La innovación que propone la Fundación Gates para salvar al mundo
La humanidad no logrará prácticamente ninguno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, según las mejores proyecciones de la mayor entidad filantrópica del planeta. Su último informe Goalkeepers apunta una única manera de avanzar: innovar
El inquebrantable optimismo de Melinda French Gates y Bill Gates ha recibido un nuevo revés. Los datos del último informe Goalkeepers 2022, publicado por la Fundación Gates este martes, no les dan motivos para el entusiasmo. Según sus proyecciones, en el mejor de los escenarios posibles, la humanidad no erradicará la desnutrición crónica, ni reducirá la mortalidad materna lo suficiente, tampoco disminuirá los casos de VIH, tuberculosis o malaria hasta los porcentajes a los que se había comprometido para 2030. Ni estos ni ningún otro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados hace siete años por las Naciones Unidas está en el buen camino de lograrse. La pandemia, las guerras en Ucrania y Yemen, y el retroceso de los derechos de las mujeres “desde Afganistán hasta los Estados Unidos” han lastrado las aspiraciones de la comunidad internacional para un mundo más justo, pacífico y un planeta todavía habitable en 2030. “Pero el fracaso no es inevitable”, dejan abierta la rendija a la esperanza en las primeras páginas del documento.
Los gráficos elaborados por la Fundación Gates respecto de 18 indicadores (de 169 que contienen los ODS) muestran tres escenarios posibles para 2030: dónde estaremos para esa fecha si las cosas van a peor; dónde, si continúa la tendencia actual; y dónde si, con las herramientas disponibles, se actúa y mejora la proyección. En el mejor de los casos, solo dos de los 18 ODS podrían darse por conseguidos: reducir la mortalidad de menores de cinco años a 25 niños por cada 1.000 nacidos vivos (actualmente fallecen 36) y las muertes neonatales a 12 por cada 1.000 nacimientos. El resto de luchas contra la pobreza, el hambre, el VIH, la malaria y la tuberculosis, para lograr que las mujeres no pierdan la vida al dar a luz, que tengan acceso a salud sexual, que los servicios sanitarios sean universales, así como las vacunas o la educación de calidad... estarán lejos de lograrse en el más halagüeño de los futuros. Solo innovaciones todavía desconocidas pueden cambiar sus cálculos, dicen.
En el mejor de los casos, solo dos de los 18 Objetivos de Desarrollo Sostenible podrían darse por conseguidos: reducir la mortalidad de menores de cinco años a 25 niños por cada 1.000 nacidos vivos y las muertes neonatales a 12 por cada 1.000 nacimientos
”Nuestros gráficos se basan en datos históricos y en extrapolaciones de las mejores prácticas, y decimos que, en áreas clave, tenemos que cambiar el gráfico. La única manera de hacerlo es con nuevas y espectaculares herramientas”, anota Mark Suzman, director de la Fundación Bill y Melinda Gates, en una conversación por videollamada. Una de esas innovaciones sería el hallazgo de una vacuna efectiva contra el VIH, ejemplifica. Por eso, la organización invierte en investigaciones en marcha a la par que reclama más apoyo al Fondo Mundial para el sida, la tuberculosis y la malaria. “La reposición de fondos se celebrará en Nueva York dentro de unos días, y será un momento crítico para salvar más vidas, como ya se han salvado 50 millones en las últimas dos décadas”, afirma. En este sentido, espera que España renueve su compromiso con este mecanismo –ha donado 100 millones de euros en los últimos tres años tras casi una década de abandono–; y la sociedad civil organizada reclama, incluso, que suba su aportación a 180 millones hasta 2025.
Pero no es únicamente la salud el ámbito en el que los responsables de la Fundación Gates ven más probabilidades de que la innovación propicie cambios drásticos y positivos. “Creemos que todavía podemos hacer un progreso espectacular en todos los ODS. Especialmente en las dos áreas que se destacan Bill y Melinda en el informe”, apunta Suzman. Estas son la igualdad de género y la seguridad alimentaria.
