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La duda de cada Halloween: ¿compro el disfraz de mi hijo o lo hacemos juntos en casa?

La noche de muertos está más cada vez más arraigada en España. Los colegios se preparan para engalanar sus patios y pasillos y, mientras los niños eligen vestimenta, los padres se debaten sobre cómo complacerles teniendo en cuenta el dinero y el tiempo

Disfraz Halloween
Cuando los progenitores reciben la notificación del colegio comienza la carrera a contrarreloj de las familias para encontrar el disfraz de Halloween.Kinzie+Riehm (Getty Images/Image Source)
Carolina García

Halloween está a la vuelta de la esquina y a pesar de ser una fiesta importada de Estados Unidos, cada año está más arraigada en España. El ritual es el mismo desde hace años: a finales de octubre, los colegios, sobre todo en Educación Infantil y Primaria, se preparan para engalanarse y llenar los pasillos y patios de calabazas, brujas y esqueletos. Sin duda, un día de diversión para muchos niños y niñas, pero que no deja de tener de fondo la muerte, el terror y la oscuridad. Aunque parece no importarles. Y con la celebración, un año más, llega la duda de muchos padres y madres: ¿Se querrá disfrazar mi hijo? ¿De qué? Y si quiere disfraz, ¿se lo hago en casa o se lo compro?

“Como en otras muchas festividades anglosajonas, esta ha ido haciéndose un hueco entre las fiestas españolas, e incluso desplazando algunas, como es en este caso el Día de todos los Santos, que nada tiene que ver la una con la otra en el modo en que se celebran”, subraya Eva Bailén, madre, ingeniera de Telecomunicaciones y profesora de Secundaria. “Creo que la enseñanza del inglés, además de por el marketing, ha tenido mucho que ver en que se haya extendido tanto. En ocasiones, es precisamente en los centros educativos desde donde se promueven estas fiestas de disfraces”, añade.

Bailén también recalca que, para ella, la temática puede ser un poco tenebrosa, sobre todo para los niños más pequeños. “Pienso que es positivo que los menores se disfracen, sobre todo cuando se trata de una actividad de grupo, como puede ser en la escuela infantil o en el colegio, para que no se les excluya y se les permita participar de la fiesta. Pero si el disfraz de bruja o de zombi no le gusta, no hay que forzarlo o se le puede dar a elegir otra opción que le guste”, opina. Además, la experta puntualiza que celebrar esta fiesta tiene un trasfondo educativo que acerca la cultura española a la anglosajona: “En los colegios se aprovecha la ocasión para relatar cómo es la tradición y aprender de una manera más lúdica”.

Como cada año, se acerca la fecha en la que los progenitores reciben la notificación del colegio o la escuela y comienza la carrera a contrarreloj de las familias para encontrar el disfraz de Halloween, según explica Ruth Alfonso Arias, maestra de Educación Infantil desde hace más de una década. Ella apunta que son muchos los motivos que llevan a padres y madres a decidirse por la opción de comprar; reciclar algún antiguo o incluso hacer uno nuevo. “Cuando tienes poco tiempo, recurres a lo hecho, y más ahora que lo compras por internet y te lo llevan a casa”, explica María Palomar Cintas, de 44 años y madre de Sofía, de ocho. “También, a veces, te gastas más dinero en comprar el material que en comprar uno hecho. Pero para mí, lo ideal, es hacerlo”, reconoce Palomar. Para esta madre, esto propicia que padres e hijos pasen más tiempo juntos: “Así se hace al gusto del niño y pensamos juntos cómo hacerlo y qué materiales usar. Opino que fomenta la imaginación y une lazos familiares”.

Una escena de la película 'Coco', ambientada durante las festividades del Día de los Muertos en México.
Una escena de la película 'Coco', ambientada durante las festividades del Día de los Muertos en México.

“Efectivamente, lo bueno de los disfraces de Halloween es que se pueden hacer con ropa vieja y un poco de imaginación”, retoma Bailén. “Además, cuando los niños tienen autonomía y capacidad para colaborar o hacerlos ellos solos, me parece que la mejor opción es dejarlos que rasguen alguna ropa vieja, la ensucien con algo de pintura roja y se maquillen la cara, solos o con la ayuda de un adulto”, prosigue esta experta. Bailén añade que si no se quiere o no se puede hacer, en los bazares de barrio hay opciones económicas: “Pero creo que es más divertido hacerlos en casa”.

