La pedagogía democrática en el CIDE
La actuación del Conacyt y de quienes dirigen el CIDE ha logrado crear conciencia entre alumnos y profesores acerca de la importancia de las normas jurídicas que rigen al centro educativo
Al rendir su más reciente informe, el presidente López Obrador habló de la irreversibilidad de los cambios que con él se han alcanzado. De manera puntual se refirió a lo que considera la profunda transformación de las conciencias en el pueblo de México. A que las personas que viven en el territorio nacional han comprendido lo que significa ser libres, honestos, democráticos y algunos otros valores de semejante entidad y jerarquía. López Obrador piensa —y creo que lo piensa en serio— que su acción política, su prédica y su ejemplo han sido el motor de tan, supuestas, profundas y permanentes modificaciones en la psique de los mexicanos.
Desde luego, es difícil suponer que lo buscado por el presidente se haya logrado. Las tasas anuales de criminalidad, violencia familiar, xenofobia, corrupción o apego democrático, rápidamente contradicen sus dichos. No hay mucho que mostrar en el proceso social como para suponer que las conciencias se están transformando. Mucho menos para considerar que ya lo fueron. Lo único que podría darle la razón al presidente es la adhesión que algunas personas tienen hacia su persona. Que por legítima esperanza o legítimo interés, un segmento de la población vea en él a un líder al que hay que seguir en todo y para todo. Si este es el caso, podríamos hablar, en efecto, de la transformación de las conciencias de quienes han decidido hacer de Andrés Manuel López Obrador su líder, pero difícilmente podríamos considerar que tal cambio subjetivo tiene un carácter permanente o, más aún, irrevocable.
El presidente habla de los cambios de mentalidad fundados en la misma base con la que considera todo su hacer político y social. En un ejercicio de carácter performativo, en el que asume que su mero decir es constitutivo de las realidades por él enunciadas. Sea la terminación del huachicoleo, el final de la corrupción, el mejor Gabinete de la historia nacional o la propia transformación de las conciencias, López Obrador sigue suponiendo que basta su palabra para que la realidad se adecue a ella.
Este particular modo de comportamiento no ha logrado muchos cambios sociales, más allá desde luego de lo conseguido en el mero entorno comunicacional. Hay, sin embargo, un área específica en la que no tanto por la palabra sino por las acciones tomadas por su Gobierno y respaldadas por él, asistimos a una transformación interesante en la dirección que busca transformar las mentalidades de nuestra población. Me refiero a lo que está sucediendo con los alumnos y los profesores del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y, por efecto de ello, con otros cuerpos académicos del país. Me explico.
El CIDE es una asociación civil constituida por diversos organismos públicos, entre ellos el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Uno de los componentes de diseño que más llama la atención, es la necesaria participación de su comunidad en la toma de buena parte de sus decisiones. Con esta solución se buscó dotar al CIDE de la mayor autonomía posible al no contar con la autonomía universitaria establecida en el artículo 3° constitucional. Y es precisamente la violación de este espíritu del Estatuto Orgánico y de sus preceptos concretos lo que ha generado la crisis que la institución vive actualmente. Ese actuar de las autoridades del Conacyt y del propio CIDE que se ha convertido en pedagogía democrática para su comunidad y para la de otras casas de estudios cercanas a ella.
Lo que el Conacyt y quienes dirigen al CIDE han logrado es crear conciencia entre alumnos y profesores acerca de la importancia de las normas jurídicas que rigen al centro al que pertenecen. Les han mostrado que la decisión de remover a un director regional por pérdida de confianza, o a su secretaria general por querer ajustarse a la normatividad interna, no puede ser tolerado solo por provenir de la autoridad. Les han mostrado que no deben aceptar designaciones en las que se han obviado las auscultaciones y los procedimientos de votación.
La pedagogía seguida por el Conacyt y el director del CIDE ha sido fructífera. Ha logrado que ahí donde había personas dedicadas al estudio y la investigación, hoy haya personas que reivindican sus derechos constitucionales y el apego a las normas institucionales. Han logrado politizar a una comunidad que no lo estaba, y han logrado que sus miembros se asuman como ciudadanos en ejercicio de sus derechos y de sus obligaciones. Además, lo han hecho para que reivindiquen el cabal cumplimiento de las normas creadas por ellas mismas. Sin lugar a duda, un caso de éxito en la renovación de las conciencias.
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