Las caravanas migrantes aceleran el paso en México ante la llegada inminente de Donald Trump a la presidencia
Tres grupos han salido rumbo a Estados Unidos desde las elecciones, mientras que las organizaciones humanitarias advierten de que el número irá a más antes de terminar el año
La sombra de Donald Trump llega hasta Tapachula, en el Estado de Chiapas. Una ciudad fronteriza que se ha convertido en el punto clave por el que pasan todos los que quieren atravesar México y llegar a Estados Unidos. La victoria del republicano en las últimas elecciones ha provocado que muchos migrantes aceleren el paso antes de que el nuevo presidente llegue a La Casa Blanca. Temen que las políticas antiinmigración de Trump corten de raíz el sueño de tener una vida mejor al otro lado de la frontera. El pasado martes una caravana con unas 1.600 personas salió desde Tapachula y llegaron a San Pedro Tapanatepec, en Oaxaca, a 300 kilómetros de distancia, una semana después. Este martes otro grupo de unas 2.000 personas ha salido en ruta con el propósito de llegar a Ciudad de México. Es la caravana número 14 que sale rumbo al norte en lo que va de año y la tercera desde que se celebraron las elecciones en el país vecino. Detrás de ellos, otros miles se preparan para emprender la marcha. “Conforme se acerque la fecha del cambio de Administración, pensamos que aumentará la cantidad de migrantes que quieren llegar a Estados Unidos antes de que Trump asuma la presidencia”, asegura una fuente que trabaja con personas migrantes.
Desde este verano, el Gobierno de Estados Unidos permite solicitar una visa humanitaria a través de una aplicación llamada CBP One, de la oficina de Aduanas y Fronteras. Los migrantes deben de esperar en territorio mexicano la cita en alguno de los ocho puertos fronterizos. Sin embargo, a medida que las solicitudes de asilo han ido aumentando, los tiempos de espera se han vuelto más extensos, de al menos siete u ocho meses. La desesperación por la cita que no llega, la amenaza del crimen organizado y la posibilidad de ser secuestrados, extorsionados o algo peor, han provocado que miles de personas emprendan el camino por su cuenta. Cada vez más migrantes se suman a las caravanas, mientras que los albergues de Tapachula están al máximo de su capacidad, como es el caso del albergue Belén, con un máximo de 150 plazas, y más de 270 personas alojadas. “No han dejado de llegar migrantes, pero con la aplicación empezó a ingresar más gente”, señalaba su director a este diario, el sacerdote César Augusto Cañaveral.
Las caravanas tienen la idea de continuar a pie hasta el norte, pero la mayoría de las veces chocan contra la política migratoria de México que busca a toda costa desincentivar su intento de llegar a la frontera con Estados Unidos. “Las autoridades tratan de cansarlos y desorientarlos para que desistan, pero ellos van a seguir adelante, aunque les cueste la vida”, explicaba el director del albergue Belén.
Tapachula se ha convertido en un reflejo de lo que sucede en otras partes de Chiapas. La disputa territorial entre grupos criminales ha alcanzado la ciudad fronteriza. Asesinatos, extorsiones y secuestros están a la orden del día y el tráfico de personas se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos de los narcos. El mayor flujo de personas por la llegada de Donald Trump les ha llevado a subir las tarifas un 50%. Los criminales exigen a cada migrante secuestrado 200 dólares para ser liberado, cuando hace un mes escaso cobraban 100 dólares por persona.
Muchas de las personas que comienzan el camino, lo acaban abandonando por cansancio, enfermedad o falta de recursos. Las organizaciones humanitarias tratan de ayudar en lo que puedan necesitar. “Hemos atendido en el último mes a más de 3.000 personas con nuestros puntos de hidratación, consulta médica e información sobre salud y prevención”, señala Enrique López, coordinador de Médicos del Mundo en Tapachula.
Lesiones, deshidratación, enfermedades pulmonares... solo resisten los más fuertes. Este es el caso de José Luis, Yureni y el pequeño Thiago, de cinco años. Una familia de Colombia que llegó hace un mes a Ciudad de México y que tratan de sumarse a otra caravana para seguir subiendo. “Nos han dicho que el 18 de diciembre es el Día del Migrante y que podremos entregarnos en la frontera a las autoridades gringas”, señala el hombre de 27 años. Estos días venden chocolates y acampan en un parque detrás de la Basílica de la Virgen de Guadalupe a la espera de que salga un grupo de unas 30 personas para abordar el peligroso tren de mercancías conocido como La Bestia. Su intención, como la de miles en su situación, es llegar cuanto antes a la frontera. “Queremos llegar antes de que Trump sea presidente porque, mire, que es un tipo que está en contra de nosotros, pero es que ya no podíamos seguir viviendo en Colombia porque nos amenazaron de muerte y nos tuvimos que marchar”, asegura José Luis.
Este verano el Instituto Nacional de Migración (INM) aseguró que ofrecería transporte y un corredor seguro hasta la frontera norte a aquellos que tuvieran su cita confirmada en Estados Unidos. Tres meses después, sin embargo, estos traslados desde el sur del país son pocos y confusos para la mayoría. “Muchas personas no ven avances en la aplicación como quisieran y no hay tanta claridad de cómo pueden hacer los traslados del programa de Gobierno, por eso la gente quiere movilizarse en conjunto”, dice una fuente cercana a las caravanas que prefiere no dar su nombre por seguridad.
El INM ofrece a las personas con cita un permiso por 20 días para moverse de manera segura por el país, sin embargo, la mayoría sigue teniendo que costear su viaje de más de 3.000 kilómetros hasta la frontera norte. Los que pueden, sacan un pasaje de autobús; los que no pueden, tienen que subirse al tren. Muchos de ellos mueren en el camino o se exponen a ser secuestrados por el narco. Huyen de la violencia, la pobreza y los efectos del cambio climático en sus países de origen. La mayoría proceden de Venezuela, Ecuador y Honduras, aunque también hay personas de Guatemala, Colombia, El Salvador, Nicaragua y Haití.
“En estas condiciones los niños están más expuestos y vulnerables a vivir afectaciones de salud por insolación, deshidratación, cuadros de ansiedad y estrés, sin ninguna posibilidad de recibir algún servicio de Salud o Educación”, comenta Ivonne Piedras, directora de Comunicación y Campañas de Save the Children México. “Si hay caravanas grandes también aumentan los riesgos de abuso sexual”, agrega la especialista. En lo que va de año la entrada irregular de personas a México se ha duplicado, en comparación con el mismo periodo del año anterior. Más de 925.000 migrantes atravesaron las fronteras de enero a agosto, de acuerdo a cifras oficiales. Del total, más de 108.000 eran niños, niñas y adolescentes. Las organizaciones humanitarias se preparan para que el número de migrantes siga en aumento los próximos meses. Todos quieren llegar — o al menos intentarlo—antes de que Donald Trump cierre más la frontera.
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