“Yo también prefiero el disfraz casero porque es distinto y original, además de más barato”, añade Esther Moreno Rubia, de 37 años y madre de dos hijos. Aun así, admite que por tiempo o porque ahora sus hijos son más mayores, los prefieren de la tienda. “El ritmo de vida y la falta de tiempo hacen que compre los disfraces. A veces los hacemos usando cosillas que haya por casa. En esto el tiempo es clave”, añade Mónica Nieto, madre de Olivia, una peque de ocho años.

“En mi opinión, los disfraces improvisados son más comunes entre los niños mayores, y los comprados en los bazares, o en otras tiendas más especializadas, en función del presupuesto de la familia, son más comunes entre los niños pequeños”, argumenta Bailén. “Además, hoy en día tenemos poco tiempo para coser y hay disfraces baratos, de comprar y tirar, aunque sean telas malas, que nos sacan del apuro”, añade Laura González Tomé, de 37 años y madre de dos niños. “De esta forma, los niños tienen más disfraces económicos y varían de atuendo, mientras que un disfraz bien hecho con trabajo en casa, te dura más”, añade. “Con tiempo, prefiero hacerlos en casa porque es más divertido, pero también depende del disfraz. Ahora se los suelo pedir a amigas que tienen niñas y los reutilizamos”, argumenta Silvia Cruz Cornejo, de 42 años y madre que lleva a sus hijos al colegio Joyfe en Madrid.

“En definitiva, ambas opciones tienen sus ventajas, y la elección depende de diversos factores: el tiempo disponible, el dinero, las habilidades para la confección y las preferencias del niño”, explica Marta Guerra, Psicóloga General Sanitaria en Instituto Psicológico Cláritas en Madrid. Por un lado, según resume Guerra, los comprados ahorran tiempo y se puede encontrar una amplia variedad de opciones en tiendas especializadas y bazares: “Además, muchos de ellos están bien diseñados, con detalles realistas que pueden hacer que el niño se sienta aún más inmerso en su personaje”. Por otro lado, en cuanto a los hechos en casa, esta experta explica que ofrecen la oportunidad de personalizarse completamente el traje según los gustos y preferencias del menor: “Pueden adaptarse para que sean únicos. Y fomenta la creatividad y el trabajo en equipo si el niño participa en el proceso de diseño y confección”. Para ella, muchos padres optan por comprar disfraces debido a la conveniencia, pero también hay una creciente tendencia a valorar la creatividad y el toque personal de los disfraces hechos en casa: “En última instancia, la elección depende de las circunstancias individuales y las preferencias de la familia”.

Mi hijo no quiere disfrazarse, ¿qué hago?

A algunos niños nos le gusta disfrazarse
A algunos niños nos le gusta disfrazarse

Ruth Alfonso Arias, maestra de Educación Infantil desde hace más de una década, reconoce que, según su experiencia, muchas familias se angustian porque sus hijos o hijas no quieren ir disfrazados: “Esto no debería ser nunca una imposición, ni por parte de las familias ni del centro educativo. Eso sí, anticipar lo que va a acontecer ese día puede ser de gran ayuda para los niños y que se animen a participar”.  

La maestra incide en que obligarles a disfrazarse anula su elección y capacidad de decisión: "En cambio, si la respetamos, estamos permitiendo la autoafirmación de su identidad”. Por tanto, para Alfonso, es un buen momento para trabajar la paciencia y no sentir ninguna presión social por ello: “Cuándo los niños estén preparados o hayan adquirido la madurez suficiente, disfrutarán de ese día como los demás”. Por último, siempre tenemos la opción de llevar el disfraz guardado, por si una vez que lleguen al sitio cambian de opinión.

Para Sonia López Iglesias, psicopedagoga, es bueno que los niños se disfracen en Halloween, pero si les da miedo o no les apetece no se les debe obligar porque puede ser muy contraproducente. "Pueden sentirse poco respetados o que sus necesidades no se tienen en cuenta”, afirma. 

“No soy partidaria de forzar a los niños a hacer nada contra su voluntad, y disfrazarse puede ser muy divertido para algunos, pero para otros puede resultar un suplicio”, argumenta Eva Bailén, profesora de Secundaria. En tal caso, esta experta recomienda entender sus motivos. “Y, siempre, y ante todo, se debe respetar su elección, que no quiera disfrazarse no significa que no pueda disfrutar de la fiesta”, agrega López Iglesias.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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