El arte de los jóvenes africanos busca su lugar en las colecciones europeas
La reciente feria Artissima, en Turín, es el último ejemplo de cómo las galerías y los museos del Viejo Continente se nutren de nombres de creadores de África nacidos en la década de los ochenta y noventa
Mientras el mundo se rinde a la aceleración de los vínculos y del consumo, el mercado del arte contemporáneo se ralentiza, según confirman varios conocedores del terreno, como el curador Jacopo Crivelli Visconti. Este comisario italiano, que este año curó la sección Back to the Future, de la 31ª edición de la Feria de Arte Contemporáneo Artissima, de Turín, afirma, sin embargo, que “el interés del público que asiste a ferias sí es creciente;se presta atención a las minorías y a creadores de países que fueron desatendidos antes”.
En Artissima, que se celebró a comienzos de noviembre en la capital del Piamonte, confluyeron este año 189 galerías de todo el mundo, una decena de ellas promoviendo la obra de artistas contemporáneos del continente africano. Y aunque los propios artistas no viajen, sus obras llegan sin trabas a estas citas.
“No es el mejor momento para las ventas, pero no tiene que ver con los países emergentes sino con el panorama global”, describe Crivelli.
En este contexto, los artistas contemporáneos africanos, cuyos trabajos aún tienen precios accesibles, pueden contemplar un horizonte alcanzable en colecciones privadas y públicas del viejo continente, entre coleccionistas diferentes a los que rastreaban máscaras antiguas o amuletos tradicionales para exotizar sus salas. Los acercamientos a sus obras permiten una mirada sobre un continente que ya no se reduce a colores estridentes o a trazos del primitivismo que buscaban los cubistas europeos hace un siglo. Así, mientras los museos de los países centrales concretan algunas restituciones de objetos sagrados a sus países de origen, el arte que emerge en el Sur Global busca su lugar en las colecciones.
Entre las ventas de esta edición, se encuentran las de obras pertenecientes a dos jóvenes artistas africanos: el ruandés Francis Offman, cuyo acrílico fue adquirido en la galería P-420 de Bolonia, por 12.500 euros, y Hyacinthe Ouattara, , burkinés creador de esculturas textiles, cuatro de las cuales fueron a parar a colecciones en Mónaco, Francia e Italia, por precios que oscilan entre los 6.000 y los 15.000 euros cada una.
Trabajar la materia social
En la actualidad del arte tienen lugar destacado los trabajos sobre la memoria y otros testimonios poscoloniales. Como la apuesta en esta feria de Laveronica, una galería de Modica (Sicilia), que muestra fragmentos de una investigación de la artista paquistaní Maryam Jafri, llamada Independence Day: 1934-1975, sobre fotos de archivo de las ceremonias oficiales de independencia de países africanos.
Jafri pone el foco en los tratamientos de imágenes históricas por parte de organismos del continente africano y agencias internacionales de noticias, cuando todavía las potencias en retirada manejaban los códigos comunicativos. Registros europeos, así como provenientes de Kenia, Mozambique y la República Democrática del Congo, muestran las distintas interpretaciones que pueden hacerse de un mismo acontecimiento, a partir del recorte o el encuadre en que predomine un gesto del líder u otro objeto, como un simple escudo imperial estampado en una silla en primer plano.
Otra artista que trabaja lo poscolonial en registros fotográficos es la italo-senegalesa Adji Dieye, cuya obra homenajea a la escuela arquitectónica del modernismo tropical, surgida para dar una identidad nueva a Dakar, tras la independencia de Senegal.
Hoy, las voces nuevas que surgen en el sur ya cuentan con algunos oídos dispuestos a escucharlas. Sobre todo en Turín, ciudad que fue cuna del movimiento rebelde del arte povera (el arte pobre de los años sesenta).
“Lo que resuena entre el público europeo, y especialmente el italiano, suele ser lo abstracto, con especial atención al trabajo basado en los materiales y las texturas; especialmente aquí, donde abundan las colecciones y las fundaciones dedicadas a la abstracción y al arte povera”, comenta Justin Rhodes, propietario de la galería Whatiftheworld, de Ciudad del Cabo, Sudáfrica.
Toda la infraestructura del arte debe desarrollarse en paralelo en el continenteValerie Kabov, propietaria de la galería First Floor de Harare, Zimbabue
En efecto, la galería First Floor de Harare, Zimbabue, exhibe trabajos conceptuales de Anne Zanele Mutema, con materiales modestos como las cuerdas y predominio de formas y texturas, así como pinturas abstractas de pequeño formato del sudafricano Pebofatso Mokoena. Para la propietaria de esta galería, Valerie Kabov, para conocer el arte africano no es suficiente ver lo que conciben los africanos en la diáspora: “Toda la infraestructura del arte debe desarrollarse en paralelo en el continente”, apunta Kabov. En Harare había “una comunidad de jóvenes artistas sin apoyo ni compromisos internacionales y, con el surgimiento de esta galería focalizada en artistas emergentes, comenzaron a abrir otras”, añade la galerista que hoy representa a 16 creadores de la región.
Otros sudafricanos cuyo nombres resuenan al pie de los Alpes son los de Bianca Bondi, que trabaja en la dimensión espiritual de los materiales (como la sal en ritos de purificación) y Mohau Modisakeng, cuyas performances y piezas visuales remiten a la teatralidad del cuerpo. Asimismo, el camerunés Victor Fotso Nyie modela cuerpos y rostros, entre la tradición y la ficción especulativa.
‘Arte povera’ con buen presupuesto
Este vínculo histórico y afectivo de Turín con el arte povera lo reivindica, precisamente, una de las mecenas de la ciudad, Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, presidenta de la Fondazione Arte CRT, comisionada esta vez para gastar 280.000 euros en adquirir obras destinadas al Castello di Rivoli y a la galería cívica GAM.
Sandretto asegura que nunca le interesó coleccionar nombres sino obras, más allá de cualquier especulación financiera. Entre las que ha adquirido en sus 30 años como coleccionista, cita las de Michael Armitage y del artista de padres nigerianos Yinka Shonibare , nombres ya consagrados del arte contemporáneo africano.
La coleccionista turinesa —que integra el patronato del Museo Nacional Reina Sofía— mantiene un vínculo fluido con España y, especialmente con Madrid, en donde organiza exposiciones como la del propio Armitage, en 2022, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El pintor keniano es, a su vez, fundador del Nairobi Contemporary Art Institute, creado para apoyar a los jóvenes con inquietudes artísticas en su país.
Por su parte, el galerista milanés Daniele Marella, que representa a artistas africanos desde comienzos de este siglo, muestra en la feria un reconocible cuadro en textil del pintor maliense Abdoulaye Konaté, junto a la obra de otros jóvenes artistas como el nigeriano Samuel Nnorom, que también trabaja en textil; el camerunés Haki Hankson y el ugandés Godwin Champs Namuyimba.
Vaciar de fascismo y restañar la herida colonial
En la feria también se encuentran directores de grandes museos metropolitanos, como el del Reina Sofía, Manuel Segade, o Andrea Viliani, director del Museo de Civilizaciones de Roma o Museo delle Civiltá, quien tiene una hoja de ruta para dar otro cariz a un centro del que hacía gala el colonialismo italiano en tiempos de Mussolini.
Este museo vivió su esplendor durante el fascismo, en la década de 1930, con edificaciones y colecciones concebidas para la validación imperial de Italia en la gran exposición universal que se haría en Roma, y que finalmente no pudo celebrarse por la derrota del país en la Segunda Guerra Mundial. Con todo, el espacio expositivo estuvo en funcionamiento hasta 1971 y, desde entonces, ha permanecido cerrado. Desde hace un tiempo, Viliani y su equipo están preparando una reapertura bajo otro concepto. Se trata de mitigar el dolor de la herida del colonialismo en el continente africano, desde una de las metrópolis del viejo continente. Para ello, tras haber colaborado con el artista Sammy Baloji en una puesta sobre el reino del Congo, ahora Viliani se encuentra en conversaciones con Francis Offman, por una exposición del ruandés que inaugurarán en los próximos meses.
Hubo una época en la que se glorificó al “África italiana”, por lo que “nos complace que Offman elabore una pieza para este museo que pueda ser una respuesta a la narrativa de los años 30 y 40, y que interactúe con la colección nacional procedente del antiguo museo colonial de Roma, ya que se mostrará en las mismas salas”, explica el director.
Se trata de mitigar el dolor de la herida del colonialismo en el continente africano, desde una de las metrópolis del viejo continente
Según Viliani, Offman tendrá “libertad total” para narrar otra historia “desde el punto de vista de un ciudadano africano que hoy vive en Italia”.
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