Gis: aprender el idioma materno
El proyecto piloto para enseñar náhuatl en las escuelas de Ciudad de México es una buena idea con algunos peros


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La Ciudad de México ensaya un proyecto piloto para llevar la enseñanza de la lengua náhuatl a 78 escuelas como una asignatura optativa. Si todo va bien, el programa se extendería. Dicen que solo en la capital mexicana la hablan 40.000 personas. Es, desde luego, uno de los grandes idiomas que sobreviven del pasado prehispánico, un tesoro que no debe perderse y qué mejor que las escuelas para conservarlo. Estamos ante una buena noticia que, desafortunadamente, tiene algunos peros, el primero, el de siempre: don Dinero.
Dotar a las escuelas de maestros que sepan hablar náhuatl no tiene por qué ser caro, menos a esa escala que se plantea, 78 escuelas. Pero cualquiera que haya intentado rescatar un idioma de esa dificultad sabe lo que cuesta. El euskera del País Vasco, en España, una afortunada rareza, costó 20 años de euskaldunización en los centros educativos y hoy todos los alumnos salen hablándolo, también el español y el inglés. Se trata de una comunidad rica, con recursos para sacar un idioma adelante sin que se resientan los demás. Y no es asunto menor.
Es buena idea empezar por alcaldías donde el idioma se habla regularmente, como Xochimilco o Milpa Alta, el sur rural de la ciudad, porque esos estudiantes encontrarán sustento en casa y en la calle para practicarlo y andando el tiempo podrían convertirse, a su vez, en maestros de náhuatl. Pero esas son alcaldías pobres, donde tan importante o más es que no se pierda el español o se aprenda el inglés a la par. Y hay que echarle mucho dinero a eso. El que necesitan las escuelas y nunca llega. En el País Vasco, los niños ya saben euskera y lo hablan en casa, en el bar del País Vasco y en la tienda del País Vasco. Solo sirve para esa región y todos son conscientes de ello. Tan es así, que muchos de los que lo aprendieron lo van perdiendo cuando salen de allí porque no encuentran con quién practicarlo. De ahí la importancia de que se recupere esta lengua en México, pero también de que no se abandonen las demás, porque fuera de determinados territorios no es útil más que para uno mismo. No es poco, pero no basta.
En la conflictiva y preciosa sierra de Guerrero, unas maestras comentaban hace unos años la imposibilidad creciente, al paso de los cursos, de explicar la filosofía o las matemáticas, cualquier pensamiento abstracto, en el idioma natal de aquellos niños, que también era el suyo. Son lenguas antiguas, cuya evolución se paró hace siglos a golpes de espadas, cañones y arcabuces, y alcanzan a describir un mundo pequeño, lejos de la complejidad del actual. No es argumento para echarse atrás, al contrario, sino para perseverar en la conservación de una joya como esa, que explica miles de palabras y expresiones que usamos hoy en día.
Paréntesis. A mi llegada a México escuché llamar gis a la tiza con la que se pinta en la pizarra. Gis. ¿De dónde vendría eso? No era un anglicismo de los muchos que se usan en estas tierras, busqué y hallé la respuesta: gis venía del latín gypsum, o sea, yeso. Perfecto. Entonces, ¿de dónde diablos venía tiza? ¿No se lo imaginan? Pues del náhuatl, tizatl, que también significa arcilla blanca, o yeso. Qué disfrute los idiomas y sus intercambios a lo largo de los siglos. La misma sorpresa me llevé cuando leí la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, y descubrí que las enaguas que siempre llevaba mi abuela, española, provenían de aquellas faldas bajo las faldas que se ponían las mujeres indígenas del continente americano, naguas. Se acabó el paréntesis.
Estamos reparando lo que nunca debió estropearse y quizá en México no sea tarde, dado que esas lenguas todavía están vivas. Pero nadie crea que será fácil ni rápido ni gratis. Hay algunos errores de bulto en lo que ahora se plantea, por ejemplo, que la asignatura sea optativa para escolares de 12 y 13 años. Esa es ya una edad tardía y no tiene en cuenta el absentismo que en algunas poblaciones se da en esas edades, cuando no abandono completo del sistema educativo. Sí, hay muchos problemas en México para salir airoso de tamaña empresa. Las escuelas carecen de lo básico, en algunos casos, y no es cuestión de desvestir un santo para vestir otro. Negar a ese alumnado un buen desempeño con el español y el inglés sería también una derrota. Sería impedirles escalar a la universidad, quizá, a un buen empleo, pudiera ser. Al progreso, en definitiva. Porque el progreso, bien lo saben los vascos, es atesorar un idioma antiguo y vivo, paladearlo y nombrar el mundo con él, sin impedir a sus hijos una vida acomodada donde aprender el idioma materno no signifique otras renuncias.
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