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Relaciones internacionales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

China y el ajedrez geopolítico de América Latina

El sistema internacional está marcado por la fragmentación y polarización. El escenario bipolar y la hegemonía que ostentaba una sola potencia quedaron en el pasado

El presidente de China, Xi Jinping, junto a su homólogo Lula da Silva
El presidente de China, Xi Jinping, junto a su homólogo Lula da Silva, el 14 de abril en Pekín.RICARDO STUCKERT (AFP)

La agenda internacional de América Latina ha demostrado una inusitada intensidad en las últimas semanas. Lula visitó China; Petro se reunió con Biden; Rusia se congregó con sus contrapartes en Brasil, Venezuela, Nicaragua y Cuba; Irán realizó una gira por la región, con una parada especial en Caracas; y el canciller de la India viajó a Georgetown, Ciudad de Panamá, Bogotá y Santo Domingo. A este listado le debemos sumar el reciente cambio de posición de Honduras frente a Taiwán, que pierde progresivamente aliados en la región, y la visita en el 2022 de Turquía a seis países de la región.

¿Existe un hilo conductor y un factor sistémico que explique estos hechos aparentemente aislados en su línea de tiempo? En política internacional difícilmente hay hechos fortuitos. Las actividades de China, India, Rusia, Irán o Turquía hacen parte de un proyecto integral y más profundo de fortalecimiento de su presencia, renovación de alianzas y proyección internacionales.

En el plano global, estamos observando movimientos telúricos que redefinen el concepto de poder, el cual genera intensos debates para su definición, pero concita consensos en cuanto a su intangibilidad y dificultad de medición. Analistas como Moisés Naím consideran que este término está bajo ataque, tomando en consideración el surgimiento de nuevos actores que lo desafían y lo hacen cada vez más débil, transitorio y restrictivo. Los cambios en la economía global, la política, la población, los patrones de migraciones y el surgimiento de nuevas tecnologías son factores que también han contribuido a su resquebrajamiento. Por su parte, Richard Hass, presidente del Council on Foreign Relations en Nueva York, considera que el poder se ha esparcido a un mayor número y variedad de actores, lo cual conlleva a cambios en la gobernanza global. Por ello, asevera que “la pregunta no es si el mundo seguirá desmoronándose, sino que tan de prisa y hasta dónde”.

El sistema internacional está marcado por la fragmentación, conflictividad y polarización. El escenario bipolar y la hegemonía que ostentaba una sola potencia quedaron en el pasado. Estamos ante la emergencia de nuevos actores, ideas e intereses globales, en medio de nuevas competencias y tensiones. Es decir, pasamos de la Guerra Fría a la Paz Fría y la correlación de fuerzas en el tablero global ha cambiado de manera notable, de acuerdo con el ex canciller de Colombia, Guillermo Fernández de Soto.

El nuevo eje de poder se está inclinando de Occidente a Asia. Esta última en el 2060 albergará más del 55% del PIB mundial, una población superior a las 5.280 millones de personas, amplias clases medias (más del 80% de su población) y un inigualable proceso de urbanización y construcción de megaciudades (seis de las 10 más grandes del mundo).

Lo anterior conducirá al movimiento de las fichas de la geopolítica con efectos profundos en América Latina, que fue -por cierto- un terreno en el cual Estados Unidos ostentó históricamente una hegemonía. Basta recordar la doctrina Truman. No obstante, esta fase ha llegado a su fin y se está reconfigurando una nueva era en la que Washington mantendrá una fuerza considerable (en términos políticos, económicos y militares), pero su capacidad de influencia se verá mermada.

El escenario de “competencia estratégica”

Nos enfrentamos, entonces, a la competencia estratégica entre Estados Unidos y China, que está acompañada por actores revisionistas como Rusia e Irán y ha demostrado un dinamismo y competitividad que están transformando la economía política internacional. Adicionalmente, está presente la rivalidad entre dos modelos: democracia liberal y economía de mercado contra democracia iliberal y capitalismo de Estado. Es un escenario con visiones encontradas en torno a cómo organizar la sociedad y la construcción de un orden de las relaciones internacionales.

Para algunos países de América Latina esta es una oportunidad para ejercer su propio rol de “agencia”, marcado por la búsqueda de mayor autonomía e independencia en las relaciones Norte – Sur, en áreas clave como diplomacia y comercio, y con la participación de nuevos actores dentro de los Estados. Para otros, el denominado “modelo chino de desarrollo” se ha constituido en el camino a seguir, sin tomar en consideración su predilección por regímenes autocráticos y los efectos colaterales sobre democracia, instituciones, Estado de derecho y libertades individuales.

