Las “personas muy especiales” de Trump
La irrupción violenta de los manifestantes en el Capitolio en un momento tan simbólico como el de la ratificación de Biden es un serio problema de seguridad
La complicidad de Donald Trump con los asaltantes violentos del Capitolio, en la solemne sesión de ratificación de Joe Biden como presidente de Estados Unidos de América, es algo más que política. Es probablemente, una complicidad que deberá ser examinada por la justicia. Trump, en un vídeo grabado, después de la comedida y prudente declaración de Biden, se ha referido a los asaltantes como “personas muy especiales”. Trump, que no ha condenado la violencia y la irrupción antidemocrática de sus seguidores, se ha limitado a decir: “Nos han robado las elecciones, a vosotros y a mí, pero tenéis que iros a casa porque esto les beneficia a ellos. Sois personas muy especiales”. Esas han sido sus palabras.
El día empezó con la última derrota política electoral de Trump. Esta vez en Georgia, el Estado decisivo que elegía hoy dos senadores cruciales para la gobernabilidad de EE UU. Estas eran las claves:
1. La derrota electoral y política. Los demócratas Raphael Warnock primero y, finalmente, Jon Ossoff ya son senadores por Georgia, después de las elecciones de este martes. Los demócratas lo necesitaban para tener en control del Senado y hacía muchos años que el partido demócrata no lo tenía. Ello quiere decir que Biden podrá legislar sin demasiados problemas. Los trumpistas se quedan sin capacidad de bloqueo.
2. La derrota simbólica. El reverendo Warnock, que predica en la misma iglesia que lo hacía Martin Luther King, es el primer afroamericano senador por Georgia. Una fuertísima carga estética y ética. Un símbolo político.
3. La derrota de su relato. Era lo más importante, porque reafirma que Georgia deja de ser republicana. Se le acaban los argumentos conspiranoicos. Se queda sin “realidad alternativa”. O miente, o niega, o enloquece. Y la vista de lo sucedido por la tarde, parece que nos enfrentamos a la última opción.
4. La derrota personal. Ha perdido -de nuevo- Donald Trump, que una vez más protagonizó la cita electoral. Aislado, derrotado y empecinado. Trump pierde el 2020 e hipoteca, casi definitivamente, su futuro político. Sin victoria en Georgia no hay teoría alternativa.
Estas derrotas deberían haber sido suficientes para acabar con la tensión extrema a la que Trump ha sometido al sistema democrático estadounidense. Pero no ha sido así. Donald Trump ha buscado este peligro institucional que hemos visto en Washington. Es el único responsable por alimentar la concentración de la mañana con su participación y validarla con su discurso. Su tuit en el que acusa a su vicepresidente Mike Pence de traición por seguir adelante con su misión institucional de ratificar el nombramiento de Joe Biden es de una gravedad extraordinaria. Trump lidera no solo la locura, sino la insurrección antidemocrática.
Ahora entendemos qué significó lo que dijo a sus seguidores más radicales, los supremacistas de los Proud Boys hace unas semanas. “Esperad la señal”. La señal llegó este miércoles y Trump es el líder de este desafío democrático. No es su símbolo o héroe. Es su jefe. Es su responsable. Y la señal fue clara: “Joe Biden va a ser un presidente ilegítimo”, “nunca nos rendiremos. Nunca concederemos”, “vamos a detener el robo”, decía Donald Trump a la multitud que se manifestaba en Washington justo antes de que el Senado nombrara presidente a Biden.
La irrupción violenta de los manifestantes en el Capitolio en un momento tan simbólico como el de la ratificación de Biden es un serio problema de seguridad. ¿Qué pasó y qué hizo Trump -y su equipo- para evitarlo? Estas preguntas deberán ser analizadas detenidamente y depurar responsabilidades también penales por el grave daño reputacional que estos hechos están teniendo para la imagen de EE UU.
Finalmente, ahora entendemos también qué significaba lo que dijo Trump cuando afirmó que no “estaba preparado para la derrota”. Ahora sabemos hasta dónde ha sido capaz de llegar. Un presidente que no solo ha perdido las elecciones, sino también la cordura y la responsabilidad. Un triste final con secuelas peligrosas para la gobernabilidad. Lo ha confirmado Biden: “Esto no es una protesta, es una insurrección”.
Antoni Gutiérrez-Rubí es asesor de comunicación.
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