fadlalá, diputado del partido chií, lo ve justo al revés: ataques “contra quienes regresan a las aldeas fronterizas” prohibidos por el acuerdo. Los tiros al aire de soldados israelíes como advertencia al ver a personas acercarse a sus posiciones se han sucedido desde el martes. El ejército arrestó a cuatro, que inicialmente vinculó a Hezbolá, para luego relativizarlo.
En redes sociales se pueden ver vídeos impensables hace apenas 72 horas, como un vecino grabándose con el móvil al lado de un tanque, que mueve el cañón en su dirección sin abrir fuego. En otros se ve a gente quitar las banderas que habían colocado los soldados israelíes, que penetraron como máximo unos cinco kilómetros en territorio libanés.
Durante la primera jornada de tregua, los incidentes en la frontera fueron menores, sin lanzamiento de proyectiles contra Israel. Una alerta en Arab el Aramshe (un poblado beduino en Israel a tiro de piedra de la frontera que había sufrido desde octubre de 2023 el lanzamiento por Hezbolá de numerosos drones y proyectiles anticarro) resultó ser una falsa alarma.
Los incidentes de este jueves siguen siendo puntuales, pero son más serios. En particular, el bombardeo en Baysariya, cerca de la ciudad de Saida y a medio camino entre Beirut y la frontera. El ejército definió el objetivo como una instalación de Hezbolá. El acuerdo estipula que las instalaciones militares no autorizadas (es decir, de las milicias) deben ser desmanteladas, pero no menciona las que estén al norte del río, como esta.
Los dirigentes israelíes han ido lanzando amenazas durante la jornada. El ministro de Defensa, Israel Katz, ha subrayado que están respondiendo “con firmeza” a toda vulneración y que no permitirán un regreso a la “realidad previa”, a fin de que sus evacuados obtengan el “sentido de seguridad” necesario para regresar a sus hogares. El jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi, ha dicho que asegurarán “con fuego” el cumplimiento de los términos de la tregua.
Los soldados israelíes siguen presentes en la zona, con la perspectiva de irse retirando progresivamente en 60 días, dando paso al ejército libanés. Donde no están los primeros se puede ver a los segundos, vigilando los accesos con piedras y erizos checos. Su presencia, con vehículos o a pie, es visiblemente superior a la habitual. En la cercana Qalaia (una de las aldeas cristianas en las que Hezbolá es percibido como el verdadero enemigo del país), los vecinos pararon este miércoles una unidad que se dirigía hacia el cuartel de Marjayún para recibirla lanzando arroz y flores.
En el retén que marca el cruce del río Litani, la posición de Unifil ( la misión de cascos azules capitaneada por el español Aroldo Lázaro) seguía vacía, por los protocolos de seguridad, pero los soldados libaneses controlaban con atención el paso y exigían los documentos. Las Fuerzas Armadas deben desplegar 10.000 soldados durante estos dos meses. En una primera fase, derivará cerca de 6.000 (actualmente desplegados en otros puntos del país) para apostarse en zonas sin presencia de tropas israelíes, más al norte de la frontera. El ejército libanés cuenta ya en el sur con casi 4.500 soldados, que se concentrarán en los puntos con más potencial explosivo. Su papel será asegurarse de que Hezbolá no tiene milicianos, armas, ni capacidad de fabricar misiles al sur del Litani, a unos 30 kilómetros de la frontera. A partir de ahora, no solo lo vigilará Unifil, sino también un comité de seguimiento que presidirá EE UU. Israel exigió su creación en el acuerdo de alto el fuego.
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