En este nuevo ciclo, el “Dragón” -como nueva potencia mundial y una de las locomotoras del crecimiento- ha iniciado una ofensiva hacia América Latina de forma cada vez más abierta, activa y contestataria. El sigilo y discreción que lo caracterizaron son cosa del pasado. China ha invitado abiertamente a unirse a proyectos estratégicos para su proyección global como la “Iniciativa de la Franja y Ruta”, la “Iniciativa de Desarrollo Global” y la “Iniciativa de Seguridad Global”. El foro China – CELAC ha adquirido una preponderancia especial en su relacionamiento con la región.

La aproximación inicial de Pekín ha tenido un particular énfasis en lo económico, a través de la obtención de recursos naturales y bienes primarios, así como la apertura de nuevos mercados en la región que son cruciales para el crecimiento y la estabilidad de la economía china.

En ese sentido, las relaciones birregionales se han profundizado, pero tienen un alto nivel de disparidad en sus términos de intercambio. China se ha convertido en el primer socio comercial de América del Sur y la mayor fuente de financiamiento en energía, infraestructura e industrias espaciales, con más de 2.700 empresas de capital chino operando en la región. Ello ha contribuido al desplazamiento de Estados Unidos y marginación de otros como Japón y Europa.

El ofrecimiento de China de grandes préstamos para las inversiones en infraestructura ha sido una constante. Sus condiciones, beneficios e impacto a largo plazo son motivo de discusión. Actualmente existe un énfasis especial en las inversiones en los campos de innovación, tecnologías, telecomunicaciones, ciudades inteligentes, así como un interés en la internacionalización del RMB, transferencia de ideas y prácticas de desarrollo.

Expertos han señalado que los gobiernos latinoamericanos estarían entrando en nuevas relaciones de dependencia (Centro – Periferia), lo cual replicaría patrones políticos, comerciales y financieros del pasado y generarían trampas de desarrollo vinculadas principalmente a la creciente deuda externa. La experiencia de los países africanos son más que ilustrativas, en cuanto a los resultados obtenidos, los procesos de des-industrialización afrontados y los efectos en materia de empleo y estabilidad social, de acuerdo con el reciente libro “China y América Latina: desarrollo, agencia y geopolítica” de la London School of Economics (LSE).

Pekín también ha expandido con gran pragmatismo su presencia diplomática, cultural, científica y militar en la región, en el marco de la denominada cooperación Sur-Sur y con énfasis en el uso del “poder blando”. En efecto, se han realizado de 13 visitas del presidente Xi Jinping a los países de la región; el Instituto Confucio tiene presencia en 23 países latinoamericanos con el objeto de acercar el idioma y la cultura; se puso en marcha la “diplomacia de las vacunas” contra la covid-19; se ha avanzado en el aislamiento de Taiwán, luego del rompimiento de relaciones con Honduras, Nicaragua, El Salvador, República Dominicana y Panamá; y se ha sostenido una política activa de venta de armas, intercambios militares y programas de entrenamiento.

Comentarios finales. Hacia una opción internacional latinoamericana

En la nueva disputa geoestratégica entre las grandes potencias a nivel global, América Latina debe apostar por la búsqueda de equilibrios, un mayor pragmatismo y una visión multilateral del mundo, para privilegiar la opción de la cooperación sobre la confrontación.

Como bloque, debe evitar los entrampamientos que pongan en riesgo su autonomía, principios e intereses, ante un mundo en definición con diversos actores y superpuestos. Pero también debe fijar posiciones cuando sea requerido y no caer en el perverso “no alineamiento”.

Su política internacional debe velar por la defensa de la paz y el respeto irrestricto de la democracia, las libertades fundamentales y el derecho internacional. Esta ha sido una tradición de la región, que la ha distinguido durante décadas y exige preservarse en todo momento. Nuestra comunidad de democracias tiene no solo vida propia e identidad, sino también retos que enfrentar y superar.

América Latina está llamada a aplicar el principio de “Mirar al conjunto, Mirar al universo” (Respice Omnia) para jugar de manera multidimensional y realista en todas las plataformas a nivel global que le aseguren una inserción internacional inteligente, un desarrollo sostenible e incluyente, y la participación creciente en los flujos de comercio, inversión y conocimiento.

Debemos ser capaces de armonizar nuestras diferentes posiciones nacionales y lograr propuestas comunes frente a los principales retos globales -como pobreza, desigualdad, cambio climático, seguridad energética y alimentaria, y desarme- para tener una sola voz y mayor capacidad negociadora en los foros y espacios más relevantes.

En definitiva, la región tiene la tarea aún pendiente de trazar su propia ruta, ofrecer una alternativa audaz de liderazgo para el Sur Global y contribuir activamente a la construcción de la nueva arquitectura y agenda internacionales de este siglo.

América Latina -en palabras del escritor y premio nobel Octavio Paz- “merece su sueño”: una tierra fecunda que inspire los ideales de democracia, paz y desarrollo sostenible.

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