La promesa de la yuca
“El objetivo no debería ser dar más ayuda alimentaria, sino asegurar que no sea necesaria ninguna ayuda”, subraya Bill Gates en su análisis específico sobre el hambre en el informe Goalkeepers 2022. Desde su punto de vista, la crisis global desencadenada por la guerra en Ucrania demuestra que este flagelo, que azota con virulencia a miles de kilómetros en África subsahariana, no se resolverá únicamente con asistencia humanitaria. Se requieren inversiones en investigación y desarrollo agrícolas, considera. El copresidente de la Fundación Gates recuerda que el continente africano todavía se ve obligado a importar el 72% del trigo que consume simplemente porque no es capaz de producir suficiente para abastecer a su población. Y las condiciones climáticas cada vez más adversas dificultan impulsar la productividad de los cultivos locales para reducir el déficit. “Y la gente pasa hambre”. No está en contra, aclara, de las donaciones para abastecer comida, pero ni es suficiente, ni resuelve el problema de raíz, reflexiona.
El objetivo no debería ser dar más ayuda alimentaria, sino asegurar que no sea necesaria ninguna ayudaBill Gates
Un ejemplo claro, dice Gates, lo ofrece el rendimiento del maíz, que supone un 30% de las calorías que consume la población en África subsahariana. Este cultivo es muy sensible al aumento de las temperaturas: por cada grado por encima de los 30 al día, el rendimiento de los campos cae al menos un 1%. Y cada vez serán más los días en los que superen tales niveles. Ya está sucediendo y los agricultores nigerianos ven cómo merman sus cosechas. Preguntados por el Banco Mundial qué hacen para contrarrestar esta pérdida, la mayoría contesta: comer menos, vender el ganado o, simplemente, nada. “Afortunadamente, existen otras y mejores opciones”, celebra el filántropo. Las semillas “mágicas”, que aguantan condiciones adversas y son más nutritivas, son una solución, en su opinión. “Se puede hacer una selección más inteligente de los fertilizantes y el riego, además de distribuir semillas mejoradas. Así podemos adelantarnos a las consecuencias por el estrés térmico, pero solo si la comunidad internacional y los gobiernos nacionales toman medidas ahora mismo”, apostilla Suzman al respecto.
Convencidos de que la innovación salvará al mundo, uno de los organismos a los que apoya la Fundación Bill y Melinda Gates es NextGen Cassava. Esta iniciativa reúne a fitosanitarios, programadores, bioinformáticos, especialistas en género y científicos especialistas en alimentos “para ofrecer variedades mejoradas de yuca a las personas que más las necesitan”. Lo explica Chiedozie Egesi, responsable del proyecto, desde Nigeria. “La yuca es muy importante para casi mil millones de personas. Pero la mayoría vive en las zonas más pobres del mundo en desarrollo”. Sin embargo, dice Egesi, se obvia su potencial para combatir el hambre, especialmente en África. La guerra en Ucrania ha evidenciado que hay una “adicción global al trigo” y que, en cuanto se ha producido una convulsión, el suministro se ha visto comprometido. Egesi ve, en todo este contexto, una oportunidad. Con variedades resistentes a determinadas enfermedades y la falta de agua, África podría llegar a convertirse en exportador del tubérculo. “Aguanta donde otros fallan, se le conoce como el cultivo Rambo”, defiende el científico, también miembro del Instituto Internacional de Agricultura Tropical (IITA) en Ibadan (Nigeria) y profesor adjunto de fitología y genética en la Universidad de Cornell. Solo hace falta mejorar ciertos aspectos, en lo que el equipo de NextGen Cassava trabaja.
A todo el mundo le gusta la esponjosidad del pan de harina trigo. Si lográramos imitarla para sustituir al menos el 50% por la de yuca, beneficiaría a los pequeños productores. Es un sueño alcanzableChiedozie Egesi, responsable de NextGen Cassava
Con programas en Uganda, Ghana, Nigeria, Costa de Marfil, Zambia, Tanzania, Ruanda y Sierra Leona, en solo cinco años NextGen Cassava ya ha logrado algunos objetivos. “Hemos logrado acortar el ciclo de cultivo de la yuca a la mitad”, expone con orgullo Egesi. Y no ha sido su único avance, aclara. En Nigeria han lanzado cinco variedades de mandioca adaptadas a las exigencias del mercado.
Convencido de que en la yuca está parte de la solución a la inseguridad alimentaria en África, el científico pide más apoyos. “La ayuda de la Fundación Bill y Melinda Gates es un buen comienzo, pero no es bastante. Sé que podemos hacer más si la gente financia nuestro trabajo”, solicita. Una de las áreas con mayor potencial, indica, es la producción de harina a partir de mandioca. “A todo el mundo le gusta la esponjosidad del pan de harina trigo. Si lográramos imitarla para sustituir al menos el 50% por la de yuca, beneficiaría a los pequeños productores. Es un sueño alcanzable”, anima a los inversores. “Es bueno hablar, opinar y tener ideas, pero es el momento de reducir la charla y empezar a actuar. La oportunidad está ahí. No veo lo que está sucediendo hoy como problema, sino como oportunidad. Pero la gente sigue hablando del potencial de los cultivos como la yuca. Actuemos. Financiémoslo”, alega.
La innovadora idea de que las mujeres tengan poder
Para Melinda French Gates, el área donde la innovación puede dar la vuelta a las estadísticas es en la situación de las mujeres. “La verdad es que nunca hemos estado en el camino de alcanzar la igualdad de género para 2030″, analiza. Según los datos de Equal Measures 2030, entidad socia de la Fundación Gates, no se logrará hasta 2108. Un reciente estudio de ONU Mujeres, eleva ese tiempo a 300 años, el triple, si continúa el actual ritmo de progresos. Y culpar solo a la covid-19 del estancamiento, e incluso retrocesos, es una huida de preguntas incómodas. “¿Por qué eventos neutros al género, como una pandemia, tienen efectos desiguales en ellas?”, se pregunta. “La respuesta honesta es que todavía no le hemos prestado suficiente atención”.
La igualdad de género no se logrará hasta el año 2108, según los datos de Equal Measures 2030, entidad socia de la Fundación Gates
La desigualdad económica, escribe Melinda French Gates en el informe, es una de las causas por las que no se avanza más. “El Banco Mundial informó de que la diferencia de ganancias entre hombres y mujeres a lo largo de sus vidas era de 172 billones de dólares a nivel global antes de la pandemia”, destaca la filántropa. Es en este campo donde hay que echarle imaginación, opina. “Durante años, los esfuerzos (incluidos lo de nuestra fundación) se han centrado en ‘empoderar económicamente a las mujeres’, un circunloquio de proporcionarles trabajo o dinero en efectivo”. Esa no es la solución, pues no asegura que tengan el poder de decidir qué hacer con ese dinero, ni la posibilidad de compaginar trabajo y cuidados.
“Muchas mujeres de países de renta baja se ganan la vida con trabajos informales, lo que significa que tienen que capear las crisis sin un sueldo regular, ni vacaciones pagadas, ni seguro de desempleo. Muchas recurren a estrategias de supervivencia que las atrapan en la pobreza”, describe French Gates. “Las herramientas financieras digitales, como las cuentas de dinero móvil, son una forma eficiente para que los gobiernos proporcionen transferencias de ayudas efectivas con perspectiva de género. Y esos pagos móviles dan a las mujeres más control sobre su dinero que un pago en efectivo, porque es más difícil que su marido u otra persona lo reclame para sí”.
Ya hay ejemplos de nuevas tecnologías, innovaciones e iniciativas que proporcionan a las mujeres ese poder sobre su dinero, pero también sobre sus cuerpos y en sus sociedades. French Gates cita algunos, desde India a Kenia. Pero hace falta más. Y los beneficios, dice, serán para todas las personas y en todos los ámbitos de los ODS: educación, salud, prosperidad, paz. Un ejemplo: por cada euro que se invierte en cuidados infantiles, la actividad económica se incrementa en siete. Así sucede en Kenia o Sudáfrica.
España, un ejemplo
“No es momento para desesperar, sino para actuar”, insiste Suzman. Una demanda similar a la que lanzó hace una semana el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo al presentar su Índice de Desarrollo Humano, que muestra un retroceso a los niveles de bienestar global de 2016. También tal organismo sugería invertir en innovación para lograr una catarsis.
A mitad de plazo para el cumplimiento de los ODS –siete años han pasado y siete quedan por delante– los actores del desarrollo ya se han dejado la voz en llamamientos a la acción. La crítica es compartida. “Cada vez más países se centran predominantemente en sus propios problemas. Los de renta alta están retirando su ayuda y otros compromisos. Por ejemplo, Reino Unido han hecho recortes muy importantes en los últimos años”, critica Suzman. Pero hay “signos alentadores”. España es un buen ejemplo, asegura el director de la Fundación Gates: “Es un caso atípico e inusual, pues ha realizado aumentos significativos en los últimos dos años en términos de salud en general, y específicamente con aportaciones a la CEPI [alianza global para la investigación y desarrollo de vacunas] y a la respuesta la covid-19”.
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