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El Parlamento alemán rechaza la ley que certificaba la unión de derecha y ultraderecha contra la migración

El candidato democristiano buscó sin éxito una mayoría junto a AfD para limitar la llegada de demandantes de asilo, pese a las críticas de Merkel y la acusación de debilitar el cordón sanitario

Merz comparece en la sesión parlamentaria. En la bancada de la derecha, los diputados de AfD.
Merz comparece en la sesión parlamentaria. En la bancada de la derecha, los diputados de AfD.Nadja Wohlleben (REUTERS)
Marc Bassets

El democristiano Friedrich Merz, favorito para ser el próximo canciller alemán, ha encajado este viernes una derrota parlamentaria de consecuencias incalculables para sus aspiraciones gubernamentales. El Bundestag ha rechazado la ley para reducir la inmigración del candidato de la Unión Democristiana / Unión Socialcristiana (CDU/CSU), pese a contar con los votos del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD). La decisión de aceptar los votos de AfD desencadenó un alud de críticas, incluida de la correligionaria de Merz, la excanciller Angela Merkel, por haber debilitado el cordón sanitario que impide cooperar con los radicales.

La apuesta era arriesgada para Merz, y le ha salido mal. Ahora se le puede complicar la campaña para las elecciones del 23 de febrero. Con el partido dividido, pues la ley posiblemente no habría quedado en minoría de no ser porque 12 diputados de su grupo se han ausentado del voto o no lo han emitido, en vez de hacerlo a favor como el resto. Y con su credibilidad tocada, pues se jugó su prestigio al romper un “tabú” para votar junto a AfD y esto ni siquiera le ha servido para lograr la mayoría. Al mismo tiempo, ha evitado la repetición de la incómoda foto del miércoles, cuando el Bundestag adoptó, también con los votos de la extrema derecha, una moción no vinculante para limitar el derecho de asilo. Esta vez ha habido celebración, pero en el otro lado del hemiciclo: en la izquierda.

El resultado, 338 votos a favor y 349 en contra, cayó como una sorpresa al final de una jornada de infarto en el Bundestag. Merz contaba, en principio, con una mayoría segura, al disponer de los votos de su formación, CDU/CSU, AfD, los liberales y el partido de izquierda antiinmigración de Sahra Wagenknecht. Además de la abstención de un grupo de democristianos, entre sus aliados liberales 23 se abstuvieron o votaron en contra. Esto demuestra que la unión entre la derecha y la extrema contra la inmigración —la mayoría que hace solo dos días se materializó con la moción sobre el derecho al asilo— es frágil. Y es posible que los llamamientos en contra del voto, desde las iglesias católica y evangélica hasta Merkel, hayan surtido algún efecto.

Merz desoyó las críticas de Merkel, a quien considera responsable del auge de AfD al haber acogido en 2015, durante su mandato como canciller, a un millón de refugiados. Y aceptó de nuevo los votos de la extrema derecha, al tiempo que prometía no gobernar jamás con ella. Los sondeos para las elecciones del 23 de febrero sitúan a la CDU/CSU como primera fuerza, seguida de AfD y del Partido Socialdemócrata (SPD). Está por ver el efecto electoral de esta semana. El conservador ha intentado proyectar la imagen de líder capaz de responder con decisión a la inquietud de una parte de la población por los atentados y crímenes perpetrados por extranjeros. Pero también de líder inconsistente, pues en noviembre juraba que no aceptaría votos de AfD, aunque fuese “por casualidad”. Y es exactamente lo que ha acabado haciendo.

El debate y la votación sobre la ley de inmigración —vinculante, al contrario que la moción, aunque algo más suave que la primera en el contenido— llegaron tras una sesión llena de sorpresas y giros en el guion. Debía empezar a las 10.30 de la mañana, pero se suspendió durante más de tres horas en las que el pequeño Partido Libre Democrático (FDP) se ofreció como mediador. Empezó entonces en los pasillos y salones del Bundestag una negociación a varias bandas, un teatro confuso en el que circulaban los rumores y las falsas alertas. Se trataba, para los liberales y los democristianos, de evitar una repetición de la foto del miércoles cuando se aprobó la moción: ellos sumando una mayoría junto a una AfD que celebró el resultado como “un éxito de la democracia”.

Democristianos y liberales sostienen que el contenido de la ley, que contempla restringir la entrada de inmigrantes, limitar la reagrupación familiar y reforzar las competencias de la policía, era perfectamente aceptable por el SPD y Los Verdes. Si rechazaban el acuerdo, decían, la responsabilidad del resultado final recaería sobre ellos. Pero socialdemócratas y ecologistas se resistían a verse empujados a suscribir un texto que no era el suyo y a salvar a Merz. Este quería evitar dar marcha atrás y perder la cara. No dio marcha atrás y perdió, aunque después, ante los periodistas, se felicitó, por lo que calificó de “victoria del parlamentarismo”.

El democristiano tenía razón si se refería al contenido y el tono vibrante del debate en el hemiciclo, que permitió contraponer visiones de la política migratoria y la relación con la extrema derecha. El jefe del grupo del SPD, Rolf Mützenich, se dirigió a Merz para exhortarle a retirar la propuesta: “Dé media vuelta. Sería lo mejor para nuestro país”. Y añadió: “La arteria vital de la democracia ha quedado dañada, pero todavía no está seccionada”. Tras conocerse el resultado, el canciller socialdemócrata, Olaf Scholz, celebró: “Me siento aliviado, y estoy seguro de que muchos otros. No debemos permitir que se nos dividida.”

En su intervención, Merz defendió que su propuesta de ley es asumible por el SPD y Los Verdes, que gobiernan en minoría desde que rompieron con el FDP. Reiteró que él no ha buscado los votos de la extrema derecha: si los recibe, es a su pesar, y porque los partidos del Gobierno se niegan a colaborar en la respuesta a los ataques perpetrados por extranjeros. Y negó con rotundidad que vaya a gobernar con AfD o que vaya a aceptar sus votos para ser canciller: “¿De verdad creen ustedes que tendemos la mano a un partido que quiere aniquilarnos?”.

“Lo que está en juego es dónde se sitúan los conservadores”, dijo la ministra de Exteriores, la ecologista Annalena Baerbock. “Si conservador significa seguir el manual de Viktor Orbán o Vladímir Putin”, añadió en referencia al primer ministro húngaro y el presidente ruso, respectivamente. “O si conservador significa Ursula von der Leyen, Donald Tusk, Michel Friedman, Helmut Kohl y también Konrad Adenauer”, afirmó, mencionando a la presidenta de la Comisión Europea, el primer ministro polaco y dos cancilleres democristianos. Friedman, antiguo dirigente del Consejo Central de los Judíos de Alemania, ha anunciado esta semana que abandonaba la CDU después de cuatro décadas de militancia.

Baerbock no citó a Angela Merkel, que ha condenado como “un error” la decisión de Merz, su rival en la democracia cristiana desde hace dos décadas, de aceptar los votos de AfD. Pero en la mesa del canciller Scholz, que asistió al debate aunque no habló en el hemiciclo, estuvo durante buena parte de la jornada un ejemplar de Libertad, las memorias de la excanciller.


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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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