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LA BRÚJULA EUROPEA
Columna
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En la noche brillamos

Los problemas abundan, pero la UE tiene los valores correctos y avanza a grandes pasos en la dirección adecuada. Conviene no olvidarlo

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el canciller de Alemania, Olaf Scholz, el pasado 17 de diciembre en Bruselas.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el canciller de Alemania, Olaf Scholz, el pasado 17 de diciembre en Bruselas.JOHN THYS (AFP)
Andrea Rizzi

La cumbre de la Unión Europea con China invita a reflexionar sobre el lugar de los Veintisiete en un mundo en brutal convulsión. Atrévete a saber, nos exhorta Horacio, y entre lo que conviene conocer es que somos una comunidad que afronta un declive de su peso económico y demográfico global, con limitadas capacidades militares fuera del paraguas de Estados Unidos, con fuerte dependencia energética y con retraso, comparado con otras potencias, en algunas tecnologías estratégicas. No ha lugar a complacencias.

Pero tampoco a balances funerarios. En muchos sentidos, brillamos en la noche oscura del mundo pandémico, de grandes guerras y pulsos de potencias. Por cómo avanzamos juntos, por cómo nos comparamos con los demás, por los valores que representamos.

En cuanto a cómo avanzamos juntos, lo logrado en el camino en dos años de terribles tribulaciones es impresionante. Primero, en la respuesta solidaria a la pandemia. Con la ruptura del tabú de la emisión de deuda común; con un esquema de compra y reparto consensuado de las vacunas; con un Banco Central que, esta vez sí, enseguida reaccionó de la manera correcta; con certificados que han mantenido la movilidad.

Después, en la respuesta a la agresión rusa. Unión en una importante serie de medidas sancionatorias contra Moscú; en aprobar un pionero proyecto de suministro de armamento a Ucrania; en abrir las puertas a cuatro millones de refugiados en cinco semanas.

Se trata de grandes pasos, a gran ritmo, que proyectan el emprendimiento común en una nueva y luminosa dimensión.

En cuanto a los valores que representamos, cabe notar que nos erguimos como el actor con mayor ambición verde entre los relevantes; con una conciencia de igualdad de género todavía insuficiente, pero probablemente inalcanzada (ocho de los diez países del mundo con mejores marcos legales en ese sentido son miembros de la UE, según un informe del Banco Mundial); como la mayor fuerza motriz de un sano multilateralismo y de la fijación de estándares de protección de ciudadanos y consumidores.

En cuanto a la comparativa a nivel global con los demás grandes actores tampoco es desfavorable. La China con la que se celebró la cumbre ayer es una potencia en ascenso imparable, sí. También un régimen represor en donde no existe libertad de expresión, observado con una mezcla de recelo, temor y aversión por la mayor parte de sus vecinos. Rusia es lo que es, ni hace falta argumentar. Estados Unidos, el auténtico metro en el que medirse, es y seguirá siendo una potencia con mucha mayor proyección por su fuerza militar, financiera, tecnológica y, naturalmente, por ser un país unitario. Pero a nadie se le escapa el desgarro de la gran desigualdad en el seno de su sociedad –que Biden intenta corregir-, las tétricas señales políticas que representan la presidencia Trump y el asalto al Capitolio.

No caben ingenuidades. La UE –y sus países miembros- tienen graves problemas. La unidad alcanzada en ciertos momentos puede resquebrajarse detrás de cualquier esquina. No cabe esperar milagros a la hora de colmar nuestros retrasos en aspectos militares y tecnológicos. Nuestras ambiciones verdes tendrán que superar arduas pruebas para realizarse. Los extremismos políticos acechan.

Pero si la crítica constructiva es elemento crucial del desarrollo humano, también lo es la conciencia de los aciertos. La UE tiene unos cuantos en su activo, en un mundo, en un tiempo, que se parecen tanto a una noche oscura. En esa noche brillamos. Conviene no olvidarlo. Que sea luz duradera como de estrella o fugaz como de vela, queda por ver, depende de todos, y la noche lo demostrará.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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