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Por qué Botsuana amenaza con llenar Hyde Park de elefantes y enviar decenas de miles a Alemania

El Gobierno del país africano, donde vive la mayor población de estos animales del mundo, critica las propuestas en Londres y Berlín que defienden la prohibición de importar trofeos de caza

Por qué Botsuana amenaza con llenar Hyde Park de elefantes y enviar decenas de miles a Alemania
Elefantes de la reserva de Khutse Game, en Botsuana, el 30 de marzo de 2024Whitney Phale

En 2015, Frank Limbo, un agricultor de 69 años del municipio de Kasane, en el noreste de Botsuana, estuvo a punto de morir por culpa de unos elefantes. Acababa de instalarse con su familia en una granja, y estaba levantando postes para cercar el terreno. “Poco después de empezar, vimos un grupo de elefantes a lo lejos. Seguí con mi trabajo hasta que noté que se acercaban. Le dije a mi mujer y a mi hijo a que se pusieran a salvo en el coche, pero yo me quedé”, explica. Encaramado a un hormiguero cercano, Limbo se vio rodeado por tres paquidermos que le atacaron. Cojeando, intentó refugiarse bajo un árbol espinoso mientras los animales le cercaban. Acabó gravemente herido y pasó los dos meses siguientes en cuidados intensivos. Su calvario es un ejemplo de los conflictos entre humanos y fauna en un país con la mayor población de elefantes del mundo.

Botsuana levantó en 2019 una prohibición de cazar paquidermos que duraba cinco años, afirmando que el elevado número de ejemplares creaba problemas en los asentamientos humanos y destruía cultivos. Este mes de marzo, los legisladores británicos propusieron un proyecto de ley contra la importación de trofeos de caza, una iniciativa que el presidente de Botsuana, Mokgweetsi Masisi, tachó de “condescendiente” y de revivir la “conquista colonial”. Su ministro de Medio Ambiente, Dumezweni Mthimkhulu, hizo incluso una oferta “retórica” para llenar el famoso Hyde Park de Londres con 10.000 elefantes, una propuesta que repitió el presidente africano este mes a Alemania, país en el que un representante del Ministerio de Medio Ambiente instó en febrero a la prohibición de la importación. En este caso, Botsuana amenazó con mandar 20.000 ejemplares.

Según el presidente y las comunidades de Botsuana, impedir la caza podría provocar un crecimiento exponencial de la población de elefantes, lo que rompería el equilibrio y repercutiría en los medios de subsistencia de las comunidades. Una de las razones principales que explican la gran población de estos animales en el sur de África es “la beneficiosa relación que mantienen las comunidades locales con los recursos de la fauna salvaje”, cuenta el secretario del Ministerio de Medio Ambiente y Turismo de Botsuana, Boatametse Modukanele. A estas comunidades se les conceden cupos de caza y tienen la oportunidad de vender derechos de esta actividad a empresas que trabajan con cazadores internacionales. “Esto genera importantes ingresos, cruciales para fomentar la coexistencia entre las comunidades y los elefantes”, asegura. Una ley que restrinja la exportación de productos de la caza “podría mermar los beneficios económicos derivados del aprovechamiento de la fauna salvaje”, opina.

El secretario Modukanele asegura a este diario que el Gobierno está “abordando activamente el acuciante asunto del conflicto entre los seres humanos y la fauna salvaje”, con la instalación de vallas eléctricas y con la organización de patrullas para impedir la invasión de asentamientos humanos. “Además, existen mecanismos de indemnización para los afectados”, añade.

Siyoka Simasiku, director ejecutivo del Consejo de Ngamiland, compuesto por un grupo de organizaciones no gubernamentales preocupadas por el desarrollo social y económico sostenible, reconoce que “el aumento de la presencia de elefantes en las regiones de Ngamiland y Okavango, en el norte de Botsuana, se ha hecho especialmente notorio” y cita los daños causados a tuberías de agua en la zona.

Tradiciones de conservación

La conservación de la fauna salvaje en Botsuana es una cuestión histórica. Líderes tradicionales, conocidos como los dikgosi, regulaban las prácticas de caza de acuerdo con los ciclos naturales, cazando durante la estación seca y priorizando la agricultura durante la estación lluviosa, según Kgosi Gokgathang Moalosi, mandatario en la aldea de Sankuyo, en el noroeste de Botsuana. Este planteamiento garantizaba que la caza se realizara de forma responsable, sin que ningún individuo tuviera derecho a cazar a su antojo.

Entre 1996 y 2014, la aldea de Sankuyo se dedicó a la caza, atrayendo a turistas. Moalosi explica que los beneficios generados se reinvertían en la comunidad, fomentando proyectos de desarrollo. “El terreno estaba dividido en dos partes, una para la caza y otra para el turismo fotográfico, y ganábamos más dinero con la caza”, asume este líder.

La prohibición de la caza en 2014 provocó un crecimiento de las poblaciones de elefantes, lo que se tradujo en una mayor destrucción de cultivos y propiedades en la aldea de Sankuyo. La ausencia de beneficios económicos derivados de la caza intensificó las quejas entre la comunidad, lo que provocó un cambio en la percepción de los elefantes, que pasaron de ser considerados un activo a ser vistos como una molestia.

Joseph Mbaiwa, profesor de Turismo e investigador del Instituto de Investigación de Okavango y de la Universidad de Botsuana, opina que la escasez de tierras agrava los conflictos entre personas y fauna salvaje, sobre todo porque la población de elefantes sigue aumentando. Explica que, por ejemplo, entre 1984 y 2010, en la región de Kaza —la mayor zona transfronteriza protegida del mundo para ayudar a conservar la vida salvaje entre Angola, Botsuana, Namibia, Zambia y Zimbabue— la población de paquidermos aumentó de 40.000 a 132.000, lo que resultó en invasiones de tierras de cultivo, zonas ganaderas y residenciales. Este investigador ha desarrollado métodos mitigadores innovadores como las llamadas bombas de chile, con grandes cantidades de polvo picante, que alejan a los elefantes de los campos de cultivo. “Pero decisiones como la ley británica, impulsadas por la emoción más que por la ciencia, ponen en peligro tanto los esfuerzos de conservación como los medios de vida locales”, asevera. Para evaluar las intervenciones y medir su éxito, Mbaiwa subraya la importancia de implicar a todas las partes interesadas, incluidos los ganaderos y los productores agropecuarios. “Solo reduciendo la población de elefantes se puede conseguir una mitigación eficaz de la fauna salvaje”, asume.

Simasiku, del Consejo de Ngamiland, subraya la importancia de incorporar perspectivas científicas a la elaboración de políticas de conservación para garantizar que las medidas sean eficaces y sostenibles a largo plazo. “El planteamiento adecuado no pasa por prohibiciones externas, sino por esfuerzos de colaboración entre ONG, comunidades y responsables políticos que equilibren la conservación de la vida salvaje y el bienestar humano”, concluye.

Tras haber vivido en primera persona una experiencia cercana a la muerte por culpa de los elefantes, Limbo afirma que matar a estos animales no es un lujo. “Controlar las poblaciones de animales salvajes para evitar más víctimas humanas y garantizar la coexistencia pacífica entre los seres humanos y la fauna salvaje es una necesidad”, afirma.

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