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Tribuna
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Operación ‘domesticar’ a Vox

Un acercamiento al partido de ultraderecha genera muchas dudas en el PP, quien tendrá difícil controlarlo en caso de que lo necesite para llegar al Gobierno

Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, frente a la sede del Congreso de los Diputados.
Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, frente a la sede del Congreso de los Diputados.Claudio Álvarez
Estefanía Molina

Vox vuelve a ser una incógnita en la derecha. Cuando el Partido Popular creía haber frenado a sus rivales, Vox crece en las encuestas. Ahora que Alberto Núñez Feijóo no tiene remilgos en acercarse a Carles Puigdemont, la formación de Santiago Abascal sigue subiendo. Y ello supone ya un problema para Génova 13: no podrán tener tan domesticado a Vox como seguramente quisieran, si su única opción de llegar a La Moncloa fuera formar juntos un gobierno.

A fin de cuentas, poco era de esperar la subida del partido de Abascal, tras su caída en las elecciones del 23-J de 2023. Fue entonces cuando algunos altavoces conservadores empezaron a darle por amortizado, de modo que, de la noche a la mañana, los habituales elogios que venía recibiendo desde 2018 se convirtieron en críticas. No solo culpaban a Vox de impedir la mayoría absoluta en la derecha, tras haber perdido votos y escaños. La presencia de la formación de Abascal en la ecuación también vetaba a Feijóo cualquier entendimiento hasta con el PNV. El propio miedo a Vox catapultó al PSC y al PSE en Cataluña y Euskadi, territorios por los cuales hoy Sánchez resiste en el Gobierno. Sin embargo, la gota que colmó el vaso llegó en 2024, cuando Vox decidió salir de los gobiernos del PP por la cuestión migratoria, e incluso, meterse en el grupo de los partidos llamados “pro Putin” en el Parlamento Europeo. De estar años aupando a la ultraderecha por su discurso de intransigencia territorial, algunos pasaron a vilipendiarles o hasta a ignorarles. No podían aceptar que la ultraderecha se rebelase contra los populares o tuviera compañías tan excéntricas.

Así que no es casual que la derecha oficialista lleve meses dando vía libre al acercamiento de Feijóo con Carles Puigdemont. Es decir, ese al que llamaban prófugo desde Génova 13, pero que ahora les conviene, toda vez que pone a Sánchez contra las cuerdas o que permite vislumbrar una alternativa en el horizonte. Y si pudieran elegir, muchos seguramente preferirían ir con Junts y el PNV, que con Vox y Alvise Pérez, opción que quizás suene a más populista o inestable políticamente. Ahora bien, desde que el partido de Abascal vuelve a subir en los sondeos, la vía regionalista parece menos probable.

Quizás por eso, parece perfilarse una nueva estrategia en la derecha: domesticar al partido de Abascal, si es que toca pactar con ellos. No pocos recelos han levantado las recientes apariciones en los medios de Iván Espinosa de los Monteros, o de la propia Macarena Olona, dos de sus líderes más reconocibles hasta que abandonaron el partido. Y es que este nuevo Vox probablemente sea mucho menos dócil para el PP de lo que fue el primer Vox, aquel que pretendía ser su muleta y que hacía tándem con los populares en el Congreso contra la izquierda. Precisamente, Espinosa de los Monteros apelaba en una reciente entrevista en El Mundo al entendimiento o convivencia entre diferentes formaciones. Muchas voces en la derecha piensan que Vox va ahora por su cuenta, que solo quiere rivalizar con el PP, o sustituirle, desde que el llamado “sector falangista” encabezado por Jorge Buxadé ha tomado las riendas.

Incluso, hay especulaciones sobre si podría aparecer otro partido más posibilista en ese espacio, ahora que la proyección de Alvise Pérez está más difuminada que cuando se presentó a los comicios europeos. De un lado, la derecha sabe que es un riesgo fragmentar su electorado, siendo lo que más le convendría a la izquierda. Del otro, algunas voces sospechan que, de aparecer otra formación, podría hacerse un Sumar desde la ultraderecha: restarle fuerza a Vox o quitarle protagonismo político al partido por un tiempo, como Yolanda Díaz hizo con Podemos en su momento. Y si eso ocurriera, las exigencias negociadoras de Vox tendrían que ser irremediablemente menores a la hora de entenderse con los populares. Un socio desbocado es lo que más podría temer Feijóo como presidente, una ultraderecha más dócil, lo que más le convendría.

Así pues, el nuevo Vox se ha vuelto más imprevisible que nunca en sus pretensiones políticas, tras salirse de los gobiernos populares y tomar otras alianzas en Europa. Es más, de dar la suma, ¿exigirían carteras ministeriales, o decidirían quedarse fuera de un Gobierno, para no asumir el desgaste eventual de formar una coalición? La ultraderecha ha seguido la segunda estrategia en otros países, multiplicando con ello su ascenso. El Vox actual genera demasiadas dudas, y no es para menos. La diferencia es que la noche del 23-J el partido estaba amortizado políticamente, y ahora, parece que al PP ya solo le queda reconciliarse con ellos, e intentar domesticar a Vox si acaba resultando la única vía para que el Feijóo gobierne.

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Sobre la firma

Estefanía Molina
Politóloga y periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Es autora del libro 'El berrinche político: los años que sacudieron la democracia española 2015-2020' (Destino). Es analista en EL PAÍS y en el programa 'Hoy por Hoy' de la Cadena SER. Presenta el podcast 'Selfi a los 30' (SER Podcast).
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