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Elecciones Estado de México
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Qué ha sabido hacer Delfina (y qué no le han dejado a Del Moral)

El triunfo de la morenista en el Estado de México no tiene una explicación única y la historia de esta exitosa campaña debe escribirse de forma poliédrica

Delfina Gómez durante la votación en la jornada electoral.
Delfina Gómez durante la votación en la jornada electoral.Eduardo Verdugo (AP)
Salvador Camarena

Delfina Gómez será la próxima gobernadora del Estado de México por Andrés Manuel López Obrador. Esta maestra de primaria será la mandataria de la entidad más poblada del país porque Morena es, en el quinto año de López Obrador en Palacio Nacional, una marca muy potente. La perdedora de 2017 jurará el cargo en 2023 porque su alianza conjuró las divisiones internas y apretó con fuerza el nudo con sus socios Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde (PVEM). Y estos trabajaron para llevar en andas durante toda la campaña a una buena candidata, subestimada por la prensa capitalina y la oposición.

La exsecretaria de Educación Pública federal será la primera mujer en gobernar al Estado que fue símbolo de los vaporosos rituales priistas porque con decisión reivindicó su estilo popular, su cuna pobre, su trato afable, su habla vernácula, su distancia del oropel y el lujo.

La exalcaldesa de Texcoco se impuso en el Estado de México porque las denuncias sobre su corrupción cuando fue la edil le fueron perdonados por quienes prefieren un cambio de ropaje, así traiga una mancha, a seis años más con los de los trajes lustrosos, y cuentas en Andorra, de los últimos 95 años.

A la senadora con licencia le fue requetebién en estos comicios, también, porque su movimiento no distingue entre partido y gobierno, porque desde el presidente de la República hasta el más novel de los funcionarios de administraciones surgidas de Morena, operan para ganar. Y no les vengan con que la ley es la ley.

La candidata de Morena, PVEM y PT ganó porque fue disciplinada en sus actos, cauta en los debates, medida en sus entrevistas y fiel al libreto de que seis años después se había ganado el derecho a gobernar a sus paisanos, a llevarlos al coto de López Obrador.

Y último, pero no menos importante: será la primera no priista en el palacio de gobierno de Toluca, por todo lo que no hizo el PRI, por esa campaña sin amor que fue la de Alejandra del Moral, por ese cuento de enredos escrito de principio a fin por el claudicante gobernador Alfredo del Mazo.

El triunfo de Gómez no tiene una explicación única y la historia de esta exitosa campaña debe escribirse de forma poliédrica. Es de ella y de López Obrador. Y viceversa. Es de ella y de la gente harta del PRI. Es de ella y de quienes al no ser destapados se disciplinaron y sumaron. Es de ella y de una campaña sin errores, sin distracciones, sin pecar, nunca, de confianza. Es de ella y de los rudos operadores del presidente. Es de ella y de quienes se ilusionan con Morena, que son hoy los más.

La derrota de Del Moral es también un asunto coral. Aunque, eso sí, en el ajuste de cuentas al primero que hay que señalar es al medroso Del Mazo, enemigo número uno de cualquier intento de crítica al presidente López Obrador o a figuras del morenismo.

Pero también debe ocupar un alto puesto en la factura de esta derrota el líder del PRI nacional, que convenientemente dejó toda la responsabilidad a quien nunca se destacó por su arrojo, como es el mandatario mexiquense.

Alejandro Alito Moreno dirá que así fue el acuerdo, que le tocaba al gobernador llevar el timón del barco en esa elección estatal, pero de hoy en adelante la biografía del campechano incluirá en un lugar muy prominente que controlaba el PRI al tiempo que este se le deshacía en las manos.

Del Mazo y Alito perdieron el Estado de México y ninguno asumirá tamaña responsabilidad. Y no por cantado el revés es menos grave. Se escribirán libros sobre cómo esos dos priistas, entre otros, llevaron a esta ruina a un partido de época.

En lo que resta de su mandato, el primero terminará su rol como el mejor cortalistones de los eventos metropolitanos de la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum; y el segundo querrá, tan pronto como mañana, hablar de las elecciones del 2024: de poner a disposición el cargo por el fracaso, ni hablar.

En el recuento de los daños hay que seguir con Del Moral, víctima de su ambición. Tanto quiso la candidatura que no entendió que su jefe se la daría a condición de que no fuera competitiva, de que no se aplicara a fondo en contra de Morena, el presidente, la candidata Delfina o las corcholatas.

Era como esperar el milagro de que una marea rosa naciera de la nada. Esas contundentes marchas ciudadanas surgieron de la polarización. Para bien y para mal son producto y respuesta a López Obrador. Si Del Moral no polarizaba, no atacaba, ¿cómo iba a emocionar a los que no quieren al morenismo?

Del Moral y sus estrategas también fallaron a la hora de huir de la etiqueta de la corrupción y del desgaste de la marca PRIAN. Ella minimizó a los partidos, se quiso ciudadanizar, se buscó una leyenda de valentía, pero nunca se le rebeló al gobernador, nunca. Afuera notaron que ni en casa se impuso.

Delfina y sus estrategas, por su parte, supieron decirle a la gente que era hora del cambio, que les iba a ir requetebién, que los corruptos ya se iban, que el presidente más los querría, que podían sumarse a la nueva ola, que no llegaban tarde a la nueva hegemonía, sino que con su voto esta se instalaría.

La campaña de la maestra dio varias lecciones. Quizá la principal es que instalaron muy pronto la leyenda de que eran invencibles, de que sumergían a Del Moral en cada encuesta, de que votar a la oposición era perder el tiempo, desperdiciar el domingo, una batalla sin futuro.

Tuvieron para ello ya ayuda nada menor de casas encuestadoras que no acaban de aclarar su perfil: ¿Son asesores o encuestadores? ¿Son expertos en consultoría o en demoscopia? ¿Se dicen imparciales al tiempo que trabajan para cuarteles partidistas? Son preguntas de cara al 2024, que empieza hoy.

La participación en la jornada electoral demuestra que Morena ganó antes del domingo. Y de paso los del presidente desfondaron el mito de eso que llaman marea rosa. A los indignados no les alcanza para repetir la hazaña del 2021, par defender sus ideas en las urnas. Fueron flor de un día, o de dos.

Lo peor del resultado para el PRI es que los porcentajes de la votación muestran que Gómez estaba a tiro de piedra. Que el triunfo de la maestra es meritorio, pero que la derrota de Del Moral pudo ser honrosa, peleada, de cara al sol. Que pudo ser una pelea sin los lastimeros mensajes dominicales que en los chats de Whatsapp imploraban que se llamara a la gente a votar.

En las semanas previas al domingo electoral, otro lamento recorría los cafés políticos. Era el rumor de amargura de priistas de esos que sabían ganar las elecciones a como diera lugar. No los dejaban aplicar la campaña B, la contra campaña, la campaña negra, la guerra sucia... y no les dieron dinero.

Al final de la campaña quisieron meter miedo con que Gómez le robaría a los burócratas un porcentaje de su salario. Y los pararon. Quisieron hacerle una leyenda a la maestra de que desde Texcoco era una mataperros. Y los pararon. No presumían el decoro de sus métodos, pero sí su efectividad.

Gómez será gobernadora porque, como lo dijo anoche al reclamar su ventaja, el discurso de primero los pobres es todavía la mejor idea de la política mexicana de este siglo. Si en 2000 fue el cambio, frustrado este la promesa de López Obrador y los suyos es de una potencia todavía insondable.

Cuando ese discurso es personificado por alguien creíble como Gómez —y no por alguien poco o nada creíble como el senador Armando Guadiana en Coahuila—, entonces la suma de candidata y promesa lopezobradorista penetrarán en electorado con fuerza.

Esa es la piedra angular de la nueva hegemonía partidista. Es el tiempo de los de abajo. El electorado así lo cree. Y si el oficialismo interpreta sin fallar la partitura escrita por López Obrador, que incluye hacerle sentir miedo o codicia a adversarios de flacas convicciones, surge una marcha triunfal.

Las campañas son para ganarse. Gómez, su equipo, sus aliados partidistas y su líder político se apuntaron un gran triunfo en el Estado de México. Es la mejor noticia para el oficialismo de cara el 2024. Quien diga que la maestra no ganó por una holgada ventaja, solo busca inventar ex post algo que no vimos: una buena campaña de Del Moral.

Los dos movimientos políticos que hasta ayer existían en México (la unión entre el PRI, el PAN y el PRD puede morir hoy mismo) han mostrado respectivamente el momento por el que atraviesan. Unos afinan la maquinaria para imponer una nueva época, otros buscan minimizar su gran derrota.

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