Por un mundo salvaje
Un desarrollo humano sostenible requiere de sistemas económicos que proporcionen medios de vida dignos y perdurables en el tiempo. Las soluciones basadas en la naturaleza sirven para crear empleo y resiliencia climática
El ecologismo evoluciona, aprende la lección. Va dejando de lado el enfoque tradicional de la conservación de los ecosistemas en su estado primigenio, para centrarse en la coexistencia harmoniosa y duradera entre el ser humano y el resto de especies. Las soluciones basadas en la naturaleza (SbN) han supuesto un gran paso: como su nombre indica, buscan trabajar con la naturaleza, usarla, pero sin abusarla, regenerando los servicios ecosistémicos que nos proporciona –aire y agua limpios, temperatura confortable o ciclos de minerales esenciales–, para hacer frente a grandes desafíos sociales como el cambio climático, la degradación de ecosistemas y pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria e hídrica, la salud humana o el desarrollo socioeconómico. Veamos en detalle qué son, qué criterios cumplen y algunos ejemplos inspiradores.
Un estándar global
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) definió en 2016 las SbN como “acciones para proteger, gestionar y restaurar de manera sostenible los ecosistemas naturales o modificados que hacen frente a los desafíos sociales de manera efectiva y adaptativa, proporcionando simultáneamente beneficios para el bienestar humano y la biodiversidad”.
En aras de evitar un uso inapropiado o engañoso de la herramienta (greenwashing), así como contribuir a una aplicación universal (adaptada al contexto) y un análisis comparativo de proyectos, un amplio proceso de consulta global culminó en 2020 con la publicación del Estándar Global de la UICN para las SbN. El documento nos dota de un marco sólido para diseñar e impulsar SbN, medir y verificar su impacto. Se centra en los usuarios, posee un carácter dinámico, y facilita la aplicación, aprendizaje y mejora continua.
Altura de miras
Dada la magnitud de los problemas, las soluciones deben alcanzar una cierta escala espacio-temporal. Así, en la fase de diseño se consideran los sistemas que engloban el área objetiva en todas sus dimensiones: geográfica, ecológica, social, cultural y económica. Es la escala del paisaje, terrestre o marino. Paisajes como la Gran Muralla Verde africana, una muralla de cooperación internacional para combatir la desertificación, empoderando a las comunidades locales frente a la pobreza y migración. El proyecto transmediterráneo PosbeMED fomenta la reforestación y gestión participativa de las praderas de Posidonia para proteger los sistemas playa-dunas, absorber hasta cuatro veces más CO₂ que sus equivalentes terrestres y expandir la biodiversidad marina.
La Red de Restauración del Sistema Arrecifal Mesoamericano (RRA-SAM) promueve el intercambio de experiencias y metodologías de restauración de arrecifes y ecosistemas asociados (pastos marinos, manglares, vegetación de dunas y playas) entre expertos, gobiernos y tercer sector, en el Caribe. Los arrecifes coralinos constituyen un punto caliente de biodiversidad, una barrera natural frente a huracanes y tsunamis, contribuyen a la seguridad alimentaria a través de la pesca tradicional y activan el ecoturismo. Todas estas SbN a escala paisajística y ecosistémica fijan carbono, generan resiliencia frente a impactos climáticos y regeneran la economía local creando empleos verdes.
El ansiado cero neto de emisiones a mitad de siglo no debe suponer una excusa para continuar quemando combustibles fósiles, sino un verdadero horizonte de oportunidad hacia un mundo post-carbono
El tiempo resulta también una variable esencial. Basta pensar en la crisis climática y cómo el período de acción efectiva en materia de mitigación se corresponde con la década actual (2020-30). Esta urgencia temporal derivada de la exponencial velocidad humana choca con el lento desarrollo de los ecosistemas naturales (imaginemos el crecimiento de un árbol), poniendo de manifiesto el imperativo de dejar de emitir. Las SbN complementan, nunca sustituyen, a la necesaria reducción drástica de emisiones de carbono y contaminantes en general.
El ansiado cero neto de emisiones a mitad de siglo no debe suponer una excusa para continuar quemando combustibles fósiles, sino un verdadero horizonte de oportunidad hacia un mundo post-carbono, en el que las SbN aporten todo su abanico de beneficios para un bienestar holístico y planetario.
Pero también biodiversidad
A diferencia de otros fallidos enfoques antropocéntricos, las SbN dan lugar a una ganancia o mejora neta de la biodiversidad. La salud de los ecosistemas pasa por la de sus especies integrantes, en toda su diversidad y completitud funcional (integridad), pero también por la continuidad de los hábitats (conectividad).
Vivimos en el antropoceno, el ser humano ha afectado la mayor parte de los ecosistemas. Ante esta realidad, el enfoque SbN propone, por un lado, conservar las áreas naturales poco alteradas restantes, y por otro abandonar el paradigma colonizador y extractivista actual para caminar hacia la cogeneración de beneficios mutuos. Corredores de biodiversidad que interconectan zonas verdes y azules existentes, tanto en el medio rural como urbano, ilustran este criterio a la perfección. Es el caso del Anillo Verde de Vitoria-Gasteiz, el de la Bahía de Santander, o el programa de Azoteas Verdes y Cubiertas Vivas de Barcelona.
Viabilidad económica desde la economía local
Un desarrollo humano sostenible requiere de sistemas económicos que proporcionen medios de vida dignos y perdurables en el tiempo. Las SbN incorporan este aspecto en modelos de negocio innovadores cuyo objetivo es asegurar la viabilidad del proyecto a largo plazo, sufragando los costes totales incurridos. El impacto reside en la capacidad de captar el valor creado (servicios ecosistémicos) por medio de una diversidad de fuentes de ingresos, con unos mecanismos de financiación adecuados, sobre estructuras de coste ligeras y equitativamente distribuidas.
Una mirada holística entiende la viabilidad desde la escala de la economía local: el tejido empresarial y en particular el pequeño comercio, pilar del empleo y la equidad, bajo las condiciones propicias (marco legislativo y fiscal), es capaz de monetizar los beneficios de las SbN, y además contribuir a su cuidado y mantenimiento.
Se trata de una idea intuitiva visualizada en ejemplos como los ríos urbanos renaturalizados que resurgen por España y en torno a los cuales se generan zonas de encuentro social donde florecen negocios de hostelería, deporte o bienestar. El proyecto de restauración de las marismas de Cádiz para capturar el llamado carbono azul con créditos empresariales y financiar proyectos que incentiven la economía local y preserven la biodiversidad y el patrimonio cultural, como la recuperación de antiguas salinas artesanales, en réplica por la cuenca Mediterránea vía el programa MEDARTSAL. De primera mano conozco la red Algarbía en Transición de pequeños productores y consumidores agroecológicos en el Valle del Guadalhorce (Málaga), que comparten e intercambian en alegres mercadillos campesinos con la ayuda de una moneda local: el Algarbe.
En el siguiente capítulo profundizaremos sobre otras dimensiones clave de las SbN y criterios del Estándar: gobernanza inclusiva, gestión adaptativa, equilibrio de compromisos y estrategias de escalado. Con esta buena caja de herramientas y los fondos europeos de reconstrucción, es el momento: por el clima, la equidad y el empleo… ¡Por un mundo salvaje!
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