Enzensberger y la distancia crítica
No es fácil precisar lo que el intelectual alemán dio al mundo. Lo que nos dio a los demás fue mucho y meritorio
Recibieron formación, ejercitaron sus dotes, trabajaron tenazmente en lo que les apasionaba y vivieron largos años. Circunstancias tan propicias permitieron a un número más bien reducido de individuos culminar un ciclo vital logrado. Uno de estos favorecidos por la fortuna (con Goethe, con Picasso, con Borges...) fue Hans Magnus Enzensberger, especie de enciclopedista moderno que atendió a una gran variedad de disciplinas, sin resignarse en ningún caso a la trivialidad. Nacido en una pequeña localidad de Baviera, murió la semana pasada a la edad de 93 años.
Su versatilidad ha sido asociada al ejercicio del libre pensamiento. Lúcido hasta el final, evitó servir a un ideario hegemónico. Pensaba que el intelectual debe alejarse de dondequiera que esté la masa unánime y ser honesto y valiente para cambiar sus puntos de vista. Afirmó que le desagradaría tener a todas horas la razón. En su talante viajero (residió en diversos países) se ha querido ver un reflejo de su propósito de no instalarse en convicciones fijas. Lo atrajeron por igual la política y la poesía, y llegó a mezclarlas durante las peleas dialécticas de sus primeros años en poemas que denominó “objetos de uso”, al modo de la poesía urgente o circunstancial de Gabriel Celaya. De las protestas airadas de juventud pasó más adelante a los tonos irónicos y sosegados, y en todo tiempo propugnó la “distancia crítica”, para irritación de quienes habrían preferido tenerlo quieto en sus filas. Décadas de actividad prolífica dejaron una obra ingente que traspasó fronteras. Además de la literatura, cultivó el ensayismo y la difusión científica, tradujo y editó. Dejó escrito: “Cuando como una naranja sanguina, pienso que el mundo me ha dado a mí más que yo a él”. No es fácil precisar lo que Enzensberger dio al mundo. Lo que nos dio a los demás fue mucho y meritorio.
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