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Elecciones venezuela
Columna
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La oportunidad de López Obrador de hacer historia promoviendo la democracia

El presidente mexicano podría ser el arquitecto de una nueva era en Venezuela que inaugure una contracorriente a la recesión democrática mundial y deje un legado internacional que el mandatario aún no ha tenido

Los presidentes latinoamericanos Andrés Manuel López Obrador y Nicolás Maduro.
Los presidentes latinoamericanos Andrés Manuel López Obrador y Nicolás Maduro.Getty Images

En los últimos meses de los mandatos presidenciales, los presidentes en América Latina usualmente se preocupan por conformar su legado futuro. Cómo serán recordados y cuáles serán sus contribuciones que dejarán una huella en el ámbito nacional e internacional. En el caso de Andrés Manuel López Obrador, en México, su agenda doméstica se centra en la así llamada 4T, una transformación que busca pasar de un país de privilegios, a la creación de una sociedad más justa y equitativa. En el frente internacional, López Obrador ha tenido muy poca prominencia en espacios y foros internacionales, en parte quizá por su enfoque nacionalista, y en parte porque el presidente de México tiene una relación ambivalente cuando se contrapone la defensa de los valores democráticos y ciertas posturas ideológicas que todavía dividen el mundo en izquierda y derecha. Eso explica en alguna medida su actitud frente a personajes con claras tendencias autoritarias, como Donald Trump, o su relación con Rusia y la invasión de Ucrania, o en el caso más reciente, su actitud frente a las elecciones en Venezuela.

López Obrador se equivoca cuando afirma que no se tienen “pruebas de nada” sobre el fraude electoral en Venezuela. El fraude es extremadamente sencillo y por demás burdo. A diferencia de acusaciones de fraude como el de México en 1988, las actas electorales en Venezuela existen desde el primer día, con más del 80% de los resultados documentados, públicamente salvaguardados y disponibles en forma estadística y fotográfica, gracias a un esfuerzo notable de la oposición bien organizada. El resultado electoral agarró al régimen de Maduro por sorpresa, nunca se imaginaron la dimensión de su derrota. La noche de la elección, la autoridad electoral, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela fue la institución que propiamente implementó el fraude, que consistió en burdamente inventar un porcentaje de votos imaginarios para Nicolás Maduro que no están respaldados por ningún documento, conteo, o sistema de cómputo. En los días siguientes las actas no fueron presentadas por el CNE, ni los otros procedimientos que dicta la ley fueron seguidos. Casi dos semanas después de la elección, el régimen de Nicolás Maduro se ha dedicado a amenazar, hostigar y detener a activistas políticos en su desesperación por evitar una movilización popular en defensa del voto de los venezolanos.

López Obrador decidió desde el primer momento no utilizar la evidencia disponible sobre lo que sucedió en Venezuela, sino seguir sus instintos políticos. No permitió que Alicia Bárcena participara en la reunión de la OEA para establecer la posición del organismo frente a esta contienda electoral. Declaró que reconocer el triunfo de la oposición sería una forma de intervencionismo. Aunque ha participado en el pronunciamiento conjunto con los presidentes Gustavo Petro de Colombia y Luiz Ignacio “Lula” da Silva de Brasil, exigiendo que se presenten los resultados oficiales desagregados por centro de votación y mesa (lo equivalente a secciones y casillas en México), en realidad no ha tenido un papel protagónico en este momento crítico para la democracia de América Latina.

Miguel Díaz-Canel, Xiomara Castro, Ariel Henry, Andrés Manuel López Obrador, Gustavo Petro y Nicolás Maduro
Los líderes Miguel Díaz-Canel, Xiomara Castro, Andrés Manuel López Obrador, Ariel Henry, Gustavo Petro y Nicolás Maduro, en la Cumbre de Palenque (Chiapas), en octubre de 2023. Presidencia de México

A estas alturas es extremamente dudoso que los tribunales venezolanos o el CNE presenten los datos verdaderos. Es cada vez más probable que, si llegan a presentar algún tipo de actas o documentos, estos sean falsos, creados con hackeos que no correspondan a la mayoría de las copias de las actas que ya están en posesión de los ciudadanos organizados. Es dudoso que puedan reproducir los hash originales, códigos de encriptamiento, producidos por las máquinas para votar la noche de la elección. La elección venezolana simplemente tuvo tantas salvaguardas de protección del voto ciudadano, que ahora impiden que al gobierno de Nicolás Maduro pueda generar alguna evidencia creíble sobre su triunfo.

En la mañanera del 8 de agosto dijo López Obrador que su intención es “que haya vocación democrática auténtica, que no haya ni intervencionismo, ni afán de imposición, ni carga ideológica, sino que se respete la voluntad de los venezolanos, lo que decidieron ellos”. López Obrador se encuentra hoy con una oportunidad histórica para dejar un legado internacional que hasta el momento no ha tenido. Podría ser el arquitecto de una nueva era democrática en Venezuela, que inaugure ojalá una contracorriente respecto a la recesión democrática que se vive en todo el mundo. Con la credibilidad de ser un líder de un país que siempre ha tenido una política exterior basada en el no intervencionismo; con las cartas de compartir ideológicamente con la izquierda la aspiración de crear sociedades más justas; con su lucha histórica por defender el voto otorgado por los ciudadanos a sus candidaturas, tiene todos los elementos para empujar a Maduro hacia la concesión de su derrota.

López Obrador estaría presionando a Venezuela para defender a la democracia, y no por razones geopolíticas de imperialismo, no por ataduras ideológicas, ni por intereses propios. Estaría ayudando a evitar la violencia y la represión en Venezuela, así como un nuevo éxodo de millones de migrantes venezolanos con todas las implicaciones humanitarias que esto tiene. Y resolvería de manera contundente para su legado histórico que, cuando tuvo la oportunidad, defendió a la democracia, poniendo su sentido moral por encima de sus instintos políticos.

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