_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sensaciones

En el momento en el que caes en la trampa de decir mamá, papá o ajo, estás perdido. Acaba de entrar en tu cerebro el virus troyano del lenguaje. El resto es coser y cantar para el ‘hackeador’

Juan José Millás
Una mujer con su bebé.
Una mujer con su bebé.

A mí, que yo sepa, no me han hackeado nunca el ordenador, pero me han hackeado la cabeza. En realidad, pienso, todas las cabezas están intervenidas. El asunto empieza en la infancia, cuando unos ojos amorosos te observan desde la altura al tiempo que una boca enorme repite insistentemente: “Di mamá, di mamá”. O bien: “Di papá, di papá”. O bien: “Di ajo, di ajo”. Etcétera.

En el momento en el que caes en la trampa de decir mamá, papá o ajo, estás perdido. Acaba de entrar en tu cerebro el virus troyano del lenguaje. El resto es coser y cantar para el hackeador. El hackeador no es Fulano o Mengano, el hackeador es la gramática, la autoridad competente, el sistema, como quieras llamarlo. Y no hay antivirus capaz de defenderte de la gramática ni del sistema. Debería haberme callado entonces, no debería haber dicho mamá ni papá ni ajo. Debería haber permanecido en silencio para siempre, como una forma de rebelión frente a un mundo insensible. En vez de eso, devine fatalmente escritor. ¿Para qué? Supongo que para deshablar lo hablado, para desgramaticalizar lo gramaticalizado.

Invadido por el lenguaje, pienso ingenuamente que el propio lenguaje podría liberarme si lograra alterar sus estructuras, aunque no tanto como para enloquecer. ¿Cómo liquidar la sintaxis sin destruir a la vez el pensamiento? Antes de renunciar al orden debería hallar un sustituto. Pero no logro dar con él. De otra parte, a veces me pregunto: “¿Cómo sé que estoy hackeado?”. En realidad, si lo piensas, resulta imposible averiguarlo. Podría tratarse de una sugestión. Ahora bien, ¿acaso un buen virus troyano no sería capaz de hacer pasar lo que es real por una mera sugestión? ¿Quién nos mandó pronunciar esas palabras: mamá, papá, ajo, etcétera?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_