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NAVIDAD
Columna
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Mexicanos al grito de Feliz Navidad

Todo está listo para celebrar la Nochebuena; entre comida y regalos

Navidad
Visitantes disfrutan de la Verbena Navideña 2023 en el Zócalo de la Ciudad de México.Edgar Negrete Lira (Cuartoscuro)
Antonio Ortuño

El conductor de la aplicación que me lleva camino a comprar los últimos regalos tiene un dictamen inapelable: esta ha sido una mala temporada navideña para él. “Poca gente en las posadas de los trabajos y menos en los centros comerciales, el viernes antes de Navidad de plano me fui a las 9 de la noche a mi casa, porque no salía chamba. En tres horas nomás llevé a una sobrina a ver a su novio a un café y ya”. Me dice que siente que la Navidad “le falló este año”. Oyó en la radio que mucha gente se deprime en estas fechas y se reconoce como uno de los afectados. “Todos hablan de la familia y las fiestas y uno acá, echándole ganas, pero amolado por dentro, con ganas de irse a la casa y salir en enero”.

No pasa media hora de esta confesión antes de que el dependiente de una tienda departamental lo desmienta, indirectamente, en medio de una charla casual: “Apenas si puede uno respirar estos días, porque le muestras un celular a un cliente, le cobras a otro, le respondes las dudas a un tercero y ves que tienes como otros cinco formados todavía. No se alcanza uno la mano con la otra. Ya que me lleguen las comisiones de la temporada espero que haya valido la pena tanta friega”. El dependiente dice que tiene una hija de seis años a la que le compró la Barbie que quería y que casi está más ansioso que ella porque llegue el momento de que abra su regalo.

Un amigo va al aeropuerto a recoger a unos familiares que llegan a Guadalajara desde San Diego, California, y me dice que la terminal parece invadida por el público de un festival masivo, es decir, que está retacada y resulta agobiante. Otro amigo, sin embargo, pasó a buscar a su hermana, que llegó de Los Ángeles, y me dice que vio la terminal normalita, como cualquier día por la tarde, aunque acota que era la media noche. Me quedo con la impresión de que eso significa que opera por encima de los parámetros normales. Es la época.

Me reúno a desayunar con una amiga en un restaurante. Cuando estamos por irnos, ella va a lavarse las manos y yo me quedo de pie ante la caja registradora, junto a la salida. “¿Va bien el negocio estos días?”, le pregunto a la dueña, que es la que cobra, y se anda limando las uñas mientras espera a que alguna de las meseras traiga otra cuenta por cobrar. “Uy, pues de gente estamos bien, sí viene más que de costumbre a esta altura del año. Pero mire el frasco de las propinas navideñas: no nos cae ni un pesito”. No entiendo muy bien la función del frasco, que está ubicado junto a la caja, con un letrero que dice “Gracias por su ayuda” y un dibujo de una Noche Buena, porque la propina por el servicio se paga en las mesas. De cualquier modo, me doy por aludido, y echo un billete al frasco dichoso, que la mujer saca y se echa al bolsillo de inmediato, mientras me agradece. El frasco vuelve a quedar vacío. Me voy con la seguridad de haber sido estafado. Al menos era un billete de veinte, nomás.

La vecina de la vuelta pone la cereza del pastel. Habla por teléfono, a gritos, mientras fuma y riega el jardincito afuera de su casa. Se le ve muy animada. “Van a venir a cenar mis hijos y los nietos, que tengo muchas ganas de verlos. Pero después del abrazo, a la medianoche, los corro y me encierro a ver Netflix, que es lo que más se me antoja”, dice. Luego le pega un grito a su french poodle, que asoma por la puerta, para que no se salga a la calle. Pero el can corre presuroso, como pastor que va a Belén, y la mujer corta la llamada para salir a perseguirlo.

Suena la tenue melodía de un villancico